Nicolás Maduro ha confirmado este sábado en Caracas lo adelantado ayer por The Wall Street Journal: la cancelación de la licencia petrolera para las operaciones de la estadounidense Chevron en Venezuela ha dinamitado la luna de miel diplomática entre Donald Trump y el presidente de facto del país suramericano.
«Ahora, tenemos un problemita ahí porque con eso que ellos hicieron han dañado las comunicaciones que habíamos abierto. Y eso afectó los viajes que teníamos ya programados con nuestros aviones para traernos a nuestros hermanos migrantes y darles un abrazo amoroso cuando llegan a su tierra. Yo me quería traer a todos», proclamó el «hijo de Chávez» de forma muy cuidadosa. Nada ver con los insultos de otras épocas. Los vuelos de deportación desde Texas y desde la base naval de Guantánamo, con escala en Honduras, transportaron a casi 400 venezolanos hasta su país en medio de la cruzada antimigración puesta en marcha por la nueva administración.
Además, el enviado especial Ric Grenell negoció cara a cara con Maduro la excarcelación de seis rehenes estadounidenses, atrapados por la Policía chavista durante 2024.
Todo parecía ir como se había planeado entre ambos en el Palacio de Miraflores, con el visto bueno de Trump, hasta que los tres congresistas cubanoamericanos de Florida forzaron el castigo contra el dictador revolucionario. El Departamento del Tesoro finalmente concedió el plazo de un mes para que Chevron abandonara todas sus operaciones en Venezuela, que suponían un incremento de 250.000 barriles al día para la producción energética del país suramericano.
La justificación ofrecida por la Casa Blanca fue el incumplimiento electoral del chavismo, un fraude que se conocía desde hace siete meses y la ralentización del proceso de deportaciones.
«Si fuera por mí Chevron se quedaría 100 años más, EEUU se dio un tiro en el pie con esa decisión», pontificó el mandamás revolucionario durante la celebración del Día Internacional de la Mujer, durante la cual volvió a insultar a María Corina Machado.
El Mundo
