Hace años, digamos que desde 1959 hasta 1998, en Venezuela se entendía por política una actividad totalmente institucionalizada. No había ningún problema, los límites eran transparentes: gobierno, parlamento y partido, eran estas instituciones las que delimitaban la política y preestablecían una ruta para la activación y participación de los ciudadanos.
La izquierda tampoco hacia problemas con estas maneras de hacer política y participaba activamente en, y de ella, aun cuando sus más claros referentes (probablemente con la excepción del MAS) eran el Estado y el Partido, ambos con mayúsculas, lo cual proporcionaba cierta lectura de la Democracia en términos estrictamente instrumentales, para entonces, la normalidad política hizo que subestimáramos estas maneras de concebir la política y la democracia, pues en todo caso, la izquierda estaba reducida a una minoría insustancial igual que la derecha más extrema.
Pero el advenimiento del chavismo hizo que la política (su acción y su concepción) dejaran de ser lo que por ella entendíamos durante el largo periodo 58-98. La llegada de Chávez y ahora con Maduro, la política remite exclusivamente al aparato del Estado, personalizado en la figura carismática del líder populista que lo es “Todo” y desarrolla una concepción militar de la política y convierte a la Fuerza Armada, en el instrumento por excelencia de la definición de política, por eso es que el relato chavista se escribe en jerga militar; con el prejuicio de que la FAN era la organización más eficaz y racional para la organización del orden.
Infeliz ocurrencia, porque la FAN ha sido en uno de los productores fundamentales, acompañado por el PSUV, en la destrucción de la institucionalidad y del país. Maduro solo ha sido el heredero que no ha sido capaz de cambiar esa situación y no tiene porque hacerlo porque él solo ha sido un accidente que esta allí, no para cambiar nada, sino para que todo permanezca como lo dejó el que ahora está muerto y del cual se ha aprovechado y profundizado las practicas autoritarias.
Así que lo que al principio solo era una pretensión autoritaria, encarnada tempranamente por la tórrida figura de Chávez, se transformó, con él cuando el proceso se había consolidado y ahora con Maduro, en una dictadura.
En ese contexto la oposición también ha desplegado su propia concepción de la política y de la acción política, claro no es una concepción monolítica, hay matices que se expresan distinto, por ejemplo, si el exponente es Juan Guaidó o si es María Corina Machado, que parecen contrastar, aún cuando el objetivo sea el mismo: cambiar el orden vigente de la dictadura para dar paso a un régimen democrático.
Veamos rápidamente. La concepción que nos brinda María Corina Machado se inscribe abiertamente en una propuesta neoconservadora, con ello no quiero satanizar como haría la izquierda extrema tal planteamiento, ella misma lo ha dicho es una propuesta que pretende sustituir el poder político por el poder social, dicho en otros términos desplaza al Estado como código del orden social y político por el mercado como el nuevo código del orden.
Si uno oyera o leyera con cuidado el discurso de la señora Machado, tenemos que subrayar, a pesar de hablar de democracia, pluralidad y ciudadanía, un cariz personalista que no simboliza corrientes de opinión social sino las suyas. Así, ella misma, de manera latente y muchas veces expresa, ha dividido la sociedad, casi con el mismo relato chavista: los duros (ella) vs los blandos (los que dialogan), los que quieren un cambio (ella) vs los que colaboran con el gobierno (los que dialogan en Barbados), de nuevo los patriotas ( ella y los que le acompañan) vs los vendidos ( los que dialogan en Barbados), los que piensan en la negociación y en el acuerdo como salida de la crisis ( los dialogantes en Barbados) vs de nuevo los seguidores de un viejo cliché : la violencia es la única partera de la historia (ella y los que le acompañan que dicen que hay que arrebatarles el poder por la fuerza)
Por supuesto, no voy a cometer la desmesura de señalar que hay un tono igualmente autoritario en el discurso de Machado, pero siempre sospecho de todos aquellos que creen que la única situación autorizada es la que ellos encarnan.
La semana próxima, ahora carezco de espacio, dedicaré a algunos párrafos a la manera como se expresa la acción política y su concepción de la misma en los planteamientos que hace Juan Guaidó.