«Un país bien gobernado por la pobreza es motivo de vergüenza. Pero en un país
mal gobernado, el motivo de la vergüenza es la riqueza». Confucio.
Nada que celebrar si no exigir en la calle los derechos constitucionales expropiados fue la proclama que más gritaron los trabajadores venezolanos este 1ero de Mayo en distintas ciudades del país, donde cansados, maltratados, atropellados, golpeados pero nunca derrotados o doblegados, respondieron unidos a un gobierno que dice, -muy hipócritamente-, ser de origen obrero que ha llegado a la «aberración laboral» de mantener un salario mínimo mensual de cinco dólares con 22 céntimos.
Esta es una verdad inédita, dura, cierta y desproporcionada a cualquier otra conocida en el mundo acerca de lo que ha sucedido en Venezuela desde 1999 cuando a Miraflores llegó por vía del voto, —sin trampas ni abusos del poder desplazado—, un modelo político e ideológico izquierdista fracasado, atrasado y malogrado desde sus cimientos llamado la Revolución del Siglo XXI. No les ha bastado haber tenido multimillonarios ingresos petroleros que los venezolanos sabemos adónde han ido a parar. Ese dineral precisamente no ha sido distribuido para el progreso, superación, bienestar, confort y la seguridad social de millones de ancianos, niños, jóvenes, mujeres y hombres. La mejor muestra, evidencia y prueba de la actual realidad del país son los más de siete millones de hermanos, padres, hijos, hijas, primos, amigos o conocidos que huyeron a otros destinos en el mundo donde viven, trabajan y disfrutan de una mejor calidad de vida que en su propio país.
Esta verdad dolorosa también es otro logro «Hecho en Socialismo» cuando ni la familia se ha salvado de ser disgregada, separada o desunida por la peor crisis socioeconómica de nuestra vida republicana que han significado los 24 años de la llamada «Revolución Bonita».
No soy economista ni experto en finanzas. Quizá mucho de ustedes tampoco, pero lo que si tengo claro es que el salario y los ingresos del venezolano comenzaron a venirse palo abajo, despacito, lentamente y poco a poco cuando el desaparecido presidente Hugo Chávez soltó de sus labios el «exprópiese» de negocios una mañana en la Plaza Bolívar de Caracas, que más adelante continuaría la ruta de la debacle de cierres, quiebres, destrucción y desaparición de empresas, industrias y desarrollos agropecuarios en cualquier región del país que, lógicamente, fracturó, debilitó, resquebrajó e hirió de muerte el aparato productivo nacional y a la larga ese y otros errores, atrocidades y pelones de cálculos «revolucionarios» en la conducción de la economía nos ha traído al borde de un precipicio que lo sentimos en nuestro presupuesto familiar.
Por eso, aún cuando la propaganda oficialista atribuya que la desgracia que nos afecta es consecuencia de las sanciones económicas promovidas por el malvado imperio gringo, los venezolanos no creemos en cuentos de camino como dicen en nuestro llano. Sabemos que el volumen de dinero que ha manejado la Revolución Bonita ha sido superior a todos los presupuestos juntos de los gobiernos de la IV República desde Rómulo Betancourt hasta el de Rafael Caldera Rodríguez. ¿Cuáles son los resultados en beneficio del país y su gente?. Esa es la pregunta sin respuesta.
La jornada unitaria de los trabajadores venezolanos transcurrió según lo previsto por sus organizadores. La gran diferencia este año fue la presencia de más gente en relación con la misma convocatoria del 2022. En el caso del Zulia maestros, docentes universitarios, empleados públicos, gremios profesionales, comerciantes informales, jubilados, pensionados, desempleados, sindicatos del sector privado y trabajadores de la industria petrolera, entre otros, marcharon desqde la Inspectoría del Trabajo en la avenida 5 de Julio, hasta la sede de Fetrazulia, donde los líderes sociales y de organizaciones políticas, a una sola voz, pronunciaron discursos muy reveladores y dramáticos de la grave situación salarial que padece la clase trabajadora del país, sobre la base teórica que del ingreso mensual depende cada familia para cubrir las mínimas necesidades más basicas.
Otra sería hoy Venezuela si el despilfarro, la regaladera, el uso abusivo de la chequera que caminaba por América Latina, el chuleo internacional de algunos «camaradas» y la fiesta de la corrupción de los dineros públicos no hubiesen tenido el destino que decidió darle el peor modelo de gobierno de nuestra historia republicana. El daño está hecho y llorar no es la solución. La respuesta está en la actitud de cada venezolano. En cada uno de esos miles que marcharon este 1ero de Mayo y también de quienes no pudieron hacerlo por motivos diversos, pero convencidos, claros y dispuestos a no permitirse claudicar ni a tirar la toalla en señal de estar vencidos, fatigados o desilucionados psra seguir luchando de pie.
Durante el desarrollo de la marcha en Maracaibo no fue mucho, nunca desbordante ni extremo, el entusiasmo o la alegría —característico de la fecha— en el rostro de los trabajadores activos, pensionados o jubilados esperando el anuncio que llegaría en horas de la tarde de ese día, cuando el jefe de Miraflores anunció el incremento de la cesta ticket a 40 dólares y 20 dólares en el Bono de Guerra Económica, dejando sin variación alguna, intacto, el salario mínimo de 130 bolívares o su equivalente de cinco dólares con 22 centavos. Este anuncio revela la poca o nada consideración que la Revolución Bonita tiene con la tercera edad al dejar sin modificación el monto de las pensiones de 130 bolívares, amén, que los más viejos de este país no disfrutan del Bono de Guerra Económica ni menos de cesta ticket para alimentos y medicinas. En resumen diría que los trabajadores seguirán en la calle hasta lograr un salario justo, contratación colectiva, HCM y otras conquistas sociales que la Revolución Bonita les «expropió» a lo mejor por aquella frase que «ser rico es malo».
José Aranguibel Carrasco