El colapso económico venezolano de dimensiones sistémicas ha colocado en el debate nacional la propuesta formulada por respetados economistas y algunos políticos de asumir el dólar norteamericano como nuestra moneda nacional. El manejo errático del gobierno y del BCV en lo fiscal, monetario y cambiario, nos causó la peor anomalía de la economía, la hiperinflación, y con ella un sustantivo avance en la utilización del dólar en las transacciones comerciales, y complemento, en menor grado, del salario de trabajadores del sector privado. Esta dolarización transaccional es el argumento central de quienes proponen su formalización.
No es cualquier cosa este debate para el devenir de la nación. Respeto completamente a los que la sugieren, escribo alejado de epítetos y descalificaciones personales e ideológicas que nada agregan, nada aportan y desautorizan a quienes cultivan ese estilo que desnuda falta de pensamiento crítico, ideas y apego al dogma fútil y la intolerancia. Es de alto interés nacional esta discusión que le esta negado resolverse en el proselitismo o conflicto político partidista.
Son varios los argumentos que permiten afirmar persuasivamente que renunciar al bolívar como moneda nacional por el dólar norteamericano no es opción razonable para la economía venezolana y para su pueblo, ahora y en su futuro previsible. Veamos:
1.- En estricto sentido económico en Venezuela no hay dolarización si lo entendemos como la sustitución legal e irreversible de la moneda nacional por el dólar norteamericano, tal como ocurrió en el Ecuador en el año 2.000. En nuestro país no se ha modificado la Constitución y tampoco se han iniciado procesos hacia arreglos jurídicos económicos formales con el Gobierno de los EEUU.
No se descubre el agua tibia en economía al decir que en procesos hiperinflacionarios, que deterioran la moneda nacional como medio de cambio y reserva de valor, los actores económicos tienden a refugiarse en monedas fuertes-divisas para preservar su capacidad de compra. La hiperinflación trajo las inéditas transacciones en divisas y es la principal amenaza del signo monetario nacional. Agreguemos el dislate del Banco Central de Venezuela de llevar el efectivo en billetes a sólo el 2% de la masa monetaria; en los últimos treinta años de nuestra historia económica ese número promedió 12%. Venezuela es un país sin dinero en efectivo por responsabilidad de sus autoridades monetarias.
Lo inhumano es que la llamada dolarización transaccional pone al descubierto el agravamiento de la desigualdad económica-social en nuestra sociedad, el 65% de la población no accede a las divisas dólar y, en este cuadro su pobreza es atroz. La mayoría del mundo del trabajo manual e intelectual recibe sus precarios salarios o pensiones en bolívares.
Venezuela vive un crack económico-humanitario que lo ha agravado la hiperinflación en 2018-2021, esta impactó en el salario real, la inversión y el gasto público. Cuando el gobierno de Nicolás Maduro saluda públicamente que se incrementen las transacciones comerciales en dólares y las saluda como “una autorregulación de la economía, una vía de escape que ayudará a la recuperación y despliegue de las fuerzas productivas. Gracias a dios existe””, está reconociendo su estruendoso fracaso en la protección del signo monetario nacional. Quienes gobiernan tienen la obligación constitucional, moral y económica de garantizar la vigencia del bolívar. Esto es indelegable, intransferible y “dios” no se mete en estos temas.
La preservación y defensa de nuestra moneda nacional, no solo atañe a lo económico, tiene una carga de patriotismo, sentido de identidad como nación, y fundamentalmente de ejercicio de soberanía.
2.- El día que las elites gobernantes decidan eliminar la moneda nacional con la dolarización formal, la república estaría renunciando a dos instrumentos que tiene para influir en la economía; uno, la política cambiaria, el otro, la política monetaria, y con ello subordinándose a la Oficina del Tesoro de los EE.UU. Al someterte a una moneda extranjera limitas la acción del Estado Nación frente a emergencias económicas, sociales o desastres naturales; ello es colocarse una camisa de fuerza en lo concerniente a la política fiscal. Es la ilusión del déficit fiscal cero que termina en niveles crecientes de endeudamiento, las cifras del Ecuador y El Salvador son testimoniales.
Estaríamos ante una mutilación que le haría perder a Venezuela la posibilidad de aumentar su competitividad manejando el tipo de cambio, y de promover
el crecimiento del producto o luchar contra la inflación utilizando los tipos de intereses, estos últimos serán los establecidos a conveniencia del desenvolvimiento de la economía norteamericana. Nada de esto es razonable luego de 100 años de experiencia histórica venezolana con su signo monetario nacional.
3.- Colocando nuestra mirada hacia el futuro y pensando en las nuevas generaciones de venezolanos subrayo el argumento principal contrario a la dolarización formal. El desafío estratégico de nuestro país para superar el modelo rentístico-petrolero reclama colocar en la agenda decisoria la edificación de la nueva estructura económica que garantice a los jóvenes de hoy un país de oportunidades, productivo, sustentable, ecológico, innovador en lo científico-tecnológico, en ruta al desarrollo.
No es posible pensar la Venezuela post-rentística sin que se adelante un acelerado proceso de industrialización especializada para las exportaciones con epicentro en una educación de excelencia, generadora de innovación científico-tecnológica que nos incorpore plenamente a la sociedad del conocimiento global.
La dolarización nos arrebataría toda posibilidad de planificar y concretar el ser un país industrializado e insertado en el mundo global, no sólo por nuestros actuales niveles de productividad y competitividad, sino principalmente porque prescindes de la opción de tasas cambiarias subvaluadas que puedan proteger las nuevas exportaciones industriales no petroleras. Literalmente con la dolarización descartas para siempre el tipo de cambio competitivo que apuntale y proteja el sector externo de nuestro país; en otras palabras, Venezuela renunciaría al mecanismo de ajuste del tipo de cambio como estabilizador ideal frente a shocks externos, ello hace que no se deprecie la moneda nacional y, con ello, se pierda la competitividad de la industria nacional.
La experiencia histórica mundial confirma de manera irrefutable que los países que llegaron a altos niveles de industrialización, avance científico-técnico y al desarrollo como estadio del bienestar colectivo en el siglo XIX y XX, y los que se acercan a él en el siglo XXI, todos ellos, lo hicieron y lo hacen con sus monedas nacionales, desde Inglaterra, EE.UU., Alemania, Japón, Francia, Austria, Canadá, hasta Corea del Sur, China, Singapur, la India, Brasil, Vietnam, México.
Renunciar a nuestra moneda y con ello a la política monetaria, cambiaria e industrializadora no se corresponde con el horizonte deseado y posible de nuestra patria.
4.- La convertibilidad a dólares de nuestro sistema monetario, en un contexto de reducción de los ingresos por exportación petrolera y de declive histórico de las no tradicionales, así como de una recesión sin parangón en nuestra historia que arriba a su octavo año consecutivo (2014-2021), es inviable desde una perspectiva de flujos financieros y desenvolvimiento de la economía real y circulatoria (exportaciones, importaciones, Inversión extranjera directa, inversión privada nacional, gasto público, salarios, crédito, ahorro y servicio de deuda).
El flujo o tenencia de divisas para atender una dolarización masiva de nuestra economía no está garantizado. En este contexto la oferta monetaria pasa a estar expresada en dólares americanos y por tanto a depender del saldo de la balanza de pagos y de un nivel adecuado de reservas internacionales en BCV. Los desequilibrios macroeconómicos no permiten cumplir esos requisitos de la dolarización formal. Si agregamos un déficit fiscal entorno al 20% del PIB, el impago de nuestra deuda externa y un sistema financiero menguado, cada vez estamos más lejos de las exigencias o condiciones que reclama la dolarización.
En consecuencia, el impacto en el crecimiento económico, la desigualdad y la pobreza en el corto plazo sería devastador. Sin corregir los graves desequilibrios macroeconómicos el efecto positivo que pudiera tener dolarizar en contener el tsunami de precios seria de corto plazo. La dolarización formal no es una panacea; puede dar estabilidad monetaria pero a un costo social impagable por un pueblo sufrido que no merece más miserias.
5.- La pérdida de riqueza por la devastadora e histórica recesión iniciada en 2014, la inédita y desesperante hiperinflación, la apremiante situación de impago de deuda externa, la crisis de PDVSA, las sanciones económicas internacionales, el limitado acceso a los alimentos y medicinas que lacera la vida venezolana en lo nutricional y de salud, requiere más que una medida en el campo monetario.
Abogo por encontrarle espacio a la ciencia económica y a sus instrumentos de política económica, colocando de lado tanta ignorancia, superstición y
dogmatismo que nos condujo al peor escenario de gestión pública y el empobrecimiento colectivo. Dado el diagnostico de los graves desequilibrios económicos-sociales que prevalecen en la coyuntura venezolana, es vital tener una visión sistémica y coherente de la política económica, es decir lo fiscal, monetario, cambiario, de la producción, lo petrolero y el sector externo, que permita generar confianza en los actores económicos: trabajadores, empresarios nacionales, inversionistas extranjeros y comunidad financiera internacional.
En definitiva, estamos urgidos de un programa de estabilización y crecimiento económico-social, anti hiperinflacionario y generador de empleo, que a la vez permita al Estado recuperar su rol de garante y conductor de las estrategias de crecimiento y desarrollo. Este reto requerirá como condición sine qua non volver a los mecanismos de financiamiento y crédito mundial y, un gobierno de la nación legítimo surgido de elecciones libres y verificables. Es un cambio de rumbo que rescate la credibilidad en las autoridades, rompa las expectativas inflacionarias y de devaluación y, se construya un ambiente de encuentro y dialogo democrático en la sociedad.
Hay que tener confianza en la ciencia económica y en el bravo pueblo Venezolano para recuperar la democracia, la senda del crecimiento y el bienestar de nuestra gran nación. En ese camino hacia el futuro, renunciar a nuestra moneda nacional no es opción.
Rodrigo Cabezas
Economista, Profesor e investigador de LUZ.