«¿Por qué no le quitan el nombre de «Cárcel Pública» a esto y lo llaman «Matadero Público de Hombres?”. José Rafael Pocaterra (1889-1955)
Pocaterra nació en Valencia y murió en Montreal, Canadá. Y nos recuerda el atormentado destino de tantos venezolanos lanzados al exilio por razones políticas. Hay un dato interesante que merece ser corroborado y es éste: 10.000 venezolanos encontraron refugio en Nueva York durante los cuarenta años de las dictaduras de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez. Es muy probable que la mayoría de ellos hayan pertenecido al patriciado caraqueño desplazado por los primitivos campesinos del Táchira andino colombo-venezolano.
Debemos leer a Pocaterra para concluir que la Historia de Venezuela es la trágica persistencia de la violencia de los hombres fuertes y del Partido Militar sobre las aspiraciones de una República de civiles ilustrados. Pocaterra fue un disidente de las dictaduras de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez. También estuvo en contra de Pérez Jiménez. Estuvo preso en el Castillo de Puerto Cabello y San Carlos. Además de La Rotunda. Su testimonio nos muestra los horrores de la represión.
Las cárceles en el castrismo y gomecismo eran cementerios. Auténticas tumbas de muertos vivientes y aun así muchos pudieron sobrevivir desde una resistencia sobrehumana. Algunos como Pocaterra hasta tuvieron arrestos para escribir o aprender idiomas o testimoniar el horror que produce la insania de los herederos de Adán y Eva. Pocaterra es un testimonio terrible de una Venezuela primitiva y rural de presos políticos, (civiles y militares) que pagaron con cárcel, torturas, envenenamiento, hambre, penurias y exilio su oposición a las dictaduras.
«La Vergüenza de América» era el título original de éste desagravio del mal. La vergüenza era Juan Vicente Gómez, un “tigre” rodeado de otros tigres. Los contemporáneos de éste Tiberio tropical y que le sirvieron sumisamente pensaron de manera diferente al referirse a éste como un “César Democrático”. Los hechos históricos no son los hechos históricos sino el recuerdo de las memorias dominantes.
«Esta noche, en el silencio de las nueve casi, el teniente Jorge Ramírez R. exclama iracundo, desesperado, desde el fondo de la celda donde agoniza: «Quiera Dios que esta tisis y estas disenterías que nos matan, desarrollen una pestilencia que acabe con Gómez, con Caracas y con todos los venezolanos. Reina una calma angustiosa. A ratos, en la sombra, un grillo de hierro chilla en la argolla, y otro, el insecto zanquilargo que le presta su nombre inocente al aparejo de torturar, modula desde alguna grieta húmeda, allá en el patio, su reclamo de amor … Evoca campiñas frescas, hierbas muy verdes a la orilla del agua, noches provincianas del buen sueño doméstico. Es más cruel la crueldad del hierro chirriante en las pausas con que el animalito pauta su estribillo, fresco y puro».
Debemos leer a Pocaterra hoy para concluir que la Historia de Venezuela es la trágica persistencia de la violencia de los hombres fuertes y del Partido Militar sobre las aspiraciones de una República de civiles ilustrados. Termina Pocaterra la crónica de horrores que padeció con una «Necrológia de Cipriano Castro» (1924) y «En la tumba del General Gómez» (1936). Pocaterra les sobrevivió y con ello decreta su victoria personal, social y hasta moral sobre los dos dictadores de quien fue prisionero.
DR. ANGEL RAFAEL LOMBARDI BOSCAN
DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LUZ
@LOMBARDIBOSCAN