“Pensemos que las diferencias son creativas, crean tensión, y en la resolución de una tensión está el progreso de la humanidad.” Papa Francisco
Lo expresé en el artículo anterior, para rehabilitar la política tal como lo manifiesta el Papa Francisco, es necesario un cambio de actitud de quienes la ejercen o aspiran ejercerla. No es cierto que la política la inventó el demonio, las tensiones entre los hombres viviendo en sociedad las generan la falta de Dios en sus corazones. La política se creó para solucionar conflictos que generan tensiones. Sabemos que en la política no hay ingenuos, pero tampoco es para poner en práctica la moral de Tartufo y enriquecerse en su ejercicio. La hipocresía y el engaño permanente no pueden ser instrumentos para usarlos en la relación con los demás.
La pérdida de credibilidad produce desconfianza y eso es lo que ha sucedido con los políticos y la práctica política en el mundo entero. En Venezuela esas actitudes se han magnificado al extremo que hoy en día sólo dos sectores gozan con niveles de confianza aceptables, según el estudio más reciente de Luis Vicente León, la iglesia católica con un 60.6% y los empresarios con un 47%. Lamentablemente los líderes políticos, partidos políticos e instituciones de poder de todas las tendencias están por debajo del 20%. Cuando hay méritos, decía José Ingenieros, el orgullo es un derecho, si no los hay, se trata de vanidad. El populismo mal entendido, sueña con volver a reunir, a fusionar, lo que la tradición liberal y constitucional trata de separar: la política y la religión, la fe y la razón, de acuerdo con Loris Zanatta.
Para recuperar la confianza en la política y en los políticos “necesitamos una política que piense con visión amplia, y que lleve adelante un replanteo integral, incorporando en un diálogo interdisciplinario los diversos aspectos de la crisis”, tal como lo expone el Papa, “una sana política capaz de reformar las instituciones, coordinarlas y dotarlas de mejores prácticas, que permitan superar presiones e inercias viciosas.”
No hay duda que el mundo político tiene que prestar atención a las enseñanzas cristianas en términos de su axiología. Debe hacer un propósito de enmienda sincero y trabajar verdaderamente por el bien común. La política y la recta actitud de los políticos son fundamentales para asegurar una mejor vida en sociedad. Tenemos que volver a los ideales que encienden las pasiones humanas por el otro, y dejar atrás las ideologías, éstas encubren, mientras que las ciencias descubren, como lo dijera el profesor Ludovico Silva..
El ideal es esa partícula de ensueño que incluye una imagen-objetivo del deber ser, la imagen de una sociedad más justa, más próspera y feliz, donde todos sintamos como nuestra la alegría y la felicidad del otro, como la deseamos para nuestros hijos y nietos. Para que la confianza en la política y los políticos se recupere, “tenemos que volver a llevar a la dignidad humana al centro de la sociedad, y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos.”
Los políticos deben ser creativos y ayudar a resolver tensiones para que al final se reconozca cuánto amor puso en su trabajo, cuánto hizo avanzar a su pueblo, cuánta paz social sembró y qué cambios provocó en el lugar que se le encomendó o escogió. La política y los políticos, necesitan reconciliarse con el ser humano.
Neuro J. Villalobos Rincón