Son expertos en crear mitos, cuentos de todas las categorías y mentiras de cualquier tipo. No tienen escrúpulo alguno para manipular, especialmente, en asuntos relacionados con resentimiento, desigualdad, venganzas históricas y la gran diversidad de temas que la modernidad ha creado (ambiente y género por ejemplo).
Comentaba un militar (r) de Colombia que la izquierda es excelente creando cuentos. Él fue víctima de uno de esos inventos, cuando en un enfrentamiento con una columna de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, (Farc), en una zona de conflictos, ocurrió un bombardeo; cuando los insurgentes se retiraron encontraron a varios de sus miembros muertos, quienes usaban prendas civiles, a los pocos días emergieron las acusaciones de los llamados grupos de derechos humanos señalando a la fuerza pública de haber asesinado a campesinos. “La pregunta obvia, dijo, es ¿qué hacían los supuestos campesinos en ese sitio?”
Es una vieja táctica usada por la guerrilla, dice el militar. Los insurgentes usan dos tipos de prendas, la militar y la civil, cuando los matan y no se los pueden llevar, les quitan la ropa de campaña y se convierten en inocentes campesinos, luego viene el trabajo de los politiqueros de la izquierda y las ONG. El día del incidente ocurrió eso y los miembros del ejercito fueron dados de baja.
Poco antes de concluir el mandato de Iván Duque, en el lejano departamento del Putumayo ocurrió otro incidente, denunciado por el entonces candidato a la presidencia, Gustavo Petro. Un comando militar mató, entre otros, a un menor de edad y a un gobernante indígena, durante un enfrentamiento en una zona en disputa entre las guerrillas del ELN, las Farc, el Cártel de Sinaloa, los Comandos de Frontera y la delincuencia común. La versión de la izquierda era “que asesinaron a pobladores inocentes”, la de los pobladores es otra.
Igual incidente ocurrió durante el gobierno de Iván Duque (2018-2022). El 2 de marzo 2021, durante un bombardeo de la Fuerza Aérea de Colombia a un campamento de las Farc ubicado en Calamar, dapartamento de Guaviare (El Espectador 12 de marzo de 2021), murieron varios menores de edad, la izquierda en el Congreso de la República clamó por la destitución del entonces ministro de Defensa, Diego Molano, por “asesinar a niños”. Esa proclama la utilizó el presidente, Gustavo Petro, durante su discurso en la Organización de Naciones Unidas (ONU), celebrada en New York el pasado 4 de septiembre de 2023, en el que atacó a su antecesor Iván Duque. La interrogante fue qué hacían los menores en el sitio, según la mamá de uno de ellos era que su hijo había salido para el colegio
Este tipo de incidentes no es nuevo. Las guerrillas colombianas han utilizado a menores de edad para el combate y como escudos humanos. En 2020, un informe de la ONU indicaba que habían aproximadamente 599 menores en el ELN (235), Farc (102), Clan del Golfo (51) y el resto en organizaciones más pequeñas. Incluso el 3 de marzo de 2020, la W radio, señalo que en septiembre de 2018, tres menores venezolanos utilizados por las Farc murieron en el departamento fronterizo de Arauca, durante un bombardeo a un campamento.
El asunto no es discutir lo vil que puede ser la muerte de un menor en el conflicto armado colombiano que ya supera el medio siglo, el punto a precisar es que la falta de objetividad y la manipulación de los hechos desdibuja la objetividad para hacer justicia. Decir que el expresidente Álvaro Uribe es culpable de la muerte por falsos positivos y otras causas de más de 6000 asesinatos es lanzar versiones al aire sin presentar las pruebas e ir a las instancias internacionales y locales correspondientes para que lo investiguen y condenen si resulta culpable. Pero también es justo que se haga lo mismo con las Farc y el ELN que han cometido actos abominables. Lo otro es que en este país se acusa a la ligera sin que los autores presenten evidencias y no hay sanciones para estos personajes, más ahora que las redes facilitan la circulación de mentiras.
Destaca de estos hechos que los culpables siempre son los miembros de las Fuerzas Armadas de Colombia, pero las ONG y las instancias responsables de investigar los hechos miran para un lado y no para el otro, en una abierta falta de objetividad ante los hechos. En el campo colombiano y en las grandes ciudades la estrategia de reclutamiento de menores hombres y mujeres es conocido, incluso se afirma que en los últimos años más de 20 mil familias han huido del campo para que “la insurgencia no se lleve a sus hijos”.
Para las instancias investigadoras y la izquierda los malos están de un lado y no del otro. Las muertes ocasionadas por las instituciones públicas son crímenes pero las que generan la guerrilla son justificadas, tal como siempre se ha hecho con las dictaduras comunistas de la Unión Soviética, Cuba, Camboya, China, Corea del Norte y Vietnam. En ese cuento justificador han caído renombrados intelectuales y políticos latinoamericanos y europeos.
Otra faceta de los cuenta cuentos de la izquierda destacó en la reciente asamblea de la ONU. Sin un ápice de moral, la banda del Foro de Sao Paulo (FDO) liderada por Argentina, Colombia, México y el aliado Ruso reclamaron el “fin de las sanciones contra la pobre víctima Venezuela y su aliada Cuba”. La mentira cubana sigue en el discurso del comunismo internacional, nada más lejano de la verdad que insistir en que este acto ha impedido el desarrollo soberano de la dictadura de los hermanos Castro y su sufrido pueblo. Las preguntas que emergen de esta mentira, son cómo este noble país no ha podido en seis décadas superar este trauma, o es que acaso el único país del mundo con el que se puede hacer negocios es con Estados Unidos? ¿Acaso no pudieron superar sus escollos con sus alianzas con Moscú y Pekín, ahora afanados por convertirse -a sangre y fuego- en potencias mundiales?
Igual ocurre con Venezuela, luego de casi un cuarto de siglo de mal manejo del país y un saqueo descomunal en el que los ladrones de la nomenclatura chavista colocaron miles de millones de dólares en sus cuentas personales en Miami, Andorra, España, Hong Kong, Turquía, Rusia, Medio Oriente, Londres y cuanto paraíso fiscal exista, ahora vienen con el cuento que son las sanciones instrumentadas desde el gobierno de Barack Obama (2017) las causas de la crisis humanitaria, la extrema pobreza, la destrucción del aparato productivo y la infraestructura, la delincuencia organizada que se tomó el país y la diáspora que ya supera los 8 millones y no para.
Basta con visitar el portal www.armando.info para comprender la dimensión del saqueo que desató el chavismo en su trágica gestión, impregnada de sangre y corrupción. Lo grave es que los cuenta cuentos del FDSP se han encargado de defender a sus secuaces -con quienes hicieron negocios- sancionados y temerosos de que les suceda lo mismo que al hambreado Alex Saab, Hugo Carvajal, Cliver Alcalá Cordones, Roberto Rincón, los bolichicos, los banqueros que ayudaron a sacar miles de millones de dólares de la nomenclatura roja, etc. Una interminable lista que creó el andamiaje de blanqueo más grande de su historia.
Escuchar las mentiras de Alberto Fernández, aliado de los Kirchners, culpando al Fondo Monetario Internacional de empobrecer a los argentinos, es un cuento más de la izquierda que solo buscan culpar a terceros de su mala gerencia, sin asumir la responsabilidad de la ruina de su país y del sufrimiento ocasionado a su población. Decía un economista que esa nación tiene un ciclo de gastos altos y cuando se termina el dinero, negocian para buscar más dinero y seguir el festín del robo, el despilfarro y la regaladera a través de subsidios, que desembocan en la quiebra, la renegociación de la deuda y nuevamente la búsqueda de recursos frescos. “Son buenos para gastar los recursos existentes y malos para generar ingresos, por eso en sus gestiones compran la conciencia de los pobres y luego no tienen para mantener sus promesas”.
Creando cuentos y mitos así vive la izquierda latinoamericana, siempre culpando a terceros de las desgracias provocadas por sus malas gestiones, pero sin recibir castigo alguno por sus mentiras. No les importa injuriar, mucho menos destruir y cometer genocidios como los ocasionados por el dictador Fidel Castro en todos los países donde metió la mano. Lo hizo en la Chile de Salvador Allende, en Perú con Sendero Luminoso, en Colombia con el ELN y las Farc, en Venezuela con Hugo Chávez y en los sesenta con las guerrillas, en Centroamérica que aún sufre por las heridas de sus guerras civiles, tapadas por acuerdos de paz que no llevaron a ningún lado porque sus sistemas “democráticos” fueron montados sobre estructuras corruptas y coercitivas, igual a lo ocurrido, con el acuerdo de paz de Juan Manuel Santos (2016) que hoy muestra sus fallas producto de la impunidad.
@hdelgado10