Para los rehenes liberados
Hoy vengo a hablarles,
no con la voz de un general ni el cálculo de un burócrata,
sino como quien enciende una lámpara en una casa sin techo.
Del poder, sí —
pero de ese que no se aferra,
sino que orienta.
Del coraje,
ese músculo silencioso
que no grita, pero no cede.
Y de la verdad,
esa criatura indomable
que no se esconde tras un podio
ni negocia con sombras.
La política, esa palabra marchita,
ya no huele a pueblo ni a promesa.
La tomaron los que desean dominar,
no servir.
Como un niño que destripa un reloj
solo para imponerle su hora.
Pero San Agustín,
con su voz de siglo cuarto,
nos lo susurra aún hoy:
«Sin justicia,
los Estados no son más que grandes bandas de ladrones.»
Y eso somos,
eso vivimos:
una máscara pintada sobre el rostro del crimen.
Un país secuestrado,
donde la ley es un disfraz
y el cinismo, rutina.
Pero también dijo el viejo sabio:
“La esperanza tiene dos hijas:
la indignación… y el coraje.”
Y hoy,
millones ya han parido a la primera.
Nos toca parir a la segunda.
Gobernar,
en su forma más antigua y más pura,
no es contar billetes
ni posar para retratos.
Es saber cuándo decir no.
Es usar el poder
como se usa una brújula en la tormenta,
no un látigo sobre los hombros del débil.
Es resistir sin volverse piedra.
Es ganar sin convertirse en espejo del opresor.
Nos llaman idealistas,
como si fuera un insulto.
Nos aconsejan negociar con mafias,
como si fuera madurez.
Pero la política sin verdad
es solo manipulación con corbata.
Y no venimos a vestir la mentira,
sino a desvestirla.
No solo queremos liberar a Venezuela.
Queremos probar —con hechos, con alma—
que otra política es posible.
Una con dirección,
ética,
coherencia.
Una que no teme la soledad del justo
ni se arrodilla ante la conveniencia.
A los gobiernos democráticos del mundo,
que hojean tratados mientras cierran los ojos:
No hablen de estabilidad
si su precio es la justicia arrodillada.
No se equivoquen de siglo,
ni de trinchera.
Venezuela no se rinde.
No por nostalgia.
No por rabia.
Sino por amor.
Por propósito.
Por justicia.
Y entonces, sí —
como quien abre la jaula con las dos manos temblando,
les digo lo que decía Agustín:
“La verdad es como un león.
No necesitas defenderla.
Suéltala…”
Hoy,
yo la suelto.
Que ruja.
Y ruge así:
Venezuela será libre.
Y lo será con dignidad.
@antdelacruz_