Los políticos israelíes están condenando la invasión a Ucrania, pero sin señalar al invasor.
El primer ministro Naftali Bennett pidió «detener el derramamiento de sangre», aunque evitó mencionar a Vladimir Putin, y su antecesor, Benjamin Netanyahu, le sugirió al gobierno que «hable menos de lo que no se debe hablar y que se ocupe mucho más de la verdadera amenaza existencial para nuestra seguridad», en referencia a Irán.
La ministra del Interior, Ayelet Shaked, prefirió centrarse en las consecuencias de la guerra y pronosticó que «cientos de miles» de inmigrantes provenientes de Rusia, Ucrania y las antiguas repúblicas soviéticas llegarían a Israel en las próximas semanas. Por su parte, la aerolínea israelí El Al seguirá operando los dos vuelos diarios que unen Tel Aviv con Moscú, cuando Estados Unidos y la Unión Europea acaban de cerrar su espacio aéreo a los aviones rusos.
Es que el conflicto entre Rusia y Ucrania es un asunto incómodo para Israel. Por empezar, mantiene vínculos culturales y humanos con ambos países, que cuentan con importantes comunidades judías. En 2019, el 70% de los inmigrantes que llegaron a Israel lo hacía desde el antiguo bloque soviético, principalmente Rusia y Ucrania. Ahora superan el millón y medio de habitantes -en un país de más de 9 millones- y ganaron peso propio en la sociedad israelí.
Pero también hay cuestiones geopolíticas en el medio. La alianza con Estados Unidos no le impide a Israel entenderse con Rusia. Putin deja que el Ejército israelí libre su guerra contra Irán en territorio sirio. A Jerusalén les sirve para frenar la expansión iraní en la zona, algo que Moscú aprueba, y cualquier mensaje oficial en contra de la invasión a Ucrania pone en riesgo la propia seguridad de Israel.
Este último tiempo Zelenski habló de Israel como modelo de país. Es la herramienta más efectiva que tiene para derribar el discurso de Putin sobre la necesidad de desnazificar Ucrania.
El gobierno de Bennett elude cualquier comentario en torno a las declaraciones de Putin sobre «desnazificar» Ucrania y por ahora no se pronunció sobre el pedido que hizo Volodimir Zelenski a «todos los judíos del mundo» para que «no permanezcan en silencio» ante los ataques de las tropas rusas. En Washington desaprueban la posición israelí, e incluso el senador republicano Lindsey Graham le recriminó a Bennett que se negara a vender a Ucrania misiles Stinger.
Para no enojar demasiado a su aliado, Israel acompañó el miércoles en la ONU el voto mayoritario de la Asamblea General que «deplora en los términos más fuertes la agresión de la Federación de Rusia contra Ucrania». El canciller israelí Yair Lapid dijo poco después que «nuestros socios estadounidenses también entienden que hay dos puntos que debemos tener en cuenta y que nos exigen ser cuidadosos».
Estados Unidos e Israel tiene visiones distintas respecto al programa nuclear iraní. Para los israelíes, el régimen de Teherán es una amenaza existencial, y sobre ese base ha diseñado una estrategia regional. También comienza a proyectar una política exterior más autónoma. Bennett habló por teléfono con Zelenski y Putin para tantear las partes y el presidente ucraniano lo propuso como mediador. Y el primer ministro de Israel lo ve como una oportunidad.
«Es una situación difícil de sostener, pero le da a Israel un posicionamiento único. Desde la disolución de la Unión Soviética, Rusia e Israel desarrollaron unos vínculos que se estrecharon mucho en la época de Netanyahu. Kissinger dijo una vez que Israel no tiene política exterior, sino política interna. Este vínculo con Rusia sirve mucho para un país cuya población proveniente de la exURSS conforma una fuerza electoral importante y muy cercana a Putin», dice a LPO Kevin Ary Levin, máster en Estudios de Medio Oriente por la Universidad de Columbia.
Levin destaca que «ese vínculo ni siquiera se rompió cuando apoyaron a bandos contrarios en la guerra civil siria». «Al no haber un diálogo directo entre Damasco y Jerusalén, Moscú es la vía de acceso a ese diálogo y la garantía de que el conflicto no se va a expandir más allá de las fronteras de Siria. Rusia considera a Israel un aliado especial en la región», apunta.
También juegan un rol los magnates con doble ciudadanía, como Roman Abramovich, a quien Zelenski ofreció mediar en el conflicto. O Íhor Kolomoiski, uno de los hombres más ricos de Ucrania, ciudadano ucraniano e israelí, considerado el creador de la carrera política del actual presidente. Zelenski apela a su origen judío para involucrar en el ataque del Kremlin a Bennett y los millonarios rusos con doble pasaporte.
«Este último tiempo Zelenski habló de Israel como modelo de país. Es la herramienta más efectiva que tiene para derribar los mitos de la necesidad de desnazificar Ucrania. Eso incomoda a Israel, porque Putin también tiene buenas relaciones con empresarios como Abramovich y figuras religiosas de la comunidad judía, como el gran rabino de Rusia, muy cercanos a su círculo», destaca Ary Levin.
El problema es que Israel tiene un gobierno de «doble comando» con Bennett y Lapid. El canciller «fue claro cuando dijo que Israel debería estar con Ucrania», planteando una divergencia interna ya que «el discurso anti ocupación que se sostiene para Ucrania incomoda» a algunos partidos de la actual coalición que gobierna Israel. «El discurso del nacionalismo ruso es no somos potencia ocupante porque ese territorio está ligado históricamente a Rusia’. Es el argumento de la derecha israelí», resalta el sociólogo.
Zelenski denunció el ataque ruso sobre la torre de televisión de Kiev, en la zona donde se emplaza el memorial de Babi Yar, que conmemora el asesinato de más de 33.000 judíos durante la segunda guerra mundial. El presidente ucraniano es judío y parte de su familia murió en los campos de concentración del nazismo. Su abuelo combatió con el Ejército Rojo contra Hitler. Zelenski comparó la invasión de Rusia con la Alemania nazi y la cuenta oficial de Ucrania en Twitter equiparó a Putin con el genocida alemán.
Jorge Knoblovits, presidente de DAIA (Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas), explica a LPO que Babi Yar «nos recuerda la mayor tragedia de la humanidad que tuvo su epicentro justamente en esta Europa que vuelve a sufrir el desastre de la guerra».
Knoblovits destaca que «lo más importante a estas horas es frenar la violencia desatada por la invasión rusa» y considera «absolutamente inadmisible» el argumento de Putin de «desnazificar» Ucrania.
«Justificar la invasión a Ucrania, un país democrático, diciendo que el objetivo de Rusia es ‘desnazificarlo’ me parece absolutamente inadmisible. Sobre todo viniendo de un líder autócrata como Putin que ha mostrado desprecio por los derechos humanos», dijo Jorge Knoblovits, presidente de DAIA.
«En Ucrania existen grupos de extrema derecha y ultranacionalistas, pero que no son diferentes a aquellos partidos que también actúan en varios países occidentales y que en muchos casos tiene representación parlamentaria o son parte de coaliciones de gobiernos. En las elecciones de 2019, la extrema derecha ucraniana recibió solo el 2% de los votos. El resurgimiento de este tipo de grupos, sobre todo en Europa, es preocupante y se los debe combatir con las herramientas que nos da el Estado de Derecho», asegura Knoblovits.
Patricio Porta/La Política Online