Antonio de la Cruz: Maduro, Biden y el juego que solo benefició a la dictadura

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Desde hace años, la relación entre el gobierno de Estados Unidos y el régimen de Nicolás Maduro ha seguido un patrón que, lejos de debilitar la dictadura venezolana, la ha consolidado. Lo que a primera vista parecen errores de cálculo de la administracion Biden o simples tácticas dilatorias de Maduro, en realidad responden a una lógica clara: un equilibrio de poder en el que el dictador y sus aliados siempre salen ganando. Entender este juego es clave para cambiar las reglas y abrir paso a la democracia.

Venezuela: Un Estado capturado por el crimen

En cualquier país democrático, el gobierno y los ciudadanos establecen un pacto social: el Estado brinda seguridad y bienestar, mientras los ciudadanos cumplen con sus deberes cívicos. En Venezuela, ese pacto desapareció hace años. Maduro ha convertido al país en un botín de guerra para un grupo de poder que se sostiene a base de represión y saqueo de los recursos públicos. En lugar de garantizar bienestar, el régimen ha hecho de la miseria y el miedo herramientas de control.

Los venezolanos, por su parte, han respondido de dos maneras: sometiéndose a las reglas del sistema autoritario o huyendo del país en masa. La migración de más de ocho millones de venezolanos no es un simple fenómeno social; es la consecuencia directa de un modelo donde quedarse en Venezuela se ha vuelto inviable para millones de personas.

La crisis migratoria: Un escape sin retorno

Cada vez que un venezolano cruza la frontera, el régimen de Maduro gana. ¿Por qué? Porque la migración masiva no solo reduce la presión interna contra el régimen, sino que además se convierte en una herramienta de chantaje ante la comunidad internacional. Entre más desesperada es la crisis migratoria, mayor es la presión sobre países como Estados Unidos, Colombia y Brasil para encontrar soluciones que, en muchos casos, terminan beneficiando a la dictadura.

La Casa Blanca y el error de negociar con un mentiroso

Desde la administración de Joe Biden, Estados Unidos ha intentado negociar con Maduro con la esperanza de que ceder en sanciones económicas traería elecciones libres. Pero esta estrategia parte de una premisa equivocada: que Maduro tiene algún interés en dejar el poder. La historia ha demostrado lo contrario. Cada vez que el régimen ha recibido concesiones, ha traicionado sus promesas sin enfrentar consecuencias serias.

Maduro no negocia en buena fe. Para él, cada diálogo es una oportunidad para ganar tiempo, aliviar la presión internacional y seguir fortaleciéndose. Mientras tanto, Washington se ha quedado atrapado en un ciclo de falsas esperanzas y concesiones unilaterales.

La migración como arma política

Maduro ha aprendido a usar la crisis migratoria como un arma. Cuando le conviene, permite que miles de venezolanos huyan hacia Estados Unidos. Cuando necesita algo de la Casa Blanca, promete controlar el flujo migratorio. Así, ha convertido a los migrantes en fichas de un juego en el que el único ganador es su régimen.

El petróleo: El salvavidas de la dictadura

Las sanciones petroleras impuestas por Estados Unidos fueron un golpe duro para Maduro. Sin embargo, en un intento por estabilizar los mercados energéticos tras la invasión rusa a Ucrania, la administración Biden relajó las restricciones y permitió que empresas como Chevron operaran en Venezuela. El resultado: más ingresos para el régimen sin ninguna garantía de cambio político.

El dinero del petróleo, en lugar de mejorar la calidad de vida de los venezolanos, ha servido para fortalecer la estructura represiva del Estado y mantener la lealtad de los militares y las élites corruptas.

Rusia, Irán y la peligrosa influencia extranjera

El régimen de Maduro no está solo en este juego. Rusia e Irán han encontrado en el país bolivariano un aliado estratégico para desafiar la influencia de Estados Unidos en América Latina. Desde el financiamiento hasta la cooperación militar, estos actores han consolidado su presencia en la región, convirtiendo a Venezuela en un peón dentro de un conflicto geopolítico más amplio.

El caso de Irán es particularmente preocupante. La construcción de fábricas de drones en Venezuela y los vínculos con grupos extremistas como Hezbollah no solo representan una amenaza para la estabilidad regional, sino que también obligan a Estados Unidos a destinar recursos para contener esta expansión.

Cómo cambiar el juego

El actual equilibrio de poder beneficia a Maduro y a sus aliados. Si se quiere restaurar la democracia en Venezuela, es necesario replantear las estrategias actuales. Algunas medidas clave incluyen:

  1. Eliminar la información asimétrica: No más negociaciones basadas en promesas sin garantías. Estados Unidos y la comunidad internacional deben exigir compromisos verificables antes de conceder cualquier alivio, frente a un Estado capturado por una organización criminal.
  2. Aumentar el costo de la traición: Cada incumplimiento de Maduro debe tener consecuencias inmediatas y significativas.
  3. Romper la dependencia económica del régimen: Cualquier flujo de dinero hacia el Estado venezolano debe estar condicionado a avances concretos en derechos humanos y democracia. En todo caso, volver a la politica de máxima presión.
  4. Contrarrestar la influencia extranjera: Se necesita una política más firme de la nueva administracion frente a la presencia de Rusia, Irán y Hezbollah en Venezuela.

La estrategia de “esperar y ver” ha demostrado ser un fracaso. Si la comunidad internacional realmente quiere cambiar el destino de Venezuela, es hora de asumir que el juego actual solo fortalece a la organización criminal de Miraflores y que, para restaurar la democracia, hay que cambiar las reglas que hasta ahora han beneficiado a la dictadura.

@antdelacruz_

Director Ejecutivo de Inter American Trends