En diciembre de 1993, una noticia recorrió al mundo. Pablo Escobar Gaviria, el líder del Cártel de Medellín había muerto. Se cerraba un capítulo de un sistema político, económico y delictivo, con el que “El patrón” irrespetó los linderos del caciquismo colombiano, claramente definidos, y pagó cara su osadía, pues pisó el peligroso territorio de la élite cachaca instalada en Bogotá.
Ese caciquismo reflejado desde la época pre hispánica se ha perfeccionado con el tiempo en sus sistemas de funcionamiento, hasta convertirse en estructuras internas perfectamente relacionadas, al punto que cada región del extenso territorio colombiano tiene caciques y sub caciques dependiendo del rol que cumpla dentro del sistema nacional, es decir cuando su política, su economía, la seguridad y los factores sociales se mueven es porque “los intereses y los negocios están cuadrados”.
Las últimas elecciones presidenciales demostraron que quien gana en Colombia es el que suma la mayor cantidad de alianzas con los caciques, ellos controlan cada región, activan la compra de votos, garantizan movilizaciones, manejan los negocios legales e ilegales (narcotráfico y minería ilegal) y son los beneficiarios de las partidas presupuestarias en infraestructura y programas sociales. La llegada de Gustavo Petro a la presidencia consolida el “poder cachaco”, iniciado por Juan Manuel Santos que propone la pacificación como sea del país, para beneficio de los grandes intereses de la élite que ha dominado al país durante toda su historia y compartir de una vez por todas la torta.
La contienda electoral fue un gran escenario gatopardiano, aunque algunas analistas la consideraron perfecta si se evalúa bajo el paradigma “el fin hace los medios”, fue mediocre al igual que el rol de los medios, el oscurantismo en el financiamiento predominó, hubo innumerables denuncias de irregularidades en el proceso (compras de votos que no son novedad), discursos vagos, shows superficiales televisivos, estrategias destructivas, engaños, etc, un escenario que dejó una gran deuda con un país ávido de una propuesta que le permita superar sus problemas de desigualdad, injusticia, violencia y venganza histórica.
Luego de las reuniones protocolares, en las que Petro trató de transmitir consenso, respeto, reconciliación, con Rodolfo Hernández y Álvaro Uribe y otros personeros políticos, el encuentro con el ex presidente podrá considerarse -en el futuro- como un “juramento a la bandera”, o una búsqueda de apoyo en el Congreso para garantizar mayorías. Otras interrogantes que emergen de este encuentro: Qué ocurrirá con los irregulares procesos judiciales que le siguen; cuál será el nuevo rol del político paisa luego de haber resuelto con su plan de seguridad democrática (2002-2010), la anarquía dejada por la élite cachaca (Ernesto Samper y Andrés Pastrana) y darle estabilidad a los gobiernos de Santos e Iván Duque. El triunfo izquierdista permite ahora salir del “colado” y retomar el control del poder de quienes por tradición histórica lo tienen.
Ya en los años 90 en Colombia se refería a “la ventana negra” del Banco de la República. Se decía que era la forma como la economía nacional legalizaba el dinero generado por el narcotráfico, que a “vox populi” se mantiene, ahora apoyado por redes internacionales y la tecnología. Los colombianos en todas las regiones y estratos sociales saben quiénes están metidos en el negocio, desde políticos hasta militares, dónde están sus propiedades, quiénes sus amigos, etc.
Ahora se abren interrogantes en el nuevo gobierno. Cómo hará para tratar con Estados Unidos de América los asuntos en la zona fronteriza cuando se sabe su simpatía con el régimen de Nicolás Maduro y la alianza narcoguerrilla. Con antelación – extraoficialmente- el Departamento de Estado había suspendió –antes de las elecciones- la venta de armas de alta tecnología. Qué hará Petro con sus aliados políticos y de negocios. Fusionará todos los asuntos oscuros y legales ya existentes de la sociedad, para crear el marco de impunidad necesario y consolidar el plan de paz propuesto por Santos (26 de septiembre 2016), un modelo peligroso que demostró su fracaso cuando EUA montó sobre la estructura opresora el modelo democrático y hoy Latinoamérica está pintado de rojo.
La experiencia del Cartel de Medellín y de la ventana negra del Banco de la República muestran la fusión de intereses de los caciques que históricamente han dominado el poder en Colombia. Lo único que deben entender sus miembros es que deben respetar sus linderos y no pisar más allá, porque en Colombia sí saben matar.
@hdelgado10