“Estamos en presencia de lo que José Ingenieros denominó la política de los piaras, donde ella se degrada, convirtiéndose en una profesión de habilidosos, que no hábiles. En lugar de competencias se exige un pugilato entre aventureros y mercenarios de la política.” Neuro J. Villalobos Rincón.
En la descentralización se resume nuestro modelo democrático de país. Es la garantía del buen gobierno, asentado sobre los principios de corresponsabilidad, eficiencia, transparencia, participación y solidaridad. La descentralización definida como transferencia de competencias y recursos del poder central a las regiones, es un horizonte amplio, no lineal, en el cual el debate, lo plural y la diversidad, nos invitan a crear y construir permanentemente modelos de gerencia social que sean la garantía de la inclusión sin discriminación, a través del diálogo y de amplios acuerdos sociales.
La descentralización es una redistribución del poder que acerca a los ciudadanos a sus gobiernos y les brinda mejores espacios para participar y ejercer sus derechos y deberes ciudadanos. Es un proceso de doble vía: de abajo hacia arriba con una sociedad más movilizada y organizada, debatiendo y decidiendo sobre los asuntos de interés público, en una relación más horizontal y flexible con los entes de gobierno. Y de arriba hacia abajo, cuando los ciudadanos que tienen responsabilidades de representación popular en las distintas ramas del poder público, asumen que la mejor forma de gestionar los intereses difusos y colectivos de una sociedad es compartiendo y fomentando la transferencia de poder hacia la gente para lograr una ciudadanía cada vez más fuerte. En la medida que tengamos mejores ciudadanos tendremos mayores oportunidades de alcanzar la meta de la democracia como sistema, que es la sociedad de bienestar y del manejo y control de los espacios de la gente por la gente y para la misma gente.
La descentralización y las nuevas tecnologías nos ofrecen la oportunidad de que los ciudadanos se involucren de manera efectiva en lo público. En los presupuestos participativos, en el control de la gestión, en la formulación de los proyectos de políticas públicas y demás consultas populares de carácter vinculante, en los debates sobre los temas relacionados con el bienestar de las comunidades. Proponemos el uso de estas tecnologías para la liberación, para la capacitación de los ciudadanos, para acompañar a la sociedad en sus luchas y reivindicaciones.
De esta forma podremos fundar un espacio de diálogo permanente, una relación más horizontal, donde se tomen las decisiones consultando a la mayor cantidad posible de ciudadanos.
Para los efectos de la participación hacemos un llamado al activismo social, también en los partidos, en las asociaciones civiles, en los gremios, en todos los espacios donde se debate lo público. Esto implica que el compromiso local se extiende a nivel nacional y traspasa nuestras fronteras. Se trata de una definición de la ideología a partir de la solidaridad.
La participación tiene como germen fundamental el diálogo social para la creación de un tejido entre gobiernos, partidos políticos, organizaciones de la sociedad civil y demás fuerzas activas, que genere a largo plazo cohesión y capital social que fortalezca la institucionalidad democrática de la República.
La solidaridad implica un nuevo camino cada día de nuestras vidas, para lograr las metas de felicidad, progreso, justicia e igualdad ante la ley. Estas metas son realizables, y la sociedad del conocimiento y de la inteligencia en que vivimos nos ofrece muchas de las herramientas y oportunidades para convertir las utopías en metas alcanzables y sostenibles.
Las tecnologías nos permiten crear redes, medios y formas de comunicación y de producción alternativos, concebidos para fortalecer la participación pública y el sentido republicano de la ciudadanía. El compromiso es insertar al ciudadano en un proyecto local, nacional y global, empleando las tecnologías apropiadas que nos proporciona la sociedad del conocimiento y todos nuestros recursos e inteligencia para potenciar la libertad y el desarrollo . Es decir, lograr un cambio cultural que genere emoción y mística para que los ciudadanos participen en sus espacios y así luchemos juntos para lograr la plenitud de nuestro desarrollo como seres humanos.
Neuro J. Villalobos Rincón
nevillarin@gmail