En Venezuela el poder reside en quien tiene el control total de la Corporación criminal que se autoproclama propietaria absoluta del Estado-territorio, los negocios, la justicia y el destino de las personas que allí habitan. Es la narrativa de la incertidumbre que Maduro y Cabello desean imponerte a través de sus analistas y voceros asalariados.
Romperte el espíritu no ha sido fácil, les ha llevado tiempo.
Es cierto que Maduro es el CEO que mantiene operativo los milmillonarios negocios de corrupción, narcotráfico y lavado que fortalece a este emporio integrado por la mafia rusa, los intereses financieros de China, la intervención de los iraníes y grupos terroristas como Hezbollah, las Farc disidentes, el ELN y el castrismo cubano, mientras funge bajo la investidura de jefe absoluto de una nación que ha sido despojada de sus principios elementales de soberanía. Para su propósito requiere de legitimidad, pero ya no la tiene.
Luego de la derrota electoral del 28J (67% a favor de Edmundo González contra 37% de Maduro según consta en las Actas reconocidas por los observadores internacionales del Centro Carter y la ONU sin argumentos válidos por parte del narco régimen), la soberanía popular ejercida a través del voto por el pueblo venezolano que decidió a favor de Edmundo González, ha sido confiscada al mando de la Corporación criminal, repartida entre la figura ejecutiva de Maduro y su jefe de guerra al mando de las persecuciones, secuestros, acoso y asesinatos, Diosdado Cabello, quienes se niegan rotundamente con amenazas a dejar el poder.
Todos sabemos que si esta Corporación derrotada en las urnas es la que se juramentará de forma ilegítima el 10 de enero se perpetraría un “Golpe de Estado”, lo que implica la anulación de la Constitución vigente. En este caso, la Constitución de 1999 establece procedimientos claros para la sucesión presidencial, y el 10 de enero marca el fin del mandato de Maduro, ya que no fue reconocido como presidente legítimo por la oposición ni por gran parte de la comunidad internacional.
Tal intento de prorrogar su mandato de manera ilegítima destruiría el marco constitucional y legal del país. A su vez dejaría aislado tanto al CEO de la Corporación criminal, a la cúpula que gobierna de forma violenta y humillante hasta ese momento, y a las Fuerzas Armadas que lo respalden y que pasarían a ser considerados como mercenarios al irrumpir contra el orden establecido y contra su nuevo comandante en jefe.
Maduro no está dispuesto a transferir el poder de forma democrática luego de burlar a la administración de Biden al prometer elecciones libres y estafar con un proceso electoral que le sirvió para negociar la liberación de los narco sobrinos y a su principal testaferro Álex Saab. Después una trampita y zas! se acabó, pero no resultó así.
Después del 5N el dictador, pidió clemencia en tono bajito a su archienemigo, Donald Trump, y sin escatimar en costos comenzó a mover a sus “lobistas” en Washington para intentar una nueva negociación que lo mantenga en el poder, aparentando el control de las Fuerzas Armadas, el Tribunal Supremo de Justicia, el Consejo Nacional Electoral, el Ministerio Público y la Asamblea Nacional, con el firme propósito de dificultar cualquier transición interna hacia la democracia.
Una cantaleta sin asidero porque el mundo entero sabe que se trata de un régimen dictatorial derrotado en las urnas, así se burlen, mientan nauseabundamente, recuerden a los opositores que sufrirán una pesada decepción al día siguiente, ó lo nieguen hasta la saciedad en el programa “Con el mazo dando”, como ocurrió con las primarias que nunca se harían, con la imposibilidad de MCM de recorrer el país porque sería detenida, de que a su vez no podría escoger otro candidato porque se trataba de una inhabilitada por la dictadura, de que también sería inhabilitada la tarjeta de la MUD, de que el escogido candidato de la unidad, Edmundo González, no ganaría las elecciones porque era un “viejo decrépito”, y de que jamás podrían demostrar el fraude cometido. ¿Remember? Bien, de los mismos autores y “analíticos” de todas estas narrativas de la desinformación nos viene la nueva campaña pagada por la mayor Corporación del delito en el mundo, la de que “Edmundo no se juramentará”.
Maduro afirma que ya recibió la invitación de su principal cómplice en la AN, Jorge Rodríguez, para tomar posesión para el período 2025-2031, pero el reconocimiento de González Urrutia de parte de la comunidad internacional, léase Latam con sus distanciados aliados Lula y Petro, la Unión Europea y los EEUU con la administración Trump, le coloca a Maduro más que una nueva banda presidencial un reloj de tiempo que hace boom.
El anunció de la “Ley Stop” dado por Rick Scott, que ayudará a pasar de una recompensa de 15 a 100 millones de dólares que serán entregados a quienes ayuden a capturar a un “fugitivo” Maduro después del 10E y ponerlo en una prisión en EEUU, la reciente aprobación de la Ley Bolívar para presionar económica y diplomáticamente un régimen con pretensiones de “tragarse la luz roja” constitucional, el fortalecimiento de las sanciones económicas, la guerra a los carteles del narcotráfico hecho vox populi por el próximo secretario de Estado, Marcos Rubio, son alarmas de que la única negociación posible de Maduro con la nueva administración estadounidense ya no sería el qué, sino el cómo Maduro abandonará el poder, cómo se rendirán cuentas, cómo se aislarán los aliados internacionales y cómo se desmantelará la corporación criminal en Venezuela, considerada la mayor amenaza hasta el momento, construida por los principales enemigos de EEUU a la vuelta de la esquina.
Pero hay que estar claro que se trata de una guerra de narrativas de la desinformación que debe ser vencida desde cada defensor de la democracia en Venezuela, nos dice desde Washington el director ejecutivo de Inter América Trends, Antonio de la Cruz, en nuestro reciente Live Podcast.
“Cuidado con los escenarios derrotistas que nos quiere imponer el régimen con la venia de Cabello en redes sociales, con empresarios, alacranes, fundaciones, analistas del régimen, todos voceros de los laboratorios de guerra sucia de la corporación criminal que pretende seguir sosteniendo a Maduro a cualquier precio. El único escenario previsto en las grandes esferas del poder es el de un Edmundo González Urrutia cobrando la victoria del 28 de julio, que puede ocurrir el simbólico 10 de enero como en los días subsiguientes, porque Maduro no tiene posibilidad de mantenerse en el poder desde la ilegitimidad, mucho menos ante los ojos de una comunidad global que lo ve como una tiranía de facto y como un precedente negativo para los procesos electorales de América Latina a futuro”.
Para algunos la juramentación de González Urrutia parece improbable dado su exilio en España y la falta de control sobre las instituciones claves en Venezuela. Sin embargo, su reconocimiento como presidente electo por parte de Estados Unidos y otros actores internacionales de bastante peso, preparan el escenario que el presidente electo parece haber adelantado con sus palabras: “No les quepan dudas, me juramentaré como presidente de la República en la fecha prevista en la Constitución.
@damasojimenez