“A veces es necesario dar un paso atrás para dar dos pasos adelante” Vladimir Lenin
Desde que el régimen de Nicolás Maduro anunció elecciones regionales y parlamentarias para el 27 de abril, las fuerzas democráticas venezolanas enfrentan una de las decisiones más difíciles de los últimos años: participar o no participar en un proceso que, a todas luces, está viciado. Y es que está comprobado que, en una clara violación de la soberanía popular, actúan en complicidad el Poder Electoral y el Poder Judicial para jamás reconocer una derrota del madurismo.
Para muchos, entonces, este dilema se reduce a una pregunta sencilla: si ya se demostró que la dictadura manipula las elecciones, ¿para qué jugar en un tablero amañado? Sin embargo, la realidad es mucho más compleja. La participación, incluso en condiciones adversas, podría ofrecer oportunidades de movilización y resistencia. Pero también puede servir para darle a Maduro la normalización que tanto busca.
La paradoja de participar o abstenerse
El problema central es que ambas opciones tienen costos. Si la Plataforma Unitaria Democrática participa, corre el riesgo de legitimar un proceso sin garantías, en el que el régimen controla los resultados. Si se abstiene, le deja el camino libre a Maduro para seguir usurpando el poder sin oposición visible. Es un juego de estrategia en el que cada movimiento tiene consecuencias a largo plazo.
El régimen ya ha demostrado su intención de manipular el proceso. No ha publicado las actas de las elecciones del 28 de julio de 2024. El Consejo Nacional Electoral (CNE) exige ahora que los candidatos firmen un documento comprometiéndose a aceptar los resultados antes de que las elecciones ocurran. En otras palabras, participar significa aceptar las reglas de un juego donde el árbitro trabaja para el equipo que se robó la elección el 28J.
Pero la abstención también tiene sus riesgos. Una oposición que no participa puede perder fuerza y desconectar a sus seguidores. El chavismo-madurismo ha sobrevivido en parte porque sabe cómo desgastar a sus adversarios, obligándolos a elegir entre la resignación y la ilusión de una victoria imposible. Si las fuerzas democráticas no logran mantener viva la esperanza, la gente puede alejarse de la política por completo, dejando el terreno libre para la tiranía.
La historia nos da pistas
Lo que ocurre en Venezuela no es único. En Bielorrusia, Aleksander Lukashenko ha perfeccionado el arte de realizar elecciones sin que estas representen una verdadera competencia. Cada vez que la oposición se organiza, el régimen endurece la represión y crea divisiones internas para debilitarla. Lo mismo ha hecho Maduro.
Si analizamos la situación desde una perspectiva semiológica, podemos ver cómo el régimen ha estructurado su narrativa en torno a la idea de elecciones legítimas, aunque en la práctica estas sean una simulación de democracia. En el cuadrado semiótico, el concepto de “elecciones justas” (S1) se opone al de “elecciones fraudulentas” (S2), mientras que la “no participación” (~S1) se opone a la “participación estratégica” (~S2). El régimen busca imponer la narrativa de S1 mientras manipula las reglas para asegurar su permanencia en el poder.
Cuadrado semiótico: estructura de oposición en el discurso
Para entender mejor el dilema electoral de las fuerzas democráticas, podemos aplicar el cuadrado semiótico, que organiza los conceptos con relación a oposición y complementariedad:
Concepto | Ejemplo en la situación política |
S1: Elecciones legítimas | Participación en condiciones justas |
S2: Elecciones ilegítimas | Fraude, manipulación del CNE |
~S1: No participación | Boicot electoral |
~S2: Participación estratégica | Uso del evento electoral como movilización |
El análisis muestra que el madurismo quiere imponer la narrativa de S1, mientras que las fuerzas democráticas se debaten entre S2 (denunciar el fraude), ~S1 (boicot total) y ~S2 (participación estratégica). Para no caer en la trampa del régimen, las fuerzas democráticas deben articular un discurso claro que le permita definir su propio marco narrativo y no simplemente reaccionar al de la tiranía.
¿Qué hacer?
La respuesta no es simple, pero hay una clave: la estrategia debe ser colectiva y no individual. Si las fuerzas democráticas deciden participar, deben hacerlo con un mensaje claro: no se trata de ganar gobernaciones o curules en un parlamento manipulado, sino de usar el evento como una plataforma de movilización. Si deciden no participar, deben asegurarse de que la abstención no signifique silencio o pasividad, sino una estrategia activa de resistencia que haga visible el golpe de Estado a la soberanía popular el 28J y el fraude electoral.
Estados Unidos y otros actores internacionales también tienen un papel clave. Hasta ahora, la administración de Donald Trump no ha dejado claro cuál es su postura frente a Venezuela: migración vs democracia. Si la comunidad internacional trata estas elecciones como un evento que demanda la Constitución, Maduro podrá vender al mundo la idea de que su gobierno sigue siendo una democracia funcional. Si, en cambio, se refuerza la presión diplomática y se exige el respeto a los resultados del 28 de julio, el régimen tendrá menos margen de maniobra.
El momento de decidir
Las próximas semanas serán cruciales. Maduro quiere dividir a la Plataforma Unitaria Democrática y desgastar su capacidad de acción. Las fuerzas democráticas, por su parte, deben evitar caer en la trampa de jugar bajo las reglas del régimen sin obtener el cambio demandado por los resultados del 28J.
Lo que está en juego no es solo una elección, sino la construcción de un relato que defina el futuro del país. La historia nos ha enseñado que los regímenes autoritarios no caen solos. Necesitan presión interna y externa, movilización ciudadana y estrategias claras.
Recomendaciones
- La Plataforma Unitaria debe construir una narrativa sólida que evite contradicciones internas. La división solo favorece al régimen y debilita la credibilidad de cualquier estrategia de cambio.
- La movilización debe convertirse en el significante central, no la simple participación electoral. La lucha no puede reducirse a ganar elecciones bajo condiciones injustas, sino a mantener vivo el reclamo de un verdadero cambio democrático, respetando la decisión de la soberanía popular el 28J.
- La presión internacional debe articularse en términos de legitimidad democrática para contrarrestar la narrativa del régimen. Los gobiernos aliados deben reforzar el mensaje de que sin respeto a los resultados del 28J, cualquier elección futura carece de validez.
Lo que está en juego no son unas elecciones más, sino el futuro de un país que ya decidió en las urnas lo que quiere: cambio.
@antdelacruz_