El teniente encontró la maleta en horas de la noche a eso de las siete, en uno de los corredores de la casa, cuando se estaban juramentando en Miraflores los ministros del nuevo Gobierno.
Todo comenzó cuando Marcos Pérez Jiménez, se fue en la madrugada del 23 de enero de 1958. La casa de habitación del Presidente derrocado, en el callejón Sanabria de El Paraíso quedó en manos de la Guardia Nacional para evitar ser vandalizada. El teniente Vinicio Augusto Plaza, uno de los militares encargados de la vigilancia, recibió una llamada telefónica en horas del mediodía del mismo 23 de enero.
Era la señora Flor Núñez de Pérez Jiménez, esposa del dictador depuesto, quien llamaba desde Santo Domingo, República Dominicana.
En octubre de 1958, Pérez Jiménez, en carta al cónsul general de Venezuela en Miami, Florida, señor Diógenes Peña, denuncia que cuando abandonó el país dejó ‘olvidada una maleta que contenía valores al portador. Y que parte de esos valores no figuran en la lista de los bienes que me han sido incautados.
-¿Qué sabe usted de una maleta que dejé olvidada en la casa, usted no la ha visto?
-No señora. Respondió el oficial un tanto asombrado.
-Búsquela, por favor-, le increpa la dama y prosigue: Es una maleta blanca, de piel. Tiene una placa pequeña dorada con las iniciales ‘M.P.J.’. Yo lo llamo después. Debe estar en el cuarto o cerca de la puerta que va al jardín…
El teniente encontró la maleta en horas de la noche a eso de las siete, en uno de los corredores de la casa, cuando se estaban juramentando en Miraflores los ministros del nuevo Gobierno.
La señora de Pérez Jiménez, días después, insistió en reclamar la maleta.
El teniente Plaza se llevó el equipaje olvidado al cuartel de la Guardia Presidencial y luego se la entregó al contralmirante Larrazábal, presidente de la Junta de Gobierno. La maleta contenía ropa, por supuesto. Un uniforme de General de División, talla cuarenta y dos. Dos pijamas de seda natural, una de color azul con vivos de color rojo. La otra pijama era de color marfil y uno crema, con monograma ‘MPJ’. Adicionalmente había en su interior, documentos personales.
Una fortuna fue como reclamo
En octubre de 1958, Pérez Jiménez, en carta al cónsul general de Venezuela en Miami, Florida, señor Diógenes Peña, denuncia que cuando abandonó el país dejó ‘olvidada una maleta que contenía valores al portador. Y que parte de esos valores no figuran en la lista de los bienes que me han sido incautados.
Los valores a los cuales me refiero -escribe Pérez Jiménez- son los siguientes: alrededor de tres millones de bolívares en bonos del Centro Simón Bolívar, alrededor de cien mil dólares en billetes; y alrededor de trescientos mil bolívares en billetes de quinientos, cien, cincuenta, veinte y diez bolívares.
La conclusión de Oscar Yanes
A juicio del cronista e historiador Oscar Yanes, si se suma todos los sueldos legales que recibió el exdictador venezolano Marcos Pérez Jiménez, desde entonces hasta el 23 de enero de 1958, resultó que devengó legalmente del Estado venezolano por servicios prestados, incluyendo las remuneraciones especiales de fin de año, la suma de un millón doscientos ochenta y tres mil doscientos treinta y tres bolívares con tres puyas, (Bs1.283.233) pero cuando le restan a esta suma, la cifra que tenía en 1948, declara la Contraloría General, que se enriqueció en más de trece millones de dólares, ($13.000.000) “en exceso de haberes netos iniciales y su remuneración legítima” o sea, en una cifra que alcanza, siempre calculando el dólar a tres treinta y cinco, ($3.35) a cuarenta y tres millones quinientos cincuenta mil bolívares (Bs43.550.000).
Fuente y fotos: www.CorreodeLara.com