En las últimas alocuciones del presidente (e) Juan Guaidó, le escuché decir “solos no podemos”, haciendo referencia que, los 100 diputados que conforman la Asamblea Nacional legítima y constitucional,no pueden lograr solos el cambio político y económico que anhelamos los venezolanos. Una frase que ilustra perfectamente el drama venezolano.
Ciertamente, solos no pueden lograr la hazaña de la libertad de Venezuela. Desde estas líneas, reconozco el trabajo, la entrega y la dignidad de la legítima Asamblea Nacional y de numerosas voluntades de la sociedad civil que día a día sin desfallecer día acontinúan la lucha para hacer posible el fin de la usurpación del régimen de Nicolás Maduro. Vaya para ustedes mi respeto y admiración; sin duda, la historia valorará su infatigable labor por el rescate de la libertad y la democracia en Venezuela. Han escrito ustedes páginas gloriosas de nuestra historia.
Lamentablemente el arrojo de dignidad y valentía que han demostrado no son suficientes para vencer a la dictadura. Esa es una tarea de todos los venezolanos y, aun así, todavía resulta cuesta arriba iniciar el tránsito definitivo hacia la transición política. El régimen incapaz e ilegítimo, tiene suficientes recursos para continuar la pelea. Durante casi dos décadas, el chavismo se preparó para perpetuarse en el poder. Logró tejer un tinglado de corrupción institucional, militar y política, apoyado en la incalculable riqueza petrolera del país, que le permitió quebrar la dignidad de actores nacionales que son importantes para librar con éxito la pesadilla que nos atrapa dolorosamente, como es el caso de la fuerza armada y el poder judicial, entre otros.
Amparado en la corrupción y en la más perversa inmoralidad, el jefe supremo de la revolución bolivariana, Hugo Chávez Frías, planificó milimétricamente la entrega del país a factores internacionales que representan la peor desgracia de la humanidad. Se doblegó ante el comunismo castrista permitiéndole el control directo sobre áreas reservadas a la seguridad nacional; plagió el modelo cubano hasta convertir a Venezuela en la nación más miserable del continente americano; el comunismo de Chávez y Maduro, bajo la tutela de Fidel y Raúl Castro, se encargó de destruir una economía que lucía indestructible a los ojos del mundo.
Insatisfecho con semejante proeza, exigió la beligerancia de la guerrilla colombiana, financiando su proyecto de muerte a través del narcotráfico y convirtiéndola en uno de sus más importantes socios políticos y económicos, al entregarle el control y la explotación de recursos naturales del país, como el oro, el coltán y otros minerales estratégicos. La sociedad con la guerrilla es tan poderosa que el “glorioso ejército de la patria” se repliega frente a su presencia avasallante.
En la búsqueda insaciable de mantener el control absoluto del poder, el régimen encontró en el narcotráfico internacional la vía expedita para enriquecer a conspicuos personeros de la revolución, incluyendo al alto mando militar, ministros, empresarios y a los boliburgueses, convertida en la nueva oligarquía revolucionaria criolla. En Venezuela, a diferencia de otras naciones latinoamericanas, el Estado no es aliado del narcotráfico porque es en sí mismo un narco-estado. Los capos en Venezuela son los que gobiernan y poseen las armas, ellos son los que dan las órdenes a los carteles.
Por si fuera poco, el régimen criminal venezolano alcanzó su clímax al estrechar lazos de lealtad y profunda hermandad con el terrorismo internacional; los grupos terroristas islámicos tienen puerta franca en Venezuela; están haciendo vida activa en regiones del país, ayudando al régimen económica e ideológicamente. Esos grupos terroristas que han puesto a temblar la seguridad de USA y del mundo occidental, son parte esencial de la dictadura chavista-madurista. Están entre nosotros y todavía el mundo no termina de creer esta realidad.
No les bastó con corromper y destruir a la fuerza armada, sino que también crearon grupos civiles armados financiados por la revolución, denominados colectivos, encargados de asesinar, amedrentar y amenazar a la oposición y a los ciudadanos que osan hacer valer sus derechos constitucionales en las calles del país.
Lo aceptemos o no, debemos admitir que el régimen tiene las armas de la República, cuenta con el auxilio de potencias interesadas en arrebatarnos las riquezas que aún poseemos; además, tienen mucho dinero producto de veinte años del saqueo más descomunal que ha sufrido Venezuela a lo largo de su historia. A pesar de las sanciones internacionales, el régimen tiene dinero para sobrevivir, enlodar dignidades y doblegar voluntades. Han logrado mantener el poder, aunque ello se traduzca en la destrucción del país y en la más denigrante pobreza de los venezolanos.
Entonces, apreciados lectores, ¿los 100 diputados patriotas junto al pueblo venezolano pueden aniquilar la peor plaga política que se ha enquistado en suelo latinoamericano? Yo pienso que solos no podemos. Y, en consecuencia, planteó mi utopía para aniquilar al régimen y el daño colateral que ha generado en Venezuela y en Latan. Es necesario, obligante, vital y fundamental que el mundo democrático y civilizado vuelque de una vez por todas sus ojos sobre Venezuela, no sólo para “salvar” a los venezolanos, sino para impedir que esta plaga comunista-terrorista-narcotraficante y criminal se propague peligrosamente sobre el continente. Tomen decisiones inteligentes y acciones contundentes para defender la libertad y la democracia del continente, después podría ser tarde. ¡Solos no podemos!
Efraín Rincón Marroquín (@EfrainRincon17)
Profesor Titular Emérito de la Universidad del Zulia (Venezuela)