José Aranguibel: “Hay mentiras que matan’’

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“El peor castigo de un embustero es no ser creído, aún cuando esté diciendo la verdad”
             Anónimo   

Quizás en un saco, mejor en muchos, es la más exacta disposición final histórica que deben tener las decenas, cientos y miles de mentiras, embustes y mamaderas de gallo que los venezolanos hemos escuchado de los distintos niveles del gobierno revolucionario que a lo largo de más de 20 años han prometido una mejor calidad de vida -algo así como un paraíso en la misma tierra venezolana-, no obstante la verdad que duele y a la vista de todos es que la decepción ha sido tan desproporcionada que hoy más del 80% de la ciudadanía pide un cambio, cansada ya de anuncios pomposos que se han convertido en “mentiras que matan”.

En el año 1.999 cuando el expresidente Hugo Chávez Frías asumió la jefatura del Estado comenzó la danza del engaño en medio de la borrachera electoral de su triunfo indiscutido para imponer, mas luego, el giro en la conducción de Venezuela que fue iniciado con el cambio de la Constitución de la República de 1.961, a través de la aprobación de una Constituyente que significó la elaboración del nuevo traje a la medida de las intenciones de borrar todo lo que significara la IV República para construir la Revolución Bonita del Siglo XXI que ya sabemos en lo que ha desembocado dos décadas después.

En crecimiento económico, empleo, salud, educación, seguridad personal y jurídica, salarios, deporte, producción alimentaria, vivienda, dotación de mejores servicios públicos de agua, transporte, generación eléctrica, infraestructura en general, gasificación, vialidad agrícola y urbana-, entre otros indicadores, no pasamos el examen de acuerdo con diagnósticos e informes de distintos organismos adscritos a Organización de Naciones Unidas (ONU).

Hoy el contraste es abismal y desolador para los venezolanos en general, porque aquí nadie se escapa a ser candidato rodando de cola en cola para sobrevivir buscando comida, agua, gasolina, medicinas, efectivo o diligenciar una solución ante un organismo público.
Por algo pasamos de ser conocidos en el mundo cómo el país de las mujeres hermosas, bellas,  a la nación donde todos tienen que hacer cola para proveerse de un bien o servicio.
Claro, cómo en toda regla dicen que existe la excepción cargada de viveza, los próceres de primera línea de la Revolución Bonita, los favorecidos, protegidos y defensores del gobierno no conocen el vía crucis o voltean la mirada de esa realidad que nos asemeja más a la Cuba del mar de la felicidad que al país que somos con la más grande reserva mundial de petróleo y de otras riquezas naturales que los “aliados amigos” -ayer gringos y hoy chinos, rusos, iraníes y cubanos- disputan sus mejores atenciones de ayudas “sin interés”. Amigos “ratòn del queso” diría un conocido. Sin embargo, poco importa si ayer aquellos eran explotadores y los de hoy son solo “amigos solidarios”.

Pero cómo la culpa no es del ciego sino de quién le da el garrote, los venezolanos, creyentes o no de las mentiras, embustes y falsedades que nos mete la propaganda oficialista, padecemos el engaño de no encontrar ese país prometido en 1998. Lo cierto es que hoy al entrar a un supermercado lo ideal sería adquirir alimentos a precios accesibles al bolsillo de todos en una nación que tiene un jefe de Estado que dice ser un “presidente obrero”, pero la realidad es que el ama de casa, el taxista, el empleado público, privado, independiente o el profesor universitario  son condicionados a la realidad de una conversión en moneda extranjera que al cambio en “bolívares fuertes” no llena la despensa, ni la nevera de alimentos.

En fin, mucha agua ha pasado por debajo del puente de promesas incumplidas, mentiras y embustes que zulianos y venezolanos hemos visto desfilar en versión de personeros “revolucionarios, socialistas y antiimperialistas” que no se parecen, ni asemejan su juramento y obligaciones al rey de la mitología griega Midas que todo lo que tocaba lo convertía en oro, pero sabemos que en Venezuela, -pese a los miles de millones de dólares por renta petrolera-, los libertadores del imperialismo norteamericano volvieron al país en otra cosa y no precisamente en una nación próspera y desarrollada donde debió ser cosa del pasado la marginalidad creciente, la desnutrición o las escenas de niños y adultos disputándole a los animales un bocado de comida en cualquier basurero de las ciudades más importantes.


Todavía, -no los culpo- deben quedar seguidores de ideales “revolucionarios” que ingieren la misma ración de “comerse un cable” que nos toca de la dieta bolivariana de inflación, desabastecimiento y colas a millones que queremos una Venezuela pujante, en vías de desarrollo, sin corrupción, llena de oportunidades para todos de ambas aceras y no está caricatura de país donde  es obvio que los líderes del proceso, protegidos y defensores viven en la Narnia del Siglo XXI, -país imaginario donde tooodo funciona superbien- pero no en la Venezuela no deseada que cada uno de nosotros no quisiéramos ver al despertar día a día que este populismo “Hecho en Socialismo” ha convertido en ruinas, muy a pesar del país que nos pinta la propaganda oficial.

José Aranguibel Carrasco