Nada puede explicar que en un pais donde el noventa por ciento de la población pasa hambre por la hiperinflación promovida por el desastroso desempeño económico del régimen y sufre los rigores de unos servicios públicos colapsados que inciden en una mala calidad de vida, el responsable de esta tragedia , o el partido que lo sustenta en el poder, en este caso el PSUV, pueda ganar unas elecciones para cargos de representación popular.
Ni estando todo un pueblo en una enfermiza situación mental de masoquismo , una probabilidad como la descrita puede tener pertinencia.
Tampoco tiene explicación lógica que un régimen como el de Nicolás Maduro, quién al lado de las cabezas más visibles del mismo, tienen un rechazo que casi se aproxima a la totalidad, pueda salir airoso en una consulta popular.
Lo anteriormente planteado viene al caso con el llamamiento a unas cuasi mega elecciones convocadas por el nuevo organismo electoral para cuyo nombramiento ahora sí no hubo omisión legislativa porque fue designado por una Asamblea Nacional oficialista que realmente no nació de la voluntad popular porque con una abstención reconocida del setenta por ciento del electorado, se estima que no concurrió ni el diez por ciento de los inscritos para votar, por ese mismo estado de incredulidad reinante en el electorado venezolano.
Este cronista, a pesar de haber emergido este nuevo CNE de una AN nada creíble, llegó a pensar que con los presuntos dos rectores de la oposición, en un tres a dos, se podía creer en una cierta transparencia y no en en aquella tramparencia del cacharro, pero entonces viene el más visible o mediático de los dos rectores, Enrique Márquez, ex ficha importante de la organización política Un Nuevo Tiempo, y tira aquel balde de agua helada «espero que la clase política pueda estar segura de que puede participar o de qué efectivamente habrá un proceso medianamente transparente en el cual puede entrar y aprovechar para ocupar posiciones institucionales importantes en esta elección y en la de arriba también» .
Aquí reside el peo. O es chicha, o es limonada. Los venezolanos no queremos unas elecciones medianamente transparentes señor Márquez, sino verdaderamente democráticas, creíbles y pulcras en las cuales la voluntad popular sea la expresada en las urnas con una concurrencia masiva del pueblo y con presencia de testigos de la oposición en todos y cada uno de los centros electorales, de manera que una pírrica concurrencia como la del seis de diciembre que no llego al diez por ciento vayan a convertirla en un treinta por ciento, que ya es bien mala.
Y recientemente, de pasapalo a las tristes declaraciones de Márquez, salen a informar que invitaran a acompañantes para las elecciones de noviembre. Acompañantes significará lo mismo que observadores internacionales que se instalen en el país desde el mismo momento del inicio de todos los pasos que se den para llegar al final con la realización de los comicios.
Pues, definitivamente NO. Acompañantes eran los que invitaban las nefastas y alcahuetas comadres que con más descaro no pudieron actuar al frente del CNE presidido por Tibisay Lucena, quienes no eran otra cosa que los amiguitos del régimen, muchos de ellos procedentes de países donde la palabra democracia nada significa y llegaban al país unos días antes del proceso y previamente los llevaban a conocer el Salto Ángel y demás bellezas naturales del pais.
Para que estás elecciones puedan ser creíbles y participe la verdadera oposición democrática y no solamente los nuevos colaboradores del usurpador salidos del asalto del TSJ a los partidos mayoritarios como AD, Primero Justicia, Voluntad Popular ilegalizado bajo acusaciones de terrorismo, y otros, tiene que haber realmente pulcritud en la actuación de la nueva autoridad electoral que debe garantizar una auditoría de calidad al registro electoral, habilitar a quienes fueron suspendidos de participación de manera ilegal y arbitraria, devolver las tarjetas y demás simbolos a los partidos allanados por el régimen y su brazo represivo judicial, observación internacional de calidad y todas aquellas acciones que lleven al convencimiento que los representantes de oposición son los que son y los del régimen igual, pero capaces de actuar apegados a la Ley y a los estándares democráticos.
Ese CNE , o los dos rectores presuntamente de la oposición, tienen que ser capaces de salirle al paso a cualquier trampa del régimen como la ocurrida con la bestial derrota recibida en las parlamentarias del 2015 cuando para acabar con las dos terceras partes obtenidas por la oposición en el parlamento, inventaron la compra de votos en Amazonas y un arrodillado TSJ declaró ilegal dicha elección para complacer al régimen que así lo requería.
Y no contentos con eso, el TSJ emitió una vulgar decisión declarando el organismo electo mayoritariamente por más de catorce millones de venezolanos en desacato ante lo cual declaraban nulas todas las actuaciones de la AN, y coronaron su desconocimiento a la voluntad popular eligiendo una asamblea constituyente, ilegítima e inconstitucional, para sustituir a la verdadera autoridad legislativa del país.
Finalmente, el asunto es que si la oposición decide participar en los comicios del 21-N, asunto que debe definirse pronto, porque considera que hay las garantías mínimas de pulcritud y respeto a las normas, leyes y a la voluntad popular, y el pueblo sale a votar como lo hizo en las parlamentarias del 2015, el régimen entraría en fase final porque la derrota que sufra será de tales magnitudes que difícilmente ganaría una sola gobernación o Alcaldía. Nada importa que inventen que tienen que juramentarse ante la irrita asamblea nacional.
Emiro Albornoz León/Periodista. [email protected]