Rafael Díaz Blanco: Felicitadores al descubierto

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En noviembre de 2022, Manuel Rosales felicitaba al dictador Maduro. Enseguida, el gobernador del Zulia daría explicaciones sobre lo que llamó cortesía y reafirmaría su disposición a dar “muchas gracias a los que nos ven con buenos ojos”.

Entonces, muchos se indignaron, otros se extrañaron y algunos se sorprendieron por la conducta felicitadora del “líder del Zulia”. Después, vendrían los conocidos Acuerdos de Barbados y su sinuosa ruta electoral, los aun desconocidos compromisos con el régimen y sus nuevamente frustradas aspiraciones presidenciales causadas por unas primarias donde al final ni siquiera participó, no obstante, el apoyo que le ofreció Henrique Capriles.

Más adelante, sorpresivamente, inscribiría su candidatura presidencial argumentando razones que nadie creyó. Finalmente, a regañadientes y ante la firmeza de María Corina Machado y el apoyo de la plataforma unitaria a la candidatura de Edmundo González Urrutia, la respaldó y comenzó un nuevo juego que apostaba a “la patada histórica” del candidato contra la líder del proceso, María Corina Machado.

Hoy, Rosales se prepara para una nueva reelección como gobernador. Se autoproclama el “salvador del Zulia”, como si nunca hubiese gobernado, como si ninguna responsabilidad tuviera con el maltrato permanente del régimen a nuestra región.

La diferencia es que hoy los felicitadores de ayer han quedado al descubierto. Esta nueva candidatura de Manuel Rosales a nadie asombra, a pocos engaña. Nadie se sorprenderá si resulta electo gobernador, tampoco si no lo fuere. Todo dependerá de la voluntad del dictador. 

Lamentablemente, la política venezolana de hoy, como nunca antes en nuestra historia, está llena de felicitadores, aunque sean otros los calificativos populares para denominar tan servil conducta. “Jalabola”, “hala mecate”, son algunas de ellas. Otras expresiones describen la conducta e incluso aconsejan: “está en la granja”, “en la granja ladera”; “arreguindate”, pero no tanto.

En 1911, Pedro María Morantes (San Cristóbal, 1865 – París, 1918) con el seudónimo de Pío Gil publicó “Los Felicitadores”. Su crítica se dirige más que a los gobernantes a los gobernados. Dirá que los venezolanos rendimos culto al servilismo y somos felicitadores. Sostendrá que dictadura y adulancia se complementan y retroalimentan.

En tiempos de democracia, Edecio La Riva Araujo (Timotes, Mérida, 1921 – Caracas, 1997) titulará un ensayo “Elogio de la Adulancia”. Afirmará que la adulación es un verdadero arte, propio de la conducta humana, presente en todo tiempo y latitud. Nos ilustrará sobre las técnicas de los habilidosos expertos en el exagerado halago y su tipología. Jon Aizpúrua destacará como el político merideño recuerda que Dante Alighieri colocó a los aduladores, junto a los hipócritas y a los ladrones destinándolos a un lugar del infierno del que manaba un espantoso hedor. El propio Maquiavelo dedicará un capítulo de El Príncipe a los aduladores de los que estaban llenas las Cortes, afirmaba.

De episodios similares están llenos los archivos de Venezuela. En el siglo XXI, hemos visto a los jueces venezolanos reunidos en la sede del Tribunal Supremo de Justicia, recibir a un Chávez todopoderoso coreando “Uh, ah, Chávez no se va”. También, como ya había ocurrido con otros autócratas, fueron muchas las veces que compararon al “Caudillo de Sabaneta” con el Libertador. Demasiado han sido las cartas, proclamas y discursos adulantes de militares, empresarios y políticos. Como diría Pío Gil, son muestras de decadencia moral e intelectual. En Venezuela, los felicitadores son una subespecie de “los vivos de siempre” para quienes la ética no existe y la política que practican depende únicamente de su egoísta interés.

En estos tiempos de dictadura, corrupción y deterioro ético, la actividad aduladora o felicitadora se ha multiplicado hasta formar parte esencial del diario quehacer, de una manera de gobernar, de la relación del dictador con sus cortesanos, camarillas y muy especialmente con quienes buscan reconocimiento, dádivas y prebendas.

Lamentablemente, mientras Maduro permanezca en Miraflores, no sólo continuarán aumentando las violaciones de los derechos humanos, la pobreza, la corrupción y los incontables males que aquejan la república, sino que el servilismo y su vertiente adulante se multiplicarán y su práctica se extenderá. De tal manera, que para limitar y reducir al mínimo la alabanza indigna, no nos queda otra que deslindar nuestra conducta del comportamiento rastrero y acompañar a quienes luchan por salir del dictador para alcanzar la libertad y restablecer la democracia y dignidad ciudadana. Valencia, España, mayo de 2025.

@rafidiaz