La escalada bélica entre Israel e Irán no solo involucra a EEUU sino uno de los puntos más sensibles del comercio energético mundial: el Estrecho de Ormuz. China es la nueva afectada de esta guerra.
Este angosto corredor marítimo, de apenas 33 kilómetros de ancho en su parte más estrecha, es responsable del tránsito de 20 millones de barriles de petróleo diarios, lo que representa el 20% del consumo mundial.
La amenaza de cerrarlo por parte de Irán, como represalia estratégica contra EEUU y occidente, ha encendido las alarmas de la preocupación para las potencias globales, dado que su capacidad militar, con lanchas rápidas, minas navales y misiles desplegados desde la base de Bandar Abbas, le permitiría a un herido Irán, luego del ataque de sus 3 principales centrales nucleares, bloquear temporalmente la vía, alterando el suministro global de crudo y gas natural licuado.

Sin embargo una acción de tal magnitud podría tener un efecto bumerán devastador hasta para el propio régimen iraní. Antonio de la Cruz, analista del CSIS y director ejecutivo de Inter América Trends con sede en Washington, nos dijo recientemente en el Podcast Realpolitik, que aunque Estados Unidos podría sufrir en lo inmediato un alza inflacionaria en el precio de la gasolina, el mayor impacto de ese misil recaería sobre Asia, en particular sobre las finanzas de China, principal cliente petrolero de Irán.
Cerca del 84% del petróleo que pasa por Ormuz se dirige a Asia, y aunque China cuenta con reservas equivalentes a dos meses y medio de consumo, una interrupción prolongada sacudiría su economía y, por rebote, afectaría el ya erosionado comercio exterior de Teherán. ¿Se atreverá Irán a disparar al corazón de su único comprador relevante?
El costo político de cerrar el Estrecho no solo alcanza a China. El bloqueo de esta ruta marítima también paralizaría las exportaciones de sus vecinos del golfo, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Irak, Kuwait y Qatar, con relaciones más bien ambiguas con Teherán en el conflicto con Israel. “Los vecinos” dependen del libre flujo por Ormuz para sostener sus economías y tal acción podría encender una chispa mucho más inflamable en el sitio con mayor nivel de conflicto por metro cuadrado.
Peor aún, esta maniobra podría unificar aún más a las monarquías árabes en una alianza defensiva con Occidente, o incluso llevarlas a tomar acciones militares conjuntas que hasta ahora habían evitado, convirtiéndolas en los mejores aliados de Israel, que sería el punto más álgido e irónico de todo este conflicto iniciado por Irán desde la masacre del 7 de octubre del 2023, cuando lideró la masacre contra civiles junto al grupo terrorista Hamas, con el propósito de interrumpir toda negociación y diálogo entre Israel y el eje árabe en medio oriente.

El anunciado cierre sería en términos prácticos, una operación de corto plazo con alto riesgo geopolítico y escaso beneficio estratégico.
El régimen de los ayatolás sabe que bloquear Ormuz no solo levantaría el precio del crudo: podría sellar su propio aislamiento diplomático y económico, justo cuando más necesita aliados y rutas abiertas.
Irán se ha vuelto tan peligrosa en estos últimos días, pero para sus escasos aliados, Rusia y China.
China no puede darse el lujo de esperar sentado porque aún cuando sus reservas son amplias todo indica que no resistiría una interrupción prolongada. En este tablero, cerrar Ormuz no parece ser una jugada maestra, sino un suicidio geopolítico y financiero.
@damasojimenez