“Se puede aprender lo que se sabe y descubrir lo que ya se ha encontrado” nos dice Vladimir Jankélévitch. Todos los años el 12 de octubre de 1492 es tema de celebración o condena. La mayoría es indiferente e ignorante feliz ante los desvelos náuticos de Cristóbal Colón de arribar hasta el Asia por el Oeste: y hacen bien, ya que el pasado es desmemoria. Y quienes algo pretendemos saber de acuerdo a un conocimiento cosificado e impuesto junto a otro aleatoriamente adquirido seguimos tejiendo y destejiendo sobre el controversial hecho.
La historia es un rompecabezas de recuerdos rotos y sesgados que una persona llamada historiador se encarga de acomodar dentro de un relato hecho a su propio gusto. Así que siempre hay que desconfiar de las versiones únicas, y muy especialmente, las «totalitarias» desde el Poder. La historiografía es un asunto de credibilidad y buena fe.
Para comprender 1492 hay que procurar meterse en la piel de los principales protagonistas de ese suceso. Y ver más allá de los mapas mentales y jaulas ideológicas impuestas desde la escuela, familia y poderes. El abuso anacrónico ejerce polémica y hegemonía sobre esta fecha. El 12 de octubre de 1492 ha quedado reducido a una percepción de buenos y malos. Visto así el asunto es muy difícil llegar a lo esencial del hecho histórico.
El 12 de octubre de 1492 fue un descubrimiento europeo que devino en la invasión del continente americano. ¿Bueno o malo? Muy bueno para España y Portugal y muy malo para los nativos que perdieron la guerra. La Conquista de América fue precedida por otra Conquista de América llevada a cabo por los polinesios, australianos y asiáticos sobre un continente vacío desde tiempos inmemoriales. Más luego, entre ellos mismos, practicaron sus propias guerras de conquistas. El mito del buen salvaje es sólo mito.
La conquista de América fue bacteriológica. El arma secreta de los españoles fue la viruela. Tan secreta que ni ellos mismos lo sabían aunque fue tan efectiva como atroz ya que millones perecieron en esta tragedia. Esto explica en gran medida por qué unos pocos soldados europeos hicieron morder el polvo a poderosos imperios como el Azteca e Inca.
La primera globalización mundial se inició en 1492. 1492 hizo del sistema capitalista una Economía-Mundo (Immanuel Wallerstein). Y desde la expansión capitalista de España, Portugal, Inglaterra y Francia se hicieron propietarias de vastos territorios coloniales que explotaron a sangre y fuego. El progreso y las riquezas se consiguen a expensas de otros en la Historia. Un ascenso a la modernidad como un “corazón en las tinieblas” (Joseph Conrad). Razón por la cual Yuval Noah Harari en sus muy populares libros de divulgación sobre la aventura humana reitera que: “no hay Justicia en la Historia”.
Toda derrota es dolorosa y humillante, y más si se trata de una de tipo militar, la de un auténtico cataclismo sin posibilidades de revancha. “Las poblaciones eran arrebatadas en masa por las masacres, las epidemias, el trabajo forzado”, nos dice Jacques Lafaye en: “Los Conquistadores”. El exilio espiritual indio nos llega incluso hoy hasta sus sobrevivientes que han tenido que sufrir un mestizaje hiriente.
J. H. Elliot, uno de los más reputados americanistas ingleses, reivindicó siempre el lado positivo de 1492 a partir de las posibilidades del intercambio cultural entre el llamado Viejo Mundo y el Nuevo Mundo. Aceptar esto con algo de confianza nos viene bien ya que el optimismo histórico es esencial para reivindicar siempre a una humanidad paradójica y con algunas ansias de redención.
DR. ANGEL RAFAEL LOMBARDI BOSCAN
DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LUZ
@LOMBARDIBOSCAN