“La palabra HEREJE viene del griego airesis y significa «el que opina distinto, el que tiene ideas propias». Lo opuesto a la herejía es el dogma. El dogmático obedece, el hereje pregunta, el primero cree lo que otro dice, el segundo piensa por sí mismo. ¡Benditos herejes!”.
Hay temas prisioneros del dogma. En el caso de la Historia de Venezuela, el de la Independencia, se lleva todos los premios. Una Independencia (1810-1831) desconocida para la mayoría ya que es un relato cautivo bajo los dictados del Estado y de sus ocupantes.
Francisco de Miranda, todo indica que lo fue, estuvo al servicio de Inglaterra. En 1806 intentó invadir a Venezuela dos veces y con apoyo inglés. Para los venezolanos españoles de ese entonces fue un traidor. Para los venezolanos de la post Independencia, un héroe. No somos lo que somos. Prevalece el dogma enmascarado.
La Independencia fue una guerra interna. En 1815 se hizo «internacional». La verdadera amenaza sobre Venezuela fue una invasión de Inglaterra y Francia. Los primeros ocuparon Trinidad en 1797 y Curazao en 1806. Y Napoleón tomó Madrid en 1808. La mayoría ignora estos eventos.
“La Toma de España por parte de Napoleón en 1808 no fue un simple detonante de los acontecimientos que en Caracas condujeron a la lucha por la independencia, fue su causa”. Lo dice P. Michael McKinley en su fundamental: “Caracas antes de la Independencia”, (1993).
Hoy sabemos que una élite fue la protagonista de una independencia que pretendió desde el gradualismo y los pactos sin sangre alcanzar el “reino de la libertad”. Todo fue una ensoñación que derivó en pesadilla. El único y real compromiso de esa élite provincial hacia el cambio fue en realidad no cambiar nada. Esa élite fue la caraqueña que actuó el 19 de abril de 1810 y el 5 de julio de 1811.
También sabemos que los canarios se juntaron como Partido en 1812 y en alianza con los corianos hicieron polvo cósmico a los aristócratas de Caracas y sus ciudades aliadas. Sobre esto los libros en la escuela guardan silencio.
1813 fue un año terrible. Un año de inflexión. Nuestra «guerra boba» de muy baja intensidad y entre provincias: Caracas y aliados vs Maracaibo y aliados se fue al traste y apareció el Apocalipsis. Su nombre no fue Juan sino Bolívar.
Para decir semejante blasfemia solo es posible desde la posición del extranjero. Ningún autor venezolano se atrevería acusar al Libertador de ser el padre de la guerra de exterminio de los años 1813 y 1814. Secundado por el psicópata de José Tomás Boves.
El autor extranjero que nos sopla esta herejía imperdonable es P. Michael Mckinley. En un libro rompedor y controversial, aunque contundente en sus conclusiones. Todo venezolano prisionero de las vendas mentales e ideológicas que impone la Historia Patria deberían leerlo.
Los caraqueños, la provincia de Caracas o Venezuela, vivieron en la segunda mitad del siglo XVIII un repunte económico espectacular. El cacao se vendía bien en Europa. No había motivos para cambiar la bonanza por un camino oscuro e incierto. Los hechos de 1808 en España los obligó a actuar a pesar suyo.
La Guerra a Muerte los fulminó. Me refiero a los mantuanos. Y lo misterioso de éste designio es que su principal instigador perteneció a la clase social de los patricios. Los mil demonios se desataron: la guerra civil lo consumió todo.
En 1815 arribó inesperadamente un Pacificador. A las tropas expedicionarias se les mantuvo en secreto el destino. Ir hasta la Costa Firme era una muerte segura. Entre 1816 y 1818 esos 10.000 soldados fueron consumidos por la malaria y no en los combates.
El Pacificador Morillo, no vino con la intención de aplacar a los mantuanos caraqueños. Todo lo contrario, su objetivo, fue desactivar la guerra social y étnica sin contenido político que los pardos y llaneros venían llevando a cabo desde el asesinato, saqueo y robo. Las fechorías no son bien vistas en las historias blanqueadas elaboradas a la medida de la corte celestial de los héroes.
Fue su victoria y perdición. Al desactivar a los ejércitos de bandidos la causa del rey perdió el ímpetu ganador. Morillo fue un buen militar y un pésimo político. Bolívar aprovechó esta contradicción para terminar prevaleciendo en una guerra brutal y muy poco de liberación.
Los ganadores de la Independencia fueron muy pocos. La degollina apenas dejó gente en pie. Los exiliados, como hoy, fueron muchos. Los Libertadores se aliaron con los sobrevivientes de la vieja elite y con los nuevos actores de la post Independencia. Entre ellos los agentes extranjeros de las principales potencias.
El Pueblo solo quedó en el Himno Nacional. Las estructuras socio/económicas apenas cambiaron. Y la nueva novedad política de una República Liberal se tejió para apuntalar los intereses de los nuevos amos criollos en el poder.
Hasta el día de hoy, la historia se repite.
DR. ANGEL RAFAEL LOMBARDI BOSCAN
@LOMBARDIBOSCAN
Director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia