La lucha interna en la administración Trump por la permanencia de Chevron en Venezuela culminó con la decisión de no renovar su licencia. Este desenlace podría definir el futuro político de Maduro y la influencia de los intereses petroleros en la región.
El reciente conflicto por la continuidad de las operaciones de Chevron en Venezuela marca un hito crucial en la política exterior de Estados Unidos. Desde la administración de Donald Trump, dos visiones opuestas libraron una feroz batalla en el tablero, entre un alfil petrolero que solo busca negociar crudo por permanencia del tirano, contra una la torre que busca destronar la dictadura de Maduro a cualquier precio.
Por un lado, figuras como Richard Grenell, Laura Loomer y el magnate petrolero Harry Sargent III promovíeron la reactivación de los contratos de Chevron en un intento de preservar los intereses energéticos de Estados Unidos, utilizando una premisa falsa con China y negociando la permanencia del ilegítimo dictador Maduro y con ello el entierro de la soberanía de los venezolanos que se expresaron el pasado 28 de julio. Por otro lado, Marco Rubio, secretario de Estado y feroz opositor al chavismo, buscando intensificar las sanciones y el aislamiento de Maduro, forzando su tan esperada salida del poder.
Un Conflicto Interno en la Casa Blanca
Sargeant III es un hombre de confianza del presidente estadounidense y figura indiscutible del Looby petrolero. Se dice que juega golf en el club Mar-a-Lago de Trump un día y al siguiente viaja a Caracas. Ha ayudado a negociar acuerdos para profundizar la relación comercial de Estados Unidos con Venezuela donde ha mantenido negocios. El dictador Nicolás Maduro lo llama “el abuelo “.
Desde que obtuvo su licencia principal en mayo de 2024, Sargeant’s Global Oil ha cargado regularmente petróleo pesado producido en el occidente de Venezuela. Según el Wall Street Journal, parte del suministro se utiliza para pavimentar carreteras estadounidenses. Las tres licencias de la compañía en Venezuela fueron revocadas.
El gobierno de Biden había flexibilizado las sanciones para intentar que Maduro celebrara elecciones justas. La licencia de Chevron fue emitida en 2022 como un pilar fundamental de esa estrategia. Maduro celebró elecciones en julio, pero luego de una contundente derrota se negó a entregar al candidato ganador Edmundo González Urrutia.
Los magnates petroleros como Seargent III y otros críticos de la estrategia de máxima presión, le han asegurado a Trump que con la salida de Chevrón la economía venezolana se podría hundir en un caos aún mayor, lo que generaría más migración, relato que se contradice con la tesis de que China intensificará su presencia con una fuerte inversión en el mercado petrolero venezolano.
Grenell y Loomer han defendido dentro de la administración Trump una política de pragmatismo energético con respecto a Venezuela. A lo largo de las últimas semanas, ambos han promovido la idea de que una renovada licencia para Chevron representaría no solo una oportunidad económica para Estados Unidos, sino también una herramienta para evitar que China, su principal competidor geopolítico, se beneficie de los recursos venezolanos.
Según esta narrativa, si Chevron se va, las operaciones podrían ser asumidas por empresas chinas, lo que permitiría a Beijing aumentar su influencia en el hemisferio occidental, una situación considerada perjudicial para los intereses estadounidenses, si no fuera porque China forma parte del compendio de países instalados y con mayor influencia en Venezuela desde que Chávez realizó su primera visita oficial para entregar a Venezuela en bandeja de oro a China en 2001, con la firma de la “Declaración de Asociación Estratégica para el Desarrollo Compartido en materia de cooperación financiera, militar y tecnológica”, y se consolidó en 2007 con la creación del Fondo Chino que permitió financiar la dictadura chavista con más de 50 mil millones de dólares en préstamos, con los que se aseguró no solo el suministro energético a largo plazo, aislar a Venezuela de los mercados tradicionales luego de comprar su alma, y por último convertir el norte de la américa del sur en su principal radar de espionaje de EEUU.
China ha refinanciado la deuda en innumerables ocasiones a cambio de usufructuar las riquezas minerales y manipular el país para sus fines estratégicos contra su principal enemigo geopolítico.
Loomer, quien en sus publicaciones en redes sociales y medios en los que aparece como periodista de investigación, ha sostenido que Estados Unidos debe renovar las licencias de Chevron para frenar a China y evitar que la influencia de Beijing se expanda en América Latina, no ha hecho otra cosa que demostrar un desconocimiento supino con respecto al tema intentando oxigenar un régimen que por el contrario ha sido responsable de desatar la peor crisis migratoria en el continente.
A través de sus mensajes, ha insinuado que la salida de Chevron podría desencadenar una crisis energética y una crisis migratoria aún más grave, con miles de venezolanos buscando refugio en Estados Unidos. Lo cierto es que ya eso sucedió antes de la llegada de Chevrón, cuando Maduro le hizo la guerra a los venezolanos buscando el éxodo masivo a través de la persecución con sus bandas armadas militares, paramilitares y criminales, mucho antes de la exportación del Tren de Aragua, su principal producto de exportación después del narcotráfico.
La político-periodista republicana se ha hecho eco en inumerables ocasiones de la narrativa del régimen sobre la “soberanía venezolana” y ha cuestionado la falta de renovación de la licencia, vendiendo una supuesta tragedia a futuro con China sobre la toma de activos que ya fueron tomados a la vista de todos.
“Ojalá EEUU. renueve las licencias antes del 27 de mayo para no darle otra victoria a China y evitar que tenga más presencia en el hemisferio occidental”, publicó en su cuenta de X.
No conforme comparó la situación de Venezuela con Siria pidiendo la legitimidad de Maduro a pesar de las elecciones robadas el pasado 28 de julio: “Si se levantaron las sanciones a Siria, también deberían levantarse las sanciones a Venezuela para evitar que China tenga mayor dominio energético en América Latina”.
Y como guinda de la torta Loomer arremetió contra la líder opositora María Corina Machado tras su participación en una entrevista con Fox News, acusándola de respaldar a China para que tome control de los activos petroleros estadounidenses en Venezuela: “¿Ahora Machado es portavoz del Departamento de Estado de EEUU?”, pidiendo un rechazo inmediato por parte de la Casa Blanca.
Aunque funge como una catalogada influencer defensora del interés nacional desde los preceptos MAGA del actual presidente de los EEUU, los post y declaraciones de Loomer coinciden más con la narrativa promovida por la cúpula chavista y del estado forajido y violador de derechos humanos que representa Maduro.
Un cambio en Venezuela
Un informe del Miami Herald, dio cuenta de que el gobierno de Trump se preparaba para llegar a un acuerdo que le permitiría a Chevron exportar petróleo venezolano a Estados Unidos a cambio de que la cúpula de Miraflores aceptara el regreso de miles de migrantes venezolanos, gracias a una negociación secreta, harto divulgada.
Los rumores sobre estas conversaciones comenzaron a circular luego de la liberación del militar de la Fuerza Aérea estadounidense Joseph St. Clair, el pasado 20 de mayo. Según este informe Grenell era quien lideraba estas negociaciones y si se llegaba a concretar un acuerdo, Maduro permanecería en el poder “otorgando amplias concesiones petroleras y mineras a empresas estadounidenses, incluida Chevron”.
¿Qué hizo Grenell? A través de su cuenta en la red social X, calificó esta información de “fake news”, asegurando que no existía ningún acuerdo y criticando la falta de coherencia periodística en la difusión de la noticia: “Noticias falsas. Este artículo no es cierto. No es periodismo, y aun así, a estos reporteros no les importa”, subrayó Grenell en su publicación.
Pero el mismo Grenell lo aseguró en el podcast de Steve Bannon, “Bannon´s War Room”, que salió publicado inmediatamente después por Fox News, al revelar abiertamente que Trump no está interesado en un cambio de gobierno en Venezuela y que su mayor deseo “patriótico” era impedir que China siguiera comprando petróleo venezolano, desconociendo que no hay una compra sino una deuda de miles de millones de dólares. En ese mismo espacio Grenell confirmó que Trump había aprobado la reanudación de la licencia de Chevrón para que continuara operando en Venezuela.
“Trump ha sido muy claro en que no quiere hacer un cambio de régimen en Venezuela sino en cumplir lo mejor para EEUU y aquello que es mejor para los estadounidenses”.
El futuro de Venezuela tras el fin del contrato de Chevron parece cada vez más incierto. Si las sanciones de Estados Unidos continúan y se intensifican, la situación económica del país podría empeorar aún más, llevando al régimen de Maduro a un punto de quiebre. Sin acceso a los recursos de Chevron y con la creciente presión internacional, la dictadura podría estar al borde del colapso.
Sin embargo, queda claro que la lucha por el petróleo y la influencia en la región no ha terminado, y Venezuela continuará siendo un campo de batalla clave en la guerra de relatos y el poder global.
Los próximos meses serán cruciales.
@damasojimenez