La respuesta parece depender de la resistencia del régimen de Nicolás Maduro, que no está dispuesto a ceder el poder.
La Asamblea Nacional, bajo control de Maduro, insiste en que el juramentado será él mismo, aferrándose al cargo en una maniobra que muchos consideran ilegal.
Mientras tanto, González, un diplomático de alto perfil, ha estado trabajando desde el exterior para consolidar el apoyo necesario que le permita cumplir con su misión: tomar las riendas del país y devolverle a Venezuela un camino hacia la democracia. Pero no será tarea fácil. Frente a él se encuentra Diosdado Cabello, quien, cada vez más, parece encarnar una amenaza mucho mayor.
Cabello, con su retórica cada vez más violenta y autoritaria, se ha ido acercando a figuras históricas como Stalin y Mussolini, adoptando un discurso fascista que lo posiciona como un líder implacable.
El analista Antonio de la Cruz, en su reciente intervención en nuestro podcast, anunció que el costo de permanecer bajo el influjo de un personaje tan reaccionario y vengativo como Cabello podría ser devastador para Maduro y su círculo cercano.
La posibilidad de que el régimen sea arrastrado por las ambiciones de Cabello y su estilo cada vez más dictatorial podría ser peor que cualquier salida negociada. El costo de permanencia para la cúpula de Maduro con un Cabello en Miraflores será el encierro o la muerte.
Ellos lo saben. Cabello no era solo un político ambicioso; cada vez se acerca más a una figura sacada de los peores momentos de la historia europea. Su postura, su retórica, y sus decisiones, lo alineaban más con figuras como Benito Mussolini o Stalin que con el propio Chávez que lo había respaldado en sus inicios.
Fascista, violento y absolutamente decidido a tomar el poder, el tablero de ajedrez luce cada vez más pequeño para Maduro, Padrino y los hermanos Rodríguez, al frente de un régimen ilegitimado ante la comunidad internacional y ante un nuevo gobierno de Trump en los EEUU. 4 meses después del 28 J, vemos un Maduro aferrado a una presidencia con el tiempo en contra para negociar una salida.
El panorama para el régimen se vuelve cada vez más sombrío. La clave de todo reside en el 10 de enero, una fecha crucial en la que Maduro, según los cálculos más pesimistas, podría adelantar su juramentación de forma ilegítima, desafiando las normas constitucionales y dejando claro al mundo entero que su gobierno no se rendirá. El analista Antonio de la Cruz no había dudado en decirlo:
«El costo de permanecer con una pieza fascista, vengativa y reaccionaria como Cabello podría ser peor para Maduro y su cúpula que llegar a una salida negociada con el presidente electo Edmundo González Urrutia y la comunidad internacional». Las sanciones internacionales ya se encuentran en su punto más alto, y la posibilidad de que el régimen pueda permanecer en el poder sin recursos ni ilegitimidad podría generar el escenario para los cambios. Las elecciones del 28 de julio fueron un antes y un después para el régimen.
La victoria de González Urrutia y la presión externa parecían ser las señales de que el ciclo de Maduro estaba llegando a su fin.
A lo largo de estos meses, el gobierno venezolano ha perdido terreno no solo ante la comunidad internacional, sino también dentro de sus propias filas. Los gestos cada vez más desmedidos de Cabello, su sed de poder, su agresividad y su retórica fascista, hace que muchos en el círculo de Maduro comiencen a temer por su propio futuro.
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