Devastada la economía y sin dólares en el bolsillo para continuar el festín, el régimen decidió abrirle la puerta grande a las transacciones en divisas para solventar sus problemas internos, facilitando las remesas y todas las operaciones financieras, pero sin reconocer el fracaso del bolívar, porque sigue siendo el aliado perfecto para continuar manipulando al pueblo con los bonos que no alcanzan para nada, pero sirven de espejito engañadores.
Estados Unidos, como lo hizo durante la bonanza petrolera, sigue siendo el aliado perfecto para mantener al régimen. Lo hace también en Cuba cuya economía, dice el analista Andrés Oppenheimer (El Nuevo Herald 28-07-2021), recibe aproximadamente US $3.500 millones de dólares anuales por concepto de remesas. En el caso venezolano es difícil calcularlo, por los canales informales que utilizan los familiares que los envían. A esto se une el “lavado” proveniente de la corrupción y el tráfico de drogas que circulan sin problemas y son utilizados para adquirir propiedades y financiar negocios.
“El efecto remesa” distorsionó la situación de Venezuela. La actitud de los beneficiados se demuestra con su arrogancia en los supermercados, restaurantes y discotecas, mientras hay otro sector de la población que languidece buscando comida en la basura o no puede alimentarse diariamente, tendencia reflejada en el 67% (2020) de pobreza que reportan las investigaciones de la Universidad Católica Andrés Bello.
Esa expresión de “aquí no pasa nada” ya tomó las calles de Venezuela. Las remesas no son producto de la actividad productiva nacional, sólo genera una “demanda distorsionada” porque proviene de una inyección de dinero externa que favorece al comercio y la importación, pero incentiva marginalmente la producción interna; sin embargo, ya el gobierno y los analistas económicos “que se hacen llamar objetivos” lo ven como una luz al final del túnel, y anuncian con bombos y platillos el inició del despegue de la economía.
El economista Asdrúbal Oliveros (Prodavinci 27-junio-2021) escribió: El país vive una caída de su Producto Interno Bruto (PIB) de más del 80% en los últimos siete años; es decir, su actividad productiva desapareció, la situación se agudizó con la disminución de la producción petrolera en 2020 y de la demanda internacional, producto de la pandemia provocada por el virus chino, lo cual dejó las cifras oficiales en “cero” y sin fuentes de financiamiento para el presupuesto del régimen.
Si bien “el efecto rebote” del país devastado, dicen algunos expertos economistas, va a mostrar aparentes mejorías en 2021 (Latin Focus –Runnes.com 9-7-2021), pues se calcula una HIPERINFLACIÓN DEL 1.650 % Y UN DÓLAR QUE NO SUPERARÁ LOS BS. 10 MILLONES DE BOLÍVARES vale –entonces- decir: Estamos mal pero vamos bien. ¿Puede imaginarse cualquier ciudadano común el precio de los productos y servicios con un dólar que se acerque a los Bs.10 millones? Estos analistas parece que no visitan los supermercados, farmacias o los mercados, sin palpar la realidad de la Venezuela que está más allá de los fríos e insensibles números.
Estos analistas al comparar los dos últimos años deducen la supuesta mejoría por cuanto en 2020 la hiperinflación fue de 3.713% como lo indicó el Observatorio Venezolano de Finanzas, y agregan que la restricción del gasto público, va a desacelerar este perverso indicador, aunque al acercarse las elecciones de noviembre, el régimen va a lanzar más dinero inorgánico, a través de sus risibles bonos, para ablandar a los votantes. Igual este fenómeno seguirá afectando a la población y contrario a lo que piensan los expertos, los precios de servicios y productos continuarán su camino ascendente sin detenerse.
Gracias a las remesas, los beneficiarios locales se jactan de pagar con dólares, estimulando el incremento de los precios. Dicen algunos críticos, que para muchos de ellos “ya diez o cien dólares no son nada”, claro está “no los trabajan y no saben lo que es ganarlos en Estados Unidos, Chile o Colombia”.
Mentalmente los venezolanos comienzan a mostrar cambios de actitud ante una realidad que por obra y gracia parece mejorar, aceptando la ilegalidad, la corrupción y el facilismo como algo normal. Y si las cosas no están funcionando es por culpa del “bloqueo yanqui” (imitando el discurso cubano) que desde 2017, durante el gobierno de Donald Trump aplicó a ciertos funcionarios y empresas del régimen. Fue el instrumento de presión para debilitar a Nicolás Maduro y sus cómplices, y hacerlos ceder en un hipotético escenario de negociación. Y en algo tenían razón los gringos porque lo único que piden los rojitos es que suspendan estas medidas.
El efecto remesa, unido a la pasividad social se han combinado para favorecer a Nicolás Maduro, quien ahora está avocado a mostrar a un país que se está convirtiendo en referencia para la propaganda comunista mundial, encargada de proyectarlo como un ejemplo heroico de lucha contra el imperialismo yanqui. Disfrazando la realidad, así como la hicieron los soviéticos, tratando de promover a un régimen con un plan de vacunación, una economía con tendencia a mejorar, un sistema electoral imparcial, un Tribunal Supremo de Justicia y un Ministerio Público garantes de los derechos y deberes, un sistema educativo activo en todos sus niveles, servicios públicos eficientes y gratis, inventarios alimenticios óptimos y una población feliz y en paz.
Nada más lejano de la verdad. Venezuela muestra un sistema de seguridad violador de los derechos humanos y con expedientes abiertos internacionalmente; un Consejo Nacional Electoral parcializado e ilegal; un régimen controlador de los poderes públicos, cuestionados e ilegítimos; servicios públicos gratis en algunos casos y deficientes (la calidad del agua y la electricidad en el Zulia es catastrófica); un plan de vacunación perversamente manejado políticamente para proyectar a un país estable y atendido con miras a las elecciones regionales de noviembre 2021; un sector educativo público devastado, salvado por los colegios y universidades privadas; supermercados y tiendas abastecidas pero con pocos compradores y precios exorbitantes que cambian en cuestión de minutos. ¿Puede –entonces- ser esto un país normal?
Las remesas han servido para disminuir los males de muchas familias, pero también oxigenaron al desconocido gobierno porque le provee ingresos y le reduce una carga emocional adversa. Distorsionaron el mercado de consumo y ahora permite proyectar a un país enrumbado hacia el mejoramiento económico, la paz política y social, y la añorada legitimación del régimen.
@hdelgado10