Hay dos cosas que yo descartaría, en primer lugar, el golpe de Estado, pues, resultaría penoso buscar otro gorila, con todo y aquello de las bondades intrínsecas de los llamados sectores democráticos de las fuerzas armadas, siempre constitucionales a diferencia de la cúpula podrida que hoy los “manda”.
La otra cuestión que, por ahora, descartaría se refiere a la “ayuda” del inefable e impredecible Donald Trump, para desplazar del poder a Maduro y a su dictadura, que a pesar de la decisión de revocar la licencia a Chevrón (no estoy muy seguro que tal restricción vaya a tener el impacto decisivo en producir la inestabilidad del régimen) ha demostrado, solo en su primer mes de gobierno, un ostentoso “desprecio hacia los valores republicanos y democráticos”.
Señalo esto, a despecho de aquellos venezolanos que el día miércoles, casi derraman lágrimas de emoción (certifico que la comunicadora Carla Angola las derramó) diciendo a todo pulmón: “se fijan, Trump cumple con lo prometido, él nunca ha estado con los dictadores”.
Su relación con Putin, sus agrios comentarios sobre Zelenski y la guerra contra Ucrania, en la que cambiando la narrativa los agredidos pasan a ser los agresores y los agresores a los agredidos, su manifiesto desdén por las minorías, sus comentarios homófobos y las muchas referencias racistas sobre los inmigrantes, pudieran ser temas de otra nota.
Pero, bueno, Yo tengo una opinión muy particular de Trump. Creo que él es una de las peores personas del mundo (sino el peor), superado, tal vez, solo por Diosdado Cabello, cuyo origen de su personalidad autoritaria y represora habría que buscarla en su primera infancia o quizás, en una homosexualidad reprimida (recordando los comentarios que hace Adorno sobre “la personalidad autoritaria”).
Hace dos entregas, escribí una nota sobre como lo que antes suponíamos sólidas certezas se han desvanecido en el aire. Entre ellas, quizás, la institución del voto es el que haya sido más horadado por la dictadura, vaciándolo de toda eficacia como instrumento fundamental de la democracia.
Confieso que yo he sido un humilde defensor del voto, desde que voté por primera vez en 1973. Siempre voté por los perdedores. Incluso, en los momentos de mayor agobio, cuando el chavismo había impuesto su hegemonía y la oposición había sido expulsada de los afectos de los venezolanos, temporalmente, escribí, llamé a la participación de la gente y voté, una y otra vez por la, casi inexistente, oposición.
En cada ocasión cuando se planteó la posibilidad de la abstención hice caso omiso al llamado de no participación y también fui a votar. Celebré el triunfo, que Chávez calificó de “mieRda”, y que posteriormente el mismo se encargó de invalidarlo, imponiendo las reformas constitucionales que habían sido derrotadas.
También me gocé la paliza que, en 2015, en las elecciones de la Asamblea Nacional, le dimos al chavismo, que posteriormente ellos, la desconocieron de facto, al llamar a una constituyente, que no “constituyó” nada.
Hoy, después del fraude electoral del 28 de julio, que devino luego en un golpe de Estado, el régimen ha terminado por dinamitar la institución del voto y, legitima, la pregunta que hoy la mayoría de los ciudadanos nos hacemos: ¿Votar? ¿para qué?
Ya me he referido al argumento de que “no hay que ceder espacios” y no voy a repetir aquí mis críticas a ese mantra sostenido por algunos sectores de la Plataforma Unitaria. Hay otros argumentos que se han manejado, realmente interesantes, y a esos voy a referirme.
En primer lugar, el usado por Tomás Guanipa, en la asamblea de PJ, en la que expuso sus razones por la opción de votar, el 25 de mayo. Guanipa le da fuerza a su argumento citando a Sergio Bitar, ex ministro de Allende, de Lagos y de Michelle Bachelet.
Bitar plantea la necesidad de participar en las elecciones, y que la opción de la oposición debe ser siempre la electoral. Ellos, los chilenos, a pesar de los múltiples fraudes cometidos por la dictadura pinochetista, siempre le dijeron a la dictadura aquí estamos, no nos vamos a ir y terminaron por derrotar a Pinochet en el plebiscito de 1988, con el cual se inició la transición en Chile
Aquí hay que hacer varias precisiones: el 28 de julio fue el particular plebiscito venezolano contra la dictadura, solo que, en Venezuela a diferencia de Chile, el régimen en lugar de respetar “la Constitución y la Patria”, la desconoció (Dice Bitar, que él no sabe cómo es que la FAN venezolana no respeta la Constitución y la patria).
A propósito de lo que Bitar sugiere para Venezuela una “transición” en la que el chavismo mantenga una presencia institucional en el poder, por ejemplo, que Padrino López continúe como jefe de las Fuerzas Armadas, en un gobierno democrático.
Aquí habrá que recordarle a Bitar, y por supuesto a Tomas Guanipa que los procesos de “Transición Continua”, como se conoce el proceso de transición chilena no es una experiencia descartable para Venezuela (en más de una ocasión lo hemos planteado), solo que es más complicada que, proponer que un chafarote como Padrino sea el jefe de la FAN, pues, todos sabemos que Padrino, no es tanto el jefe del ejército como uno de los jefes del “Cartel de los Soles” y una de las figuras más prominentes de una organización criminal que se ha hecho con el poder en Venezuela.
En realidad, lo que plantea “la transición continua” es la posibilidad de transitar hacia la democracia con el mismo aparato constitucional que la dictadura produjo. En el caso de Venezuela sería con el mismo aparato constitucional chavista, a la que luego se le harán las reformas que la ajuste con mayores presencias de formalidades de carácter democráticas.
Pero, la transición, no es una consecuencia natural de que la gente participe en las elecciones. Hay más de un caso, por ejemplo, la llamada primavera árabe, la Revolución Naranja y posteriormente el Euromaidan en Ucrania, solo para nombrar algunas, se produjeron a través de movimientos masivos de la gente. En el caso ucraniano, como repuesta a fraudes electorales y a promesas demagógicas no cumplidas.
El otro argumento es el manejado por José Guerra, entre otros, en la que sostiene que la abstención significa inmovilización de los ciudadanos que se quedarán en sus casas haciendo nada y que no hay un plan post abstención y por supuesto, la crítica a MCM, quien impone la línea de la abstención.
Confieso, que yo no sé si hay o no un plan post abstención. Tamaña cosa no ha sido develada por MCM, que debería exponerlo para tranquilidad de Guerra y de los suyos, pues el secreto los mortifica.
Pienso, es sola una opinión muy personal, que el control de los aparatos de poder autoritario, hacen del voto y de la participación el 25 de mayo, en el proceso que ha sido convocado por el CNE, el actor principal del fraude electoral y por el régimen, el actor fundamental del golpe de Estado del 10 de enero, un proceso inútil que terminará por reforzar el poder de la dictadura.
Creo que, por ahora, esta dictadura no va salir por medio del voto, pues el golpe de Estado ha invalidado su eficacia como alternativa.
Para finalizar, recuerdo que el momento más próximo a una transición en Venezuela la vivimos el 11 de abril de 2002 solo que la mayor manifestación registrada en la historia del país, fue secuestrada por las ambiciones de poder de sectores empresariales, militares y políticos no partidistas que pretendieron quedarse con el poder.
Así que pienso, que solo a través del pueblo movilizado, que desarrollase como aquel 11 de abril, una gran sublevación multitudinaria, podamos liberarnos de la dictadura.
Yo presumo, que esa era el objetivo de MCM en su convocatoria del 9 de enero para una movilización de la ciudadanía, pero, las organizaciones políticas que podían mover a la gente se eximieron de actuar y algunas ya se habían desactivado desde el 29 de julio.
Qué es necesario, a mi modo de ver, para promover una movilización multitudinaria de la gente que pudiera conducirnos a un cambio de régimen, pienso que:
- Una férrea unidad de todas las fuerzas democráticas que depongan los intereses personales de algunos de sus lideres. La dictadura solo puede salir mediante la movilización del pueblo en unidad como la única mediación para liberarnos.
- Superar el miedo que produjo, en la gente, la represión emprendida por el régimen después del 28 de julio que persiguió, secuestró y desapareció de manera forzada a un número significativos de lideres populares y activistas opositores.
- Igualmente, superar un factor que nos ha marcado de manera fundamental: el baño de sangre que Chávez produjo el 11 de abril que dio lugar a cientos de muertos y heridos, es decir, debemos sacarnos de la cabeza las escenas vividas en el puente Llaguno.
4.- Superar la tendencia actual dentro de la oposición venezolana que remite a la “organización intelectual” de los odios políticos.
5.- Convertir la “predisposición libertaria” que se hizo dominante, en el espíritu de los venezolanos durante el proceso de la primaria y posteriormente, durante las elecciones del 28 de julio, en una “pasión nacional”.
@enderarenas