Recuerdo mi época de la universidad donde estaba más confundido que un “sordo en misa”, estudiaba economía pero la mayoría de libros que leía eran de psicología, para finalmente trabajar como ingeniero sin serlo. En esas andanzas del psicoanálisis seguía mucho a Erich Fromm, pensador marxista, pero creyente del socialismo humanista, en uno de sus libros “Psicoanálisis de la Sociedad Contemporánea”, abordo el tema del impacto en la sociedad y la forma de vivir de la gente como resultado del sistema de producción capitalista. Fromm resaltaba lo nefasto que es para la dignidad humana una sociedad de consumo como la estadounidense, y en su lugar el socialismo era la salvación. Claro hay que tomar en cuenta que mi admirado autor, no conoció los avatares del socialismo, los cambios en la China, el desenlace de la antigua Unión Soviética, el ocaso Cubano y el socialismo del siglo XXI.
Los planteamientos de Fromm tenían, además de profundidad, cierta influencia ideológica, sin embargo, hay que reconocer que la sociedad norteamericana, es en extremo compleja, con algunas características horrorosas y otras de máxima sublimidad. Me defino como un apologista del modus vivendi occidental y crítico acérrimo del esquema comunista. Sin embargo, siento vergüenza ajena por los desgraciados eventos, donde muchachos que debiendo estar estudiando, aprendiendo, con la ilusión de enorgullecer a sus padres, con el afán de triunfar en sus vidas en pro del bien y del amor, lo que hicieron fue aprender el arte de asesinar, el manejo de armas, planificando y ejecutando eficientemente crímenes despiadados contra el ser humano incluyendo inocentes niños, ¿Qué aberración humana? Esos hechos recientes y en aumento, deben ser objeto del más profundo análisis por parte de la sociedad y las autoridades de los Estados Unidos. Que si las causas es el fácil acceso a las armas, que si son los medios de comunicación, las perversas redes sociales o la falta de integración familiar de respeto y amor, vaya usted a saber, pero ese estudio tiene que darse en ese país, ya que seguramente, en estos momentos, hay miles de muchachos con la mente atormentada, admirando a esos nefastos personajes y proclives a imitarlos, convencidos que eso es grandioso y que pasarán a la historia como héroes.
En esos episodios sale a relucir, el fenómeno del “Bullying” como una causa raíz, mi opinión es que todo niño o joven que practique esa conducta con sus compañeros, es definitivamente, un niño carente de autoridad y amor por parte de sus padres, no aprendió, no solamente la capacidad de querer a sus semejantes, sino tampoco de respeto, ese niño probablemente sea un adulto cruel, es responsabilidad plena de los padres, la agresividad de los niños. Un niño que es amado, acariciado, apoyado y respetado, no tiene porque albergar odio en su mente contra los otros niños a quienes considera de menor valía.
Estos temas me transportan a los años sesenta en la época de primaria, donde se practicaba bullying pero no se llamaba de esa manera. Recuerdo perfectamente que tenía ocho años de edad y un compañero de apellido Rojas, lo recuerdo perfectamente, era muy pobre y de piel muy oscura y los otros alumnos lo agredían y lo apodaban petróleo. En una oportunidad, Rojas me pregunto: ¿Barboza por que vos no me tratáis como me tratan los demás? Y mi respuesta fue: Rojas yo le conté a mi mama lo que pasa en el salón con los muchachos que te agreden, y ella me dijo, que el hecho de que seas pobre y de color oscuro, no te hace menos que los demás, y que yo siempre debía tratarte con respeto. Pues bien, esa platica con mi bella madre marco mi vida, nunca fui agresivo con mis pares, jamás he calificado a la gente por lo que pudiera tener, sino por lo que posee en su corazón.
Como yo fui un niño sobreprotegido y “faldero” era objeto de agresiones, sobre todo en el liceo. Ya estábamos a principios de los años setenta, la época de las patotas, la marihuana, nuevos movimientos musicales como el punk, la música disco, el pop personal, el heavy metal, rock sinfónico, entre otros. En ese ambiente, nunca faltan los graciosos que pretenden hacer fiesta, con lo más tímidos y niños de “papi y mami” como lo que yo proyectaba. Pero había un importante detalle, nunca tuve miedo y no estaba dispuesto a permitir se abusara de mi, y como era fuerte, me entraba a golpes con el mas “pintao” saliendo triunfante. Pero habían unos “malandritos” más grandes que yo, donde no tenía posibilidades de ganarles a golpes, entonces, se me ocurrió hacer algo exótico, que nunca lo supieron mis padres, y fue que me llevaba escondida una daga en el bulto de cuadernos y con ella me gane el respeto de los “malandros” y “marihuaneros” de la comunidad.
Recordando esos episodios me vienen las siguientes interrogantes: ¿Si hubiese tenido un arma de fuego, en lugar de una daga, la hubiese usado con los “patoteros” que me asechaban al salir del liceo? ¿Algunos de los perversos autores de las últimas masacres, fueron objeto de agresiones y por ello tomaron esas decisiones? ¿Pero por que lo hacen con inocentes, con niños? Definitivamente, la respuesta está en la familia y en el amor, la sociedad necesita un psicoanálisis.
Alberto Barboza
Coach Gerencial en liderazgo, planificación y productividad
Mail: [email protected]
TW: @Abarboza192