“El sistema de comercio global que emergió tras la Segunda Guerra Mundial se diseñó con un propósito estratégico: consolidar la hegemonía económica de Estados Unidos mientras se reconstruía el orden liberal internacional. Hoy, ese mismo sistema parece haber llegado a un punto de quiebre, y Trump, respaldado por un mandato popular, está dispuesto a rediseñarlo desde sus cimientos”. Stephen Miran
La administración Trump se prepara para liderar una transformación estructural del comercio internacional. Lejos de ser un repliegue proteccionista, esta estrategia representa un rediseño del orden liberal internacional bajo una lógica de reciprocidad estratégica. En el centro de esta doctrina hay un diagnóstico que pocos gobiernos han querido abordar: el privilegio exorbitante del dólar ha dejado de ser un activo para convertirse en una carga.
Durante décadas, el dólar ha funcionado como moneda de reserva global, sosteniendo un sistema financiero basado en la confianza en los bonos del Tesoro estadounidense. Pero este rol ha encarecido las exportaciones, debilitado el tejido industrial del país y generado déficits comerciales persistentes. Como ha explicado el economista Stephen Miran, actual presidente del Council of Economic Advisers, esta situación responde a lo que se conoce como la “paradoja de Triffin”: para que el mundo cuente con liquidez, Estados Unidos debe endeudarse indefinidamente, sacrificando su estabilidad interna.
Pero Trump no propone abandonar el dólar. Propone algo más ambicioso: rediseñar el conjunto de incentivos que permite a otros países beneficiarse del orden liderado por Estados Unidos sin contribuir proporcionalmente a su sostenimiento. Si Washington sigue financiando la seguridad y estabilidad globales, los socios deben aportar más: ya sea mediante reformas estructurales, compras estratégicas o condiciones comerciales más equilibradas.
Déficits comerciales como riesgo estratégico
El corazón de esta nueva visión radica en considerar los déficits bilaterales no como simples desajustes macroeconómicos, sino como síntomas de desequilibrios estructurales: acceso asimétrico a mercados, subsidios encubiertos, manipulación cambiaria. Frente a esto, la administración plantea el uso de aranceles diferenciados, calculados en función del déficit comercial bilateral, como herramienta de corrección e incentivo.
Aranceles, sí; inflación, no
Contrario a lo que dictan ciertos dogmas económicos, esta política no implica necesariamente una subida generalizada de precios. La experiencia de 2018-2019, cuando los aranceles a China fueron contrarrestados por la devaluación del yuan, demuestra que los países exportadores asumen gran parte del coste si dependen del mercado estadounidense. Así, se abre espacio para sustituir importaciones por producción nacional o por proveedores aliados, sin afectar al consumidor.
Reconstrucción industrial como base del poder
La industria manufacturera no es solo una fuente de empleo estable. Es el núcleo de la innovación tecnológica, la resiliencia económica y la preparación militar. Sectores estratégicos como los semiconductores, los productos farmacéuticos o las tecnologías verdes serán protegidos no únicamente por razones de competitividad, sino por razones de soberanía. La pandemia de COVID-19 evidenció los peligros de depender de China para bienes esenciales. Esta lección ha sido asumida como doctrina.
Comercio justo, clase media fuerte
Durante años, se prometió que la globalización traería bienes más baratos. Pero el precio fue el estancamiento de los salarios, la deslocalización y el debilitamiento de las clases medias. Trump propone revertir esa dinámica. No con un cierre económico, sino con una estrategia que ponga al trabajador estadounidense en el centro de la ecuación.
Una invitación a la corresponsabilidad
La nueva política no es aislacionista. Es una invitación a negociar nuevos términos. Se espera que los socios comerciales:
- Ofrezcan acceso real a sus mercados.
- Eliminen prácticas cambiarias distorsivas y subsidios ocultos.
- Se alineen con principios comunes de seguridad.
Quienes cooperen, recibirán condiciones favorables. Quienes no, enfrentarán un entorno más exigente.
Liderazgo con reglas nuevas
Estados Unidos no pretende retirarse del mundo. Pero no aceptará seguir financiando un sistema donde asume todos los costes. Trump no busca destruir el orden liberal. Busca reformarlo. Su doctrina comercial no es un gesto nacionalista, sino un giro realista. Porque un mundo donde todos se benefician del dólar, pero solo uno lo sostiene, es un mundo insostenible.
En esta visión, el comercio deja de ser una actividad meramente técnica para convertirse en un instrumento estratégico del poder y geopolítico. No se trata solo de eficiencia económica, sino de soberanía, credibilidad y estabilidad a largo plazo.
@antdelacruz_
Director Ejecutivo de Inter América Trends