Antonio de la Cruz: Canto a la Fuerza Silente

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Al soldado desconocido

Fuerza que no grita,
que marcha en la aurora cuando nadie la nombra,
santificado sea tu nombre
entre fusiles dormidos y botas gastadas,
en los cuarteles de sombra
y en la línea invisible de la frontera ardiente.

Que venga a nosotros tu temple,
como hierro bajo la lluvia,
como río que no detiene su curso,
como lanza sin odio,
sólo hecha de deber.

Hágase la voluntad del honor,
no del oro,
la voluntad del justo
y del que guarda la soberanía
como quien cuida una flor única,
en esta tierra de soles abiertos:
Venezuela,
tu nombre escrito en el aire con sangre limpia.

Danos, oh brazo del pueblo,
el fruto de tu vigilia,
la paz que no se compra,
el orden que no humilla,
la dignidad que no se entrega.

Perdona al que no vio tu sacrificio,
al que confundió tu silencio con indiferencia,
y enséñale el lenguaje del deber,
ese idioma sin aplausos
que tú hablas con los pies en la patria.

No nos dejes caer
en el fango donde duerme la desidia,
ni en la trampa del traidor,
ni en la mano corrupta que vacía la esperanza.

Y líbranos del mal,
del crimen encaramado en las montañas,
de la sombra que roe los cimientos,
del monstruo con rostro de hermano
que envenena nuestras leyes y devora los sueños.

Oh guardián silencioso,
protégennos con tu firmeza,
guíanos sin arrogancia,
y mantennos en la línea
donde la justicia y la nación
no se rinden jamás.

Amén,
como dice el polvo
cuando saluda al soldado
que pasa, firme,
sin pedir nada más
que no sea
la libertad.

Antonio de la Cruz/ @antdelacruz_