En las raíces partidas del pueblo
creció una bandera sola,
un fuego de mujer
que se alzó contra la tormenta,
con las manos vacías,
pero el alma llena de patria.
Allá, donde la noche
se arrastra por las calles
y el miedo se sienta en las puertas,
ella camina,
sin más escolta que el sueño
de un país que está en el abismo.
La he visto de pie,
solitaria y luminosa
como una estrella de carne,
frente al rugido sombrío
de los cañones que le apuntan.
La he visto,
mientras el pueblo,
con ojos de lluvia y de esperanza,
le entrega su aliento,
como si en cada paso
ella tejiera con hilos invisibles
un nuevo amanecer.
Como Isabel la Católica, unifica sueños;
como Gandhi, desarma el odio;
como Mandela, camina sin cadenas,
y en cada palabra que pronuncia,
la libertad toma forma
en los labios de los oprimidos.
No hay riquezas en su voz,
solo el eco de una nación
que despierta del yugo,
cansada de tanto llanto,
cansada de tanta ausencia.
Oh bandera de un puebloque aún no conoce el alba,
¿quién, si no tú,
pondría su vida
como escudo de los indefensos?
¿Quién, si no tú,
diría con una lágrima firme:
“Hoy el bravo pueblo venció el miedo”?
Te recordarán las piedras
y los árboles antiguos,
como se recuerda el grito
de los héroes caídos.
Te llevarán en la memoria
los hombres que un día
levantaron sus manos vacías
y encontraron en tu luz
la fuerza para seguir luchando.
Porque en ti,
María de mil voces,
María de tierra y fuego,
vive la historia
que un día será contada,
cuando el viento sea libre
y las cadenas solo un recuerdo
bajo la sombra de tu nombre.
Antonio de la Cruz
Enero 12, 2025