El retorno de Donald Trump a la Casa Blanca, con el posible respaldo de mayoría en ambas cámaras del Congreso, abre las expectativas de la dirigencia de la oposición democrática venezolana de que aumente la presión sobre el régimen de Nicolás Maduro para que reconozca la victoria de Edmundo González Urrutia, obtenida en las pasadas elecciones presidenciales del 28 de julio.
En su mensaje de felicitación a Trump, María Corina Machado, líder de la oposición democrática de Venezuela, le manifestó que «Sabemos que siempre hemos contado con usted” para asegurar en Venezuela una transición de la democracia sin demora.
De igual forma, el dirigente opositor Julio Borges, expresidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, confía en que la nueva administración de Trump sea mucho más firme que la de Biden frente a la dictadura de Maduro: «Trump, de alguna manera, necesita ahora mostrar un contraste muy marcado frente a lo que fue la política de Biden hacia Maduro. Trump viene de una estrategia de máxima presión que no logró producir un cambio en Venezuela, y en esta nueva oportunidad la situación es aún más compleja, porque Maduro, como todos saben, se robó las elecciones”.
La política de Biden hacia Maduro permitió al régimen seguir avanzando en su dominación
Cuando en el 2021 Biden asumió la presidencia norteamericana, modificó la política de «máxima presión de Trump” sobre el régimen venezolano, sustituyéndola por la una estrategia de «cambio incremental” y de comunicación directa con Maduro.
En palabras de Juan González, director de Biden para el Hemisferio Occidental: «Mientras que la teoría del cambio de la administración anterior (Trump) se basó en el colapso del régimen, la nuestra se basa más en la necesidad de reconocer que solo una negociación conducirá a un cambio concreto y sostenible en Venezuela hacia el orden democrático”.
La estrategia de Biden no logró el «cambio concreto y sostenible” que se proponía. Maduro aprovechó los espacios de negociación (México, Barbados, Qatar) para obtener un alivio de sanciones y asegurar el retorno de individuos cercanos a su círculo de poder, sin realizar concesiones significativas en el ámbito democrático y permitiéndole seguir avanzando en su proyecto de dominación del país.
La victoria electoral del candidato opositor Edmundo González, aún no reconocida por Maduro, se logró en un entorno marcado por arbitrariedades, violencia y persecución contra la disidencia democrática, condiciones que persisten hasta hoy.
Así lo expresa Borges: «La administración Biden, en el caso venezolano, a menos que tome medidas ahora que ya pasaron las elecciones, solo puede exhibir un retroceso significativo. Aunque promovió de manera legítima algunas negociaciones, en la práctica, estas resultaron en un claro beneficio para Maduro, mientras que Estados Unidos y el pueblo venezolano no obtuvieron nada. En particular, el pueblo venezolano no solo no ganó, sino que retrocedió. Para Estados Unidos, el único resultado tangible es el acuerdo con Chevron, que representa un gran premio para Maduro, pero que no tiene un impacto relevante para los intereses estadounidenses”.
Trump deberá articular más aliados para favorecer el cambio en Venezuela
Según Borges, en esta nueva oportunidad, «Trump debe buscar cómo generar la mayor presión posible, ya sea para forzar una negociación o una apertura. Para lograr esto Trump tiene ante sí nuevamente diferentes cartas sobre la mesa”.
Borges destaca la necesidad de que «la Casa Blanca logre articular mucho más aliados que, en este momento, desde un punto de vista doctrinal, y a diferencia de su primer gobierno, no son afines al ala centro o centroderecha en general, sino que son fundamentalmente de izquierda”.
Durante su primer mandato (2017-2021), Trump tuvo como aliados clave en su estrategia diplomática contra el régimen de Maduro a varios presidentes latinoamericanos de centroderecha o derecha, como Iván Duque en Colombia, Jair Bolsonaro en Brasil, Mauricio Macri en Argentina, Sebastián Piñera en Chile, Lenín Moreno en Ecuador y Juan Carlos Varela en Panamá.
Hoy en día, sin embargo, varios de estos países están gobernados por líderes de izquierda, como Gabriel Boric en Chile, Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil y Gustavo Petro en Colombia. Sin embargo, a pesar de sus afinidades ideológicas con el régimen de Maduro, Boric ha expresado fuertes críticas por las violaciones a los derechos humanos en Venezuela, mientras que tanto Lula como Petro han tomado cierta distancia del régimen venezolano tras el fracaso de sus intentos de mediación para que este presentara pruebas fehacientes de su supuesta victoria electoral.
Otro factor que podría facilitar una posible coordinación entre estos mandatarios y la administración de Trump son los efectos negativos que la revolución bolivariana ha generado en el hemisferio en términos de migración, narcotráfico y violencia. Esto ha provocado en los gobiernos de la región, independientemente de su signo ideológico, mucho interés en que se produzca una solución definitiva a la crisis venezolana.
¿Es posible un entendimiento pragmático entre Trump y Maduro?
Algunos analistas han sugerido la posibilidad de que se produzca un entendimiento pragmático entre Trump y Maduro, basado en temas que hoy en día son muy sensibles dentro de la política estadounidense, como la migración ilegal y el suministro de petróleo. A su vez, Maduro ha expresado su disposición a superar las confrontaciones pasadas y darles «un nuevo comienzo» a las relaciones bilaterales.
Sin embargo, para Borges esa posibilidad no es viable: «Yo considero que esto es improbable dado el importante apoyo que Trump recibió del electorado latino en Florida. Este grupo está estrechamente vinculado con líderes que seguramente ocuparán posiciones clave en su administración, como Marco Rubio o Carlos Trujillo.»
Marco Rubio, de ascendencia cubana y senador republicano por Florida, ha mantenido desde hace más de una década una posición firme de respaldo a la oposición democrática venezolana y de enfrentamiento al régimen de Nicolás Maduro. Desde el inicio de la administración Biden, Rubio ha criticado duramente su política hacia Venezuela, destacando, especialmente durante la reciente campaña electoral, que dichas políticas solo han contribuido a fortalecer a Maduro en el poder.
Otra figura que podría desempeñar un papel importante en la política de Estados Unidos hacia Venezuela es el republicano Rick Scott, recientemente reelecto como senador por el estado de Florida. En septiembre pasado, Scott presentó en el Congreso norteamericano el proyecto de ley «Securing Timely Opportunities for Payment and Maximizing Awards for Detaining Unlawful Regime Officials (STOP MADURO)”. Esta legislación propone aumentar el monto máximo de recompensa, de 15 millones de dólares a un tope de 100 millones, por información que conduzca al arresto y condena de Nicolás Maduro. Tras la victoria de Trump, Scott declaró: «No más días de Maduro”.
Estos apoyos, considera Borges, son muy importantes para nuestra lucha. Recuerda, sin embargo, que «es necesario tener clara la lección de que, al final, el cambio en el país lo tenemos que producir los propios venezolanos. Si bien existen agendas comunes y apoyos externos que pueden facilitar el retorno de la democracia a Venezuela, no habrá cambios mágicos impuestos desde fuera. El desencadenante para el cambio necesariamente va a provenir de la determinación y del empuje de la fuerza interna del pueblo venezolano, tal como ha ocurrido con otras naciones que se han enfrentado a retos similares a lo largo de la historia”.
Germán Cardozo Álvarez / DW