La política exterior de Estados Unidos hacia Venezuela está experimentando un giro que podría redefinir el destino del principal emporio petrolero de América Latina arrasada por una cruel dictador ilegítimo. Con Donald Trump nuevamente en la Casa Blanca, las expectativas de una política más agresiva contra Nicolás Maduro han chocado con una realidad diferente: un enfoque pragmático donde los intereses estratégicos de Washington pesan más que la restauración de la democracia.
La gran pregunta es: ¿A quién devorará el “lobo” de la nueva geopolítica de Trump? ¿Será el régimen de Maduro, que a pesar de su ilegitimidad sigue controlando el aparato estatal, o la oposición democrática, que ganó unas elecciones pero carece del poder real y militar para desplazar al dictador?
Durante su primer mandato, Trump aplicó la estrategia de “máxima presión” contra Maduro, impulsando sanciones, bloqueos y el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente interino. Sin embargo, esa política no logró su objetivo final: la salida del chavismo. Ahora, con un escenario distinto, la Casa Blanca parece haber adoptado una posición más transaccional.
Las señales son claras: la reunión del exdirector de inteligencia de Trump, Ric Grenell, con funcionarios del chavismo, la reanudación de vuelos de deportación de venezolanos y la ausencia de un respaldo contundente a la oposición tras su victoria en el 28J en casi un mes en el poder de la era Trump 2 en la Casa Blanca.

Todo apunta a que Washington no está dispuesto a jugarse todo por un cambio de régimen en Venezuela, sino que busca cierta estabilidad y acuerdos que beneficien su agenda geopolítica y económica en el continente.
Maduro tampoco la tiene fácil, sobrevive un día a la vez. A pesar de haber sido derrotado en las urnas, sigue controlando el poder real de la fuerza en Venezuela como dictador ilegítimo que es, sostenido por un Estado forajido. Su gobierno no solo mantiene el dominio sobre las Fuerzas Armadas, el Tribunal Supremo y el aparato represivo del Estado, sino que también ha demostrado su capacidad de maniobra internacional gracias al negocio petrolero con Chevrón, sus negocios ilícitos y sus lavadoras operativas por todo el mundo.
La posible disposición de Trump a negociar le ofrece a Maduro una oportunidad para ganar tiempo y legitimar su permanencia. Si logra convencer a Washington de que es un “mal necesario” para evitar un vacío de poder o una crisis migratoria aún mayor, podría asegurar su supervivencia durante el 2025.
Por otro lado, la oposición liderada por María Corina Machado y Edmundo González enfrenta un dilema existencial: Tiene los votos, la movilización masiva en momentos claves a pesar de la fuerte represión, violencia y la persecución armada, pero aún no han logrado construir una vía real para conquistar el poder, tal como lo señala el economista Francisco Rodríguez en un reciente tuit por X. Su victoria en el 28J demostró el rechazo mayoritario al chavismo, pero la falta de una estrategia para traducir ese respaldo en poder efectivo ha dejado a la oposición del 28J en una posición vulnerable de clandestinidad por un lado y de exilio por el otro.
Como señala Rodríguez, la oposición no puede limitarse a pedir más la presión internacional; debe construir alianzas dentro y fuera de Venezuela, especialmente con sectores claves como las Fuerzas Armadas. «Si no logra consolidar una vía real para asumir el poder, corre el riesgo de que Washington y la comunidad internacional simplemente la abandonen».
La gran incógnita a despejar en esta ecuación será si EEUU está realmente interesado en la restauración democrática en Venezuela, o simplemente busca una potable estabilidad en la región y acuerdos estratégicos que favorezcan sus intereses, tal como ocurre en estos momentos con Ucrania.
¿Siendo así sería necesario para la oposición representada por Maria Corina Machado y Edmundo González cambiar de estrategia y adaptarse a esos cambios pragmáticos, tal como lo viene haciendo Volodimir Zelenskisi en medio de su desventaja, o terminar convertidos en un cadáver histórico para la nueva visión geopolítica de Trump?
Analistas políticos como Antonio de la Cruz han señalado recientemente la necesidad de un cambio de estrategia en búsqueda de una negociación directa con los actores que le permitan a la oposición triunfante del 28J convertirse en una verdadera plataforma de transición a los ojos del nuevo orden geopolítico mundial.
En este juego de poder, donde las reglas parecen cambiar constantemente, solo hay una certeza: El lobo de la nueva geopolítica estadounidense terminará devorando a la opción más débil. Si la oposición no logra transformarse en una fuerza con capacidad de negociar y ejercer poder dentro de Venezuela, podría convertirse en una víctima más de la realpolitik global.
Maduro, por su parte, sabe que su supervivencia depende de mantenerse útil para los intereses de actores clave como Estados Unidos, China y Rusia. Si Trump decide que el chavismo es un obstáculo para sus planes en la región, podría intensificar la presión; pero si en cambio considera que negociar con Maduro le ofrece más beneficios, la oposición quedará relegada a la irrelevancia.
El lobo acecha en la incertidumbre en estos días.
@damasojimenez