Cuando era un niño, escuchaba permanentemente de mis abuelos, que “El bien siempre triunfa sobre el mal”, en ellos, esa expresión, tenía el peso de una doctrina.
Hace bastante tiempo, pero ya no era un niño, descubrí que tal aforismo, especialmente en nuestra particular historia como país, no es cierto y que este ha sido desmentido totalmente en los últimos 32 años, pues, la Venezuela de hoy es el resultado de la derrota del bien por el mal.
Ese triunfo del mal sobre el bien, se materializó en lo que podríamos llamar un “democidio”, el asesinato de la democracia, que, al chavismo, para ser sinceros, no le costó nada ni le fue difícil destruirla.
Chávez se hizo cargo del resentimiento de la gente, y de verdad, hay que reconocer el olfato que Chávez tuvo para “oler” esa especie de “hostilidad envidiosa” (Nietzsche) y construyó con mucha eficacia una línea directa que lo conectó con los descontentos de la gente, llegándose a convertir “en la encarnación física y mental de la voluntad del pueblo”.
Pero Chávez desapareció y en su lugar dejó como heredero a Nicolás Maduro, quien continuo la tarea de Chávez, de desmantelar lo que quedaba de democracia, pero con mayor brutalidad y terminó de: “Devastar a la democracia en nombre de la democracia”, solo que, mientras Chávez, a través de las falsedades y de “insultos con epítetos vulgares” le vendió al país pasión y prejuicios, Maduro, ha vendido fanatismo e ignorancia y después de dejar demostrado su incompetencia y haber despilfarrado, junto con Chávez, la mayor cantidad de ingresos registrado en la historia del país, quiere mantenerse en el poder a través de la estafa, el fraude y la represión.
Después del proceso electoral del 28 de julio, el país vive un régimen de facto y con él se trazan los horizontes temporales que se esbozan, tanto por el régimen, que pretende, el 10 de enero, juramentar a Maduro, valiéndose de la mayor estafa electoral que registra la historia del mundo, como, la planteada por la oposición bajo la consigna: El 10 enero, la clave es “derribar la dictadura”, mediante, la juramentación de Edmundo Gonzales Urrutia como presidente electo. Tal juramentación se haría en la propia Asamblea Nacional.
De lograrse esto último, ese sería el día de colocar las cosas en su sitio, es decir, que “el bien, al fin logre derrotar al mal”.
Déjenme expresar realísticamente este escenario: Todos sabemos, como dice un viejo profesor que “No se trata de lo que es ni de lo que debiera ser, sino de lo que es posible”. En ese sentido, ¿Es acaso posible la juramentación de Edmundo Gonzales Urrutia el 10 de enero como presidente de la república en la propia Asamblea nacional?
Es obvio, que el régimen lo controla casi todo, que digo casi todo, lo controla todo. Diosdado Cabello, con la pusilanimidad y la maldad que lo caracteriza, por iniciativa del jefe del CICPC, Douglas Rico, revela el supuesto regalo (unas esposas policiales) que espera a Gonzales Urrutia en caso de ir a Venezuela a juramentarse (por lo general los personajes más conspicuos de la nomenclatura, eso incluye a Maduro, Jorge Rodríguez, en sus arengas desquiciadas desde el pódium de la AN y, por supuesto, Diosdado Cabello en sus usuales amenazas parecen, realmente, intoxicados con cocaína de la mala).
Obviamente, el 10 de enero es una fecha que encierra la mayor de las incertidumbres, aparentemente, quien ha dispuesto esa fecha, como una manifestación del poder real que posee es el régimen, pues, el poder es de quien dispone del tiempo del otro. Esta vez, la oposición ha encarado el juego como una situación caracterizada de “poder dual”, como el poder potencialmente oficial, y ha asumido que esa fecha funge como el fin del régimen.
Es verdad que el ciudadano tiene dudas, tiene miedo y hay incertidumbre, pero, él sabe que el régimen pretende robarse los resultados de las elecciones, que se trata de un fraude, de una gran estafa. Sabe y sufre que se enfrenta a un régimen que le ha roto todas las certezas básicas, que, a pesar de todas las críticas que puede hacérsele a la república civil, pudo construir sus certezas fundamentales durante los 40 y tantos años que aquella duró y sabe, también, que la peor de las roturas que el régimen dictatorial ha producido es la del mundo familiar que, ha sido “traumáticamente violenta”, mutilando autoritariamente su unidad, fragmentándola, mediante el desplazamiento de más de 8 millones de personas que ahora deambulan por el mundo.
Diosdado presenta a su auditorio televisivo que la lógica, esa lógica que dada por sentado las cosas por el control que se ejerce y se tiene asfixiando al país, les dice que es imposible la llegada y juramentación de Gonzales Urrutia.
¿Entonces, es posible que la juramentación de Edmundo Gonzales Urrutia se materialice el 10 de enero, como él mismo ha prometido?
Presumo, que dicho escenario es posible, solo si se produce la movilización masiva de la gente. Y esto, puede darse, porque ha cambiado la naturaleza del venezolano como actor social y político. Ciertamente, ha dejado de ser un simple objeto de cálculo político y de manipulación en lo que lo había convertido el chavismo en tiempos de Chávez.
Ahora, se ha transformado en el sujeto político por excelencia del momento actual y ha trascendido a la clásica estructura partidaria opositora, ha devenido en ciudadano que ya ha sorprendido al régimen, primero, durante las primarias y luego el 28 de julio votando masivamente a pesar de todos los obstáculos que el régimen le puso en el camino para evitar su comparecencia al acto electoral.
Esta nueva condición del venezolano como sujeto es, o quiere ser, ignorada por el régimen que lo sigue pensando como un simple objeto de su política. En este sentido, quiero recordarles a ellos, una frase citada por Norbert Lechner y que pertenece a Frank Kafka: “Bien es cierto que la lógica es imperturbable, pero no soporta a un hombre que quiere vivir” y ese hombre no es solo Gonzales Urrutia, ni tampoco MCM, ese hombre es el ciudadano venezolano que encarna sentimientos de cambios y que ya ha dicho basta. Solo que, como dice MCM, ese día, cada venezolano debe hacer lo que le corresponde.
@enderarenas