José Aranguibel: “El 4F inició el cambio de un populismo por otro peor”

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“El que manda debe oír aunque sean las más duras verdades y, después de oídas, debe aprovecharse de ellas para corregir los males que produzcan los errores”. Simón Bolívar

Nada mas me gustaría haber escrito hoy que Venezuela después de 31 años del intento de golpe de Estado del 4 de febrero de 1.992, registrara otras cuentas, balances, consideraciones y positivos resultados en economía, educación, salud, empleo, servicios públicos, libertades públicas y una excelente calidad de vida de su gente. Pues bien, no ha sido así, sino que el naciente populismo de la Revolución del Siglo XXI destrozó, destruyó y malogró esa posibilidad de una mejor vida, convertido su discurso político en la peor estafa y engaño contrario al que ellos criticaron, combatieron y justificaron contra el populismo del puntofijismo cuando insurgieron aquel aciago día.

Demasiado es el tiempo y mucha también el agua que ha pasado por debajo del Puente General Rafael Urdaneta, cuando la madrugada del 4F los venezolanos despertaron sobresaltados, extrañados y confundidos de las acciones del movimiento insurreccional que pretendió desplazar y sacar de la silla de Miraflores a Carlos Andrés Pérez y hacerse del poder por la vía violenta, repelida y derrotada por las Fuerzas Armadas Nacionales, FAN, leales, no al desaparecido dirigente nacido en el Táchira, sino a la Constitución Nacional de la República de Venezuela de 1.961.

El balance más demoledor de esa máquina trituradora de sueños y esperanzas que el mundo conocería como Socialismo del Siglo XXI, liderado por el extinto presidente Hugo Rafael Chávez Frías, tiene en su haber el logro de 7 millones 200 mil venezolanos que decidieron salir del país por razones de sobrevivencia, tras la búsqueda de mejores condiciones de vida. Son familias enteras las que han huido y siguen saliendo. Muchos hombres, mujeres, jóvenes, niños y ancianos han quedado en algún tramo del camino. Quizá una cruz enterrada en el suelo sea el único recuerdo que su cuerpo está en tierras de la selva del Darién o en el gélido suelo de la cordillera andina de Colombia, Ecuador, Perú o Chile. Algunos han perecido ahogados en el río Bravo, tratando de lograr el sueño americano o presas de coyotes y traficantes de personas, han desaparecido en la frontera de México. Y no menos han naufragado en aguas del Caribe.

Decir o negar que en la otra Venezuela los actos de corrupción, demagogia, abusos de poder, miseria y descomposición social había ganado terreno y no hubo interés, o muy poco de corregirlos, es cierto. Pocos fueron los que se atrevieron a eliminar la fruta podrida del guacal. Otros ávidos de poder y gloria fueron débiles y complacientes. Una sociedad de cómplices dijo en vida Jorge Olavarría. También los hubo, como dice el refrán, que eran parecidos al zamuro que se come a todos, pero nadie saborea sus despojos. Decir lo contrario sería cegarnos y caernos a mentiras.

Sin embargo, lo visto hasta ahora en nada o poco asemeja la magnitud del retroceso que hemos tenido como país en 24 años de gobierno del llamado “poder del pueblo”, ese mismo que muchos venezolanos no vemos en calidad de vida, buenos servicios o oportunidades en una nación que ha visto llenar en dos décadas la botija por concepto petrolero, pero en la práctica por miles de miles
los ciudadanos somos parias socialmente desguarnecidos.

Ya es común y nada contrarrevolucionario ver a través de las redes sociales a dirigentes de la Revolución quejándose de la conducción de la patria de Bolívar, donde las necesidades, precariedades y apuros para sobrevivir también toca a sus puertas. Muchos de ellos venidos a las filas del proceso desde AD, Copei, MÁS, PCV y de movimientos sociales, han terminado por convencerse que antes del 4F de 1.992 “éramos felices y no lo sabíamos”.

Otros, contrariamente en uniforme o no, hoy saborean las mieles del poder nacido de aquella célebre frase del “Por Ahora”.
No obstante, espacio y tiempo no hay para enumerar uno a uno cada triunfo, obra, realización en favor de la gente o lo dejado de hacer. Les aseguro que no me lo contaron ni me lo dijeron. Los que estamos adentro o los que se fueron formamos parte de esta historia de la maltratada Venezuela.

José Aranguibel Carrasco