Hace varios meses el agua llega sucia a los hogares zulianos, ni el gobernador ni el alcalde asumen responsabilidades. Nadie protesta. Todos aceptan el mal servicio. Total algo que no se paga no genera derechos, pero si produce enfermedades. La frecuencia del suministro también varía, pueden pasar semanas, meses e incluso años sin que el vital líquido llegue. Y un camión te cobra mínimo $15 por llenar el tanque.
Los bajones y suspensiones durante varias horas del servicio de energía eléctrica son parte de la vida diaria de los venezolanos, queman costosos electrodomésticos que difícilmente se pueden reponer, han provocado muertes por distintas circunstancias y también han servido de fuente de enriquecimiento ilícito. Pero no hay responsables, tampoco exigencias porque no lo cobran.
El suministro de gasolina se ha vuelto otro martirio en el Zulia, dicen que en el resto del país el abastecimiento es normal”, pero aquí los conductores se la pasan “cazando puestos” (también los pueden comprarlo por $5) durante varios días para que les vendan 20 litros a precios dolarizados o subsidiados. Los mayores beneficiarios son los militares, funcionarios de la gobernación y alcaldía, y las redes de “bachaqueros”, que a diario “salen a trabajar” en las distintas estaciones de servicio, para luego revenderla a $25 o $30 el punto (20 litros de gasolina). Igual los corderos son testigos silentes del atropello.
En las dependencias públicas los servicios para obtener cualquier “documento gratis”, tiene su costo en dólares. Este fenómeno verde ocurre en las intendencias, oficinas públicas como el Saime y el Saren (registro y apostille), tribunales, universidades públicas, etc. Igual los corderos silentes ya saben que “tienen que bajarse de la mula” porque no hay sitio al cual acudir para denunciar los hechos irregulares.
A todo este cúmulo de irregularidades se une el fenómeno de la remesa. Los familiares financistas del exterior también cumplen su rol en esta cadena de vicios y corrupción. Por ejemplo para tramitar un pasaporte pagan a intermediarios o funcionarios del mismo Saime “para que aceleren el proceso”, una solicitud que cualquier ciudadano puede hacer “on line” sin recargo alguno diferente al servicio solicitado.
En 2021, la salida de nacionales hacia México aumentó. La cifra manejada por la ONG Transparencia Internacional suma 5.6 millones de personas con tendencia al aumento. Argumentan que huyen de la corrupción, el deterioro de la calidad de vida y los efectos de la pandemia. Otros organismos la calculan entre 6 y 7 millones. Sólo por la frontera con Estados Unidos el promedio total en mayo fue de 180 mil 500 personas, de los cuales 7 mil 500 eran venezolanos. Los gastos para esta aventura oscilan entre $1.800 y 3.500, sin contar los trámites legales que se puedan generar en Norteamérica. Los alegatos ya poco importan porque igual todos van a ser cobijados por el TPS. En esa diáspora van toda clase de personas: héroes que luego de sus luchas y persecuciones huyen (por lo menos eso explican), chavistas arrepentidos y sus familiares que van a disfrutar sus fortunas mal habidas, delincuentes obstinados de la debacle del país y gente corriente que se quiere unir con sus seres queridos.
Ahora que el tema nacional es si ir o no a las elecciones regionales y municipales, organizadas por el régimen de Nicolás Maduro para legitimarse en el poder y que le eliminen las sanciones para seguir “la rumba corrupta”, se observa que los figurones que dominan la vida política de la oposición y del chavismo son los mismos desde hace más de dos décadas. Ambos bandos desde distintas trincheras, han dejado un legado nada convincente para la sociedad. Unos son más mediocres que otros cuando han desempeñado cargos públicos, pero un objetivo común los une: “Robar”. A este bicentenario defecto histórico, se une la enfermedad del poder, desde el cual atropellan o los utilizan para hacer negocios y beneficiar a “sus panas”. Ese legado siembra dudas sobre las posibilidades futuras de cambio, porque los vicios se repetirán.
Los alicaídos empresarios solo saben sobrevivir en medio de la incertidumbre. Luego de comer de la torta petrolera durante décadas, como reflexionó el economista del Iesa, Asdrúbal Baptista (Prodavinci 11-octubre-2018), ahora su triste rol se ha centrado en ver cómo sacan provecho en medio del caos. Algunos son víctimas de la extorsión y la amenaza, otros se enchufan con el régimen para hacer negocios y otros revisan en sus pantallas sus inventarios para incrementar los precios ahora dolarizados, “total los zelle y los dólares de las remesas pagan sin reclamo alguno”. Un propietario de una cadena de negocios dijo:”aquí no va a pasar nada porque hay muchos dólares”.
De la crítica situación no se escapa la academia. Mientras su infraestructura se deteriora por la falta de mantenimiento y el abandono hace estragos, muchos investigadores, docentes, trabajadores y estudiantes se marcharon. Algunos profesores que permanecen en el país son beneficiados con las remesas de sus familiares. Otros son víctimas de las penurias que vive la sociedad. Otros se convirtieron en traficantes de tesis y artículos arbitrados pagados por aspirantes a magister y doctorados en Ecuador y Colombia principalmente, logrando un “status económico más alto” y son ahora los ave fénix de la desaparecida clase media. No saben que la migaja que les pagan en “verdes”, “al inversionista” se le revierte en buenas bonificaciones en sus universidades.
Estas denuncias y relatos conocidos por muchos miembros de sus comunidades, fueron publicadas en portales como Versión Final (23-juniio-2018/3-julio-2018/ 13-18-julio de 2018), Aporrea (4-junio-2020/5-08-2020) y Semana (21-noviembre-2018). De este fenómeno no se escapan las privadas, total en medio de la inmoralidad hay que sobrevivir. No se critica el aprovechamiento de las fortalezas y oportunidades, por parte de las universidades, sino la carencia de políticas legalmente discutidas y aprobadas en sus instancias decisorias para el manejo de los recursos, las injustas remuneraciones a quienes participan en los programas, la forma dudosa como se administran los recursos y la falta de rendición de cuentas.
Otro negocio son las revistas arbitradas, algunas convertidas en unidades financieras porque del extranjero les pagan por incluir la publicación de sus artículos exigidos en sus respectivas instituciones. Así se fabrican gruesos expedientes académicos piratas, para los “intelectuales” de estos países.
Venezuela se ha convertido en “un país torcido”, en el que la aberración, la corrupción y la trampa, son normales, aceptadas y hasta admiradas por la mayoría: la sociedad civil, académicos, empresarios y políticos. Mientras, el régimen favorecido por las declaraciones de connotados analistas y manipulando las cifras del Covid chino, proyecta una situación de control sanitario inexistente, trata de transmitir una sensación de paz y normalidad, de cara a las elecciones de noviembre 2021, a la que el pueblo irá haciéndole la ansiada comparsa.
Un reflejo de una descomposición que dificulta la creación de las condiciones que propicien el cambio verdadero, exigido para la construcción de un modelo que supere el obsoleto modelo petrolero. Lo grave es que en todos los niveles de su sociedad, la delgada línea entre lo correcto y lo incorrecto se desdibujó. Como dijo un empresario enchufado al ser interrogado sobre el cuestionamiento de sus negocios (armando.info 1-08-21): “Yo no tengo socios personeros del Gobierno, yo tengo socios de alternativas públicas que hoy están y mañana no… Yo me prohíbo tener ideología”.
@hdelgado10