Los herederos del golpismo, mezclados con los protagonistas sobrevivientes de semejante locura, no tienen mesura a la hora de pretender lanzar cohetes para «celebrar» uno de los acontecimientos que más repudio registran en la hora actual de Venezuela. Han transcurrido treinta años de aquellos dos intentos militaristas que buscaban asesinar al Presidente Carlos Andrés Pérez y los autores materiales e intelectuales persisten en justificar lo que, para la inmensa mayoría de los venezolanos, es la causa de la tragedia que en todos los órdenes acusa nuestra nación. Tal comportamiento nada tiene que ver con fanatismo, mucho menos con posturas frenéticas, eso más bien obedece al más frio cinismo que domina esos espíritus dispuestos a simular orgullo por causas desvergonzadas como esa que no puede ser glorificada porque se le marchitaron las flores.
El crimen no es ideología, y esas comparsas ya no están en condiciones de tararear estribillos para gritar eso de “la espada que camina por América Latina”. Lo que ve la gente es un celaje espantoso que no puede esconder esos vientos que hacen desplazar algo que huele a podrido, muy putrefacto y desintegrado, por la monstruosidad de tantos delitos perpetrados por esos impostores que terminaron constituyendo una peligrosa corporación criminal. Se les secó el árbol de tres raíces y las ramas del Samán de Güere no dan sombra a esa banda de narcotraficantes que terminó trastocando aquel “juramento” en un compromiso con las peores acciones de la mafia que son.
Hace treinta años pretextaron, para justificar los asaltos a La Casona y al Palacio de Miraflores, que “había corrupción”, y resulta que ahora tenemos al régimen mas corrupto de la historia, no de Venezuela, sino del mundo entero, porque el robo acometido no tiene parangón en ningún país de la tierra. También dijeron que “los militares patriotas estaban molestos porque le estaban entregando El Golfo a Colombia”, ¿Y que tenemos ahora? Que se ha desarrollado una trama conocida como la invasión consentida, abriéndole las puertas de la patria, de par en par, a la narcoguerrilla, a los terroristas y convirtiendo a nuestro país en la lavadora de capitales ilegítimos mas grande del planeta.
Después de aquel “por ahora” del comandante parlanchín, los venezolanos solo escarmientan una gran verdad: ahora somos mas pobres, ahora de verdad que las pandillas judiciales que controlan los tribunales nos hacen evocar a las llamadas tribus como revoloteos de palomas blancas, ahora si está derrumbada la economía, la inflación hace estragos y ahora no se habla del acrecentamiento de la tarifa del transporte ni del aumento de unos céntimos al precio de la gasolina, sino de que acabaron con PDVSA, arrasaron con las refinerías y el Metro ya no es reluciente sino una pocilga que nos abochorna.
Por eso es que la ciudadanía clama para que ese régimen sea desalojado de la nación. Por eso es que la ciudadanía lucha para que haya justicia, no simulaciones de juicios tramados, pretendiendo desvirtuar la fase de investigación que avanza en la Corte Penal Internacional.
@alcaldeledezma