
“El poder no radica en las manos de unos pocos, sino en la capacidad de la gente para unirse y luchar por lo que creen..”
Václav Havel
El día en que el pueblo desobedeció
En la historia de los regímenes autoritarios, hay momentos en los que el colapso no se anuncia con explosiones, sino con ausencias. El 25 de mayo de 2025 fue uno de esos días. En Venezuela, un país fracturado por décadas de populismo, corrupción y represión, ocurrió un evento que podría pasar inadvertido para un observador superficial: la gente no votó. Más de 85% de la población decidió no participar en unas elecciones regionales y parlamentarias organizadas por el régimen de Nicolás Maduro.
Lejos de ser un gesto pasivo, fue una acción estratégica colectiva, una desobediencia masiva que despojó a Nicolás Maduro y compañía de su último vestigio de legitimidad simbólica. Fue, en palabras del último presidente de Checoslovaquia, Václav Havel, “la política vivida como verdad”. En este acto silencioso, el pueblo venezolano reafirmó la victoria electoral del 28 de julio de 2024, cuando Edmundo González Urrutia fue electo presidente con respaldo popular y político de María Corina Machado. La jornada del 25M no fue un fraude más, fue la confirmación del fin de las formas.
Pero lo ocurrido no puede entenderse únicamente como un gesto nacional. En consecuencia, Venezuela deja de ser un Estado soberano funcional. Lo que sigue en juego es el equilibrio geopolítico de un hemisferio que ha subestimado los riesgos de tener, a pocos kilómetros de sus fronteras, una incubadora de crimen organizado, migraciones masivas y redes transnacionales aliadas con Rusia, Irán y carteles del narcotráfico.
Cuando el Estado es una plataforma criminal
Como lo evidencian informes recientes y observaciones de campo, el régimen de Nicolás Maduro ha superado la categoría de democracia disfuncional o incluso la de Estado fallido. En su lugar, se configura un modelo de Estado sustituido, caracterizado por una estructura híbrida en la que el aparato institucional formal —incluidos el sistema judicial, las fuerzas de seguridad y los marcos normativos— ha sido capturado por redes ilícitas que operan de manera paralela al orden estatal, ejerciendo funciones de control, coerción y gestión territorial.
Dimensiones Analíticas Clave del Estado cabellomadurista
Dimensión | Características |
Captura institucional | El Estado opera como fachada de redes criminales o intereses privados. |
Gobernanza paralela | Actores no estatales (carteles, guerrillas, milicias) controlan territorios o funciones públicas. |
Economía ilícita dominante | La actividad económica del país depende de rentas ilegales o redes informales. |
Desplazamiento de legitimidad | La ciudadanía reconoce más autoridad en actores paralelos que en el Estado formal. |
Colapso del monopolio de la fuerza | El uso legítimo de la fuerza está fragmentado o privatizado. |
En términos históricos, la situación venezolana recuerda más la fragmentación del Imperio Otomano en su etapa terminal o a la Somalia de los años noventa, que a una dictadura convencional. Lo que hace el caso venezolano particularmente peligroso es su convergencia de colapso interno con relevancia estratégica regional. El país es parte de las rutas clave del narcotráfico, posee vastas reservas energéticas y sirve como base logística para actores no estatales hostiles.
Estados Unidos ha estado más concentrado en Ucrania, Gaza y el Indo-Pacífico. Pero la crisis estructural más cercana y contagiosa ocurre en el Caribe. Y como ha pasado antes en la historia —basta recordar la implosión yugoslava—, lo local puede transformarse en global en cuestión de semanas.
La dinámica estratégica actual en Venezuela: tres escenarios
La situación venezolana puede entenderse como un proceso en el que múltiples actores —el régimen, la oposición, las Fuerzas Armadas, la ciudadanía y actores internacionales— toman decisiones interdependientes, evaluando riesgos, costos y oportunidades. Lo ocurrido el 25 de mayo alteró de forma decisiva la percepción colectiva sobre la legitimidad y viabilidad del poder establecido. A partir de este punto crítico emergen tres posibles escenarios:
1. Equilibrio de statu quo represivo
El régimen se aferra al poder mediante control armado, propaganda y simulación electoral. La Fuerza Armada, dividida y presionada, permanece como soporte funcional del poder, no por convicción, sino por miedo al colapso. Este equilibrio es insostenible: es costoso, moralmente quebrado y vulnerable a eventos disruptivos (como nuevas operaciones de rescate o sanciones coordinadas).
2. Equilibrio de transición negociada
La Fuerza Armada y sectores del régimen deciden permitir la juramentación constitucional de Edmundo González, como camino de salida a la presión nacional e internacional. Este equilibrio requiere garantías, liderazgo civil firme y una arquitectura externa que asegure el proceso, incluidos Estados Unidos, Colombia, Brasil y la OEA.
3. Equilibrio de implosión
El sistema colapsa desde dentro. Deserciones, fracturas internas, filtraciones de alto nivel y pérdida total del control territorial. Este escenario —el más inestable— podría parecer lejano, pero ya hay señales: rescate de rehenes, quiebre moral en cuarteles, y rumores de fisuras irreparables en las estructuras de poder.
¿Y ahora qué? Hacia una doctrina hemisférica de contención
Los mecanismos de la diplomacia tradicional —diálogo, licencias económicas, promesas de elecciones— han demostrado ser no solo ineficaces, sino peligrosos. La interacción sin criterios verificables ha dado al régimen margen para prolongarse en el poder, distorsionar la narrativa y fortalecer sus vínculos con estructuras criminales.
Es hora de adoptar una estrategia de seguridad hemisférica, que integre componentes diplomáticos, financieros y de inteligencia. Entre las medidas urgentes:
- Rediseñar los análisis de riesgo país, incorporando indicadores de criminalidad institucional, gobernanza paralela y zonas sin ley.
- Establecer alianzas público-privadas para inteligencia económica y patrimonial, monitoreando flujos ilícitos regionales.
- Crear protocolos de desinversión y relocalización para empresas en sectores críticos expuestos a captura criminal.
- Articular una coalición hemisférica de contención y disuasión, liderada por Estados Unidos y países de la región.
Conclusión: la historia se repite, pero no como farsa
En el siglo XX, las democracias liberales aprendieron por las malas que ignorar a los regímenes autoritarios que han comenzado a colapsar puede costarles muy caro. En Venezuela, ya no se trata de elecciones amañadas ni de sanciones selectivas. Se trata del reemplazo de un Estado por una red criminal internacional con poder de fuego, legitimidad local erosionada y efectos regionales exponenciales.
El 25 de mayo, el pueblo venezolano rechazó la farsa con el silencio de la mayoría. Ahora, solo falta el gesto que confirme el cambio: que la Fuerza Armada recupere su dignidad, que el ciudadano mantenga su valor, y que la comunidad internacional deje de fingir neutralidad. Porque seguir creyendo que lo inevitable se resolverá solo desde dentro de Venezuela es, a estas alturas, una forma de complicidad con el régimen cabellomadurista.
@antdelacruz_ / Director Ejecutivo Inter América Trends