El lobby de Chevron fracasó y la democracia se impuso. Estados Unidos mantendrá su política de máxima presión y cero tolerancias a la dictadura de Venezuela. Pese a esto, la sanción más dura no vino de fuera sino de adentro, con un escandaloso silencio que aplastó la farsa electoral del chavismo.
Maduro celebró elecciones en un contexto de pesadilla. La exitosa Operación Guacamaya lo dejó humillado, la caída de los precios del petróleo lo tienen en bancarrota y las sanciones secundarias lo han llevado a un callejón sin salida.
No importa cuantas elecciones se robe, cuantos opositores arreste, desaparezca o mate a sangre fría, Nicolás Maduro seguirá siendo un usurpador del Palacio de Miraflores. Las elecciones legislativas y regionales fracasaron y no pudieron cambiar esta cruda realidad.
Estas fueron unas elecciones sin votantes y sin observadores. No hubo garantías de ningún tipo. El prestigioso Centro Carter, la Unión Europea y la OEA no se prestaron a su juego. Maduro solo contó con 400 turistas electorales de Nicaragua, Asia, África y otros estados fallidos.
La extorción y el chantaje no pudo comprar votantes. Maduro anunció que los 10 circuitos comunales con más votos registrados recibirían recursos para “financiar un proyecto especial”. La carnada naufragó. Los peces no mordieron el anzuelo.
La oposición funcional también falló en su puesta en escena. “Hay que votar para evitar que Maduro tome el control total de Venezuela” afirmaron. La gente no creyó en su cuartada y su poco prestigio quedó pulverizado.
Secuestros y represión sirvieron de telón al sainete electoral. Al mejor estilo de Nicaragua, el régimen de Venezuela desató una cruzada de persecución, secuestros y desapariciones forzadas. De nada les valió, el pueblo no salió a votar.
Maduro también intentó atizar las pasiones patrióticas con el litigio del Esequibo. Su estrategia al estilo Putin para adjudicarse territorios mediante elecciones fraudulentas también fue un desastre. Una provocación fallida sin respaldo popular.
Lo sucedido en Venezuela no fue una elección fue una adjudicación, el tirano repartirá cargos a sus amigos y migajas a los opositores funcionales. Tampoco fueron elecciones sino meras votaciones. La gente no tuvo derecho de elegir ni ser libremente elegido. Fue una farsa sin votantes, sin observadores, sin garantías y sin credibilidad.
Ante el fracaso político del domingo 25 de mayo, Maduro ya ha anunciado que demolerá “todas las leyes electorales” para crear un modelo de circuitos comunales al estilo cubano, “en consulta permanente”.
El show de Maduro fue un desastre taquillero de 8% de participación. No fue un baño de pueblo sino un baño de vergüenza. Otra estrategia fallida para cambiar la narrativa y defender lo indefendible.
El puño de hierro del régimen impuso a los candidatos y al poder electoral, pero no pudo determinar ni doblegar la voluntad del pueblo venezolano que con su silencio escandaloso dijo fuerte y claro: No más dictadura.
@arturomcfields/ periodista exiliado, exembajador ante la OEA y exmiembro del Cuerpo de Paz de Noruega (FK).