La generación pragmática se impuso en la política de Estados Unidos de América (EUA). Aunque sigue siendo el país más atractivo para vivir, aún con la caída de su calidad de vida, esta potencia en su replanteo de la política mundial, pierde terreno a pasos agigantados frente a sus contrincantes: Rusia y China, conjuntamente con sus satélites Bielorrusia, Cuba y Corea del Norte.
La academia de EUA es clara en sus estudios. Desde las dos últimas décadas del siglo XX ha investigado sobre los cambios, las amenazas, las posibilidades generadas por la vertiginosa transformación digital y de las comunicaciones, llamadas a impulsar –supuestamente- la democracia mundial, porque divulgarían con mayor fuerza sus principios: Discusión de las ideas y la libertad, gracias a la dinámica del Internet y las redes sociales.
Las tendencias y acciones expuestas por el subsecretario de Defensa para Asuntos de Seguridad Internacional del gobierno de Bill Clinton y profesor de la Universidad de Harvard, entre los 80 y 90, Joseph Nye Jr, relacionadas con la búsqueda de soluciones no violentas para los asuntos internacionales, la definición de respuestas compartidas y el uso de la fuerza como última recurso, por parte de EUA, no son asertivas cuando se enfrentan regímenes autoritarios y abiertamente violadores de los derechos humanos y de la libertad de prensa, como lo son China y Rusia.
Ese desequilibrio se profundiza con la capacidad económica y armamentista que posee China, con su afán por garantizar materias primas se ha expandido por el mundo, apoyando regímenes aliados como el caso de Venezuela, en abiertas injerencias que EUA no puede contrarrestar, porque opera con relaciones oscuras y corrupción, sin que nadie se oponga a sus planes.
Por el otro lado, Rusia liderada por Vladimir Putin, aprovechando las ventajas de una mal llamada democracia logró establecer una red de intereses y de control político, que sin muchos recursos económicos está resucitando el viejo sueño imperialista, consolidando alianzas que ya le quitan los sueños a EUA y sus aliados europeos. Al igual que China, adelanta una estrategia de apoyo –en el caso particular de Latinoamérica- a regímenes como el de Nicolás Maduro –con armas y capitales-, que le permiten mantener una punta de playa en esta parte del mundo para imponer sus objetivos estratégicos.
Lo que está en juego en Latinoamérica no es un asunto local. Es un juego de “suma cero” de las potencias China y Rusia, con respecto a EUA y sus aliados. En alianza con Cuba y el devaluado Foro de Sao Pablo (FSP), que ahora tratan de resucitar con el Grupo de Puebla, han logrado desequilibrar la zona, incluso derribando la guinda de la democracia liberal: Chile. La izquierda iberoamericana demostró que la violencia sí puede triunfar; mientras –como dice el fotoperiodista venezolano Gustavo Bauer- los demócratas han mostrado una incapacidad total para encarar la violenta arremetida.
Con los disturbios ocurridos entre 2018 y 2020, en Chile, Ecuador y Colombia, la izquierda iberoamericana ya financiada por capitales norteamericanos, producto de la compra de petróleo a los regímenes de Hugo Chávez y Nicolás Maduro (hasta la aplicación de las sanciones impuestas por el gobierno de Donald Trump en 2018), demostró el efecto que tuvo este mecanismo de apoyo económico a grupos y políticos aliados, como el corrupto ex mandatario brasileño y líder del FSP, Ignacio Lula da Silva (2003-2010), Néstor y Cristina Kirchner en Argentina (2003-2015), Podemos de Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero en España, los dictadores Fidel y Raúl Castro en Cuba (1958-) , Daniel Ortega en Nicaragua (2007-), Evo Morales en Bolivia (2006-2019), Rafael Correa en Ecuador (2007-2017), Fernando Lugo en Paraguay (2008-2012) y el corrupto e inepto ex alcalde de Bogotá, Gustavo Petro en Colombia. Esta información ya divulgada en muchas ocasiones por la prensa internacional fue ratificada ante la justicia española, por el ex jefe de los servicios de inteligencia, Hugo Carvajal, sin embargo, estos actos injerencistas e irregulares no ha hecho ningún efecto legal porque todos los implicados siguen impunes.
En reciente entrevista (emol.com 24-12-2021), la diputada del Partido Popular de España, Cayetana Álvarez, critica al actual liderazgo democrático liberal y a las corrientes identitarias asumidas por la izquierda luego del fracaso del comunismo mundial. Haciendo referencia a lo ocurrido en Chile, la parlamentaria, considera que este proceso se “metió en un delirante laberinto constitucional”, producto del cuestionable rol del actual presidente Sebastián Piñeira, al haber permitido el derrumbe de un sistema institucional con grandes logros, para darle la razón a la violencia callejera.
Álvarez critica la complicidad europea cuando apoya e interviene directamente en Latinoamérica, permitiendo lo que ella denomina el “turismo ideal” que realizan en patio ajeno, como ocurren en Cuba, Venezuela y ahora Chile, con unos procesos revolucionarios que no aceptarían en sus propios países.
La victoria de Gabriel Boric abre un espacio de incertidumbre, crea expectativas que podrán o no cumplirse, y de ocurrir el costo puede ser muy alto para una sociedad que venía desarrollándose progresivamente y con logros evidentes que ahora pueden retroceder. El nuevo mandatario podrá convertirse en su propio enemigo sino logra cumplir con las promesas que la gente espera de él.
Ceder ante la violencia es contradictorio para las instituciones. Cayetana Álvarez dice que “Liquidar un orden constitucional a partir de una presión violenta en la calle es una pulsión temeraria, por no decir suicida”. Lo ocurrido en la región y en Europa, especialmente en España, pasa porque no hay fortaleza ideológica en quienes deben defender la institucionalidad democrática y quienes creen en ceder ante la violencia para evitar un mal mayor están equivocados, porque ella nunca genera el consenso necesario –por ejemplo- para construir una constitución”.
La parlamentaria del PP advierte que ya la Convención Constituyente chilena tiene elementos “poco racionales y democráticos en materia de cuotas de representatividad. “Las democracias modernas están construidas sobre la idea del ciudadano. Al margen de su sexo, religión, raza, color de piel o etnia, el ciudadano es el sujeto político”. En un Estado democrático de derecho los ciudadanos son libres e iguales.
La violencia impulsada en los últimos tres años en Latinoamérica, orquestada por la izquierda integrante del FSP, explota el resentimiento y el revisionismo histórico, solo se basa en actos emocionales y no racionales, lo cual hace que sus revoluciones sean extremadamente inestables y perjudiciales para el desarrollo de sus sociedades. Con el fracaso evidenciado en la caída del Muro de Berlín, dice Álvarez el reducto ideológico ahora es “la identidad”, que fundamenta su “revolución”, aliándose con los idearios recalcitrantes y anti modernos y deja atrás la igualdad, reduciendo el individuo al grupo (indígena, mujer o
negro) y desconoce su naturaleza individual.
Sus fracasos constantes son reflejo de esa inestabilidad e incapacidad para proyectar el futuro, tal como lo dice el editor argentino, Diego Fonseca: Llegan al poder pero no están preparados para gobernar, redistribuyen la riqueza pero no la saben generar y cuando se les terminan los recursos no saben qué hacer.
Ante la reacción izquierdista cabe destacar la apreciación del historiador israelí, Yuval Noah Harari de reconocer la importancia del capitalismo y la democracia liberal en el desarrollo de la humanidad, de su lucha constante contra el autoritarismo y ahora contra la tecnología. Amenazas que también reconoce el catedrático hispano, José Luis Cebrián quien destaca sus aportes, su crisis, la amenaza del Internet y las redes sociales, el auge de la post verdad en detrimento de la discusión de las ideas y el razonamiento, el deterioro institucional y la necesidad de rescatar sus pilares.
Otros académicos también dimensionan los problemas de la democracia y plantean soluciones. Zygmunt Bauman de la universidad de Leeds advierte sobre la pérdida de la confianza en el sistema democrático y la incertidumbre, la creciente desigualdad social, el descrédito de la política y sus líderes, y los efectos de la revolución digital, recomendando la comprensión que “el matrimonio entre poder y la política en manos del Estado-nación se ha terminado. El poder se ha globalizado pero las políticas son tan locales como antes”. Igual es interesante entender las cuatro advertencias y la toma de previsiones cuando se enfrenta a la amenaza autócrata y anti democrática, expuestas por Steven Livitsky, en su obra “La muerte de las democracias”.
Pero lo más destacable es el llamado a la acción. Cayetana Álvarez dimensiona este compromiso producto de su formación en Historia realizado en la Universidad de Oxford: “Las ideas del mundo liberal-conservador son las que han generado prosperidad y bienestar, clases medias, avances y progreso, a lo largo de los siglos. Allí donde se han implementado las ideas comunistas ha habido miseria y represión. Pero por algún motivo psicológico difícil de descifrar, las derechas mundiales no acaban de creerse sus propios relatos y le entregan la política a la izquierda. Ellos siempre están jugando con ventaja en la batalla política porque tiene el plano de la cultura en su favor. Y eso significa batalla ideológica, batalla cultural, batalla en los medios, batalla sobre las ideas”.
@hdelgado10