“La incertidumbre tiene consecuencias significativas en el bienestar emocional de la población, limitaciones y hasta parálisis en el proceso de toma de decisiones de las personas, y finalmente efectos nocivos en su calidad de vida…Es por ello que el problema de la crónica incertidumbre no puede ser tomado a la ligera como si fuera sólo un dato anecdótico. Sus efectos sobre los venezolanos son graves”, escribió recientemente (El Nacional 24-10-2014), el profesor de la Universidad Simón Bolívar, Ángel Oropeza.
Ante ese fenómeno que afecta a los venezolanos en los últimos 25 años, Oropeza, también propone algunas estrategias para gestionar la incertidumbre: como enfocarse en el presente más que en el futuro incierto; aprender a contrarrestar los pensamientos catastróficos; identificar lo que está fuera de nuestro control y enfocarnos en lo que podemos controlar, realizando acciones concretas y realizables; evitar la sobreinformación (sobre todo la proveniente de fuentes no confiables o serias), y buscar apoyo social y emocional en amigos y familiares cuando sea necesario.
La mejoría que se observa en Venezuela responde a la capacidad del venezolano de aceptar una realidad y responder con sus recursos materiales y espirituales a la mano; sin duda, que el efecto de la remesa ha permitido que las condiciones de muchos familiares de quienes se huyeron a otros países escapando de los factores adversos políticos y económicos que los afectaban. Era previsible que eso sucediera, era cuestión de tiempo, el peligro es que “tiende a convertir lo malo en normal”.
Lógicamente quienes se fueron ahora tienen ingresos y apoyan a quienes se quedaron; esos recursos generan demanda de productos y si el aparato productivo nacional no cubre esa presión que generan “los dólares provenientes del exterior”, es lógico que las importaciones y la inflación aumente, en el caso venezolano esta aberración económica trae como la consecuencia que “la misma esté dolarizada” y afecta negativamente a la población que no tiene “la ayuda externa”.
A la aparente normalidad y mejoramiento de la situación se añade el comportamiento de la población y de un régimen que argumenta que esos resultados son producto de su “revolución socialista propuesta por el legendario y heroico comandante Hugo Chávez”.
Nada más lejano que ese falso y manipulado argumento, la infraestructura productiva y social del país muestra graves fracturas que hacen imposible que los venezolanos verdaderamente reciban los beneficios de la mal llamada revolución socialista. El daño ocasionado al sector industrial demanda de grandes inversiones que difícilmente llegaran con la incertidumbre legal y política que caracteriza a la nación, más cuando la principal fuente de divisas del país (el petróleo) presenta un deterioro que le impide producir y refinar crudos para cumplir con los grandes compromisos que tiene el Estado con una sociedad altamente dependiente de el.
Tampoco la industria nacional puede producir, competir y diversificar la economía cuando hay limitaciones en la infraestructura vial, los servicios eléctricos y de telecomunicaciones e inseguridad jurídica. Situación difícil de revertir porque la dependencia de la cultura petrolera lo impide, ya que recuperarla demanda miles de millones de dólares y varios años de trabajo.
Tamaña empresa es difícil de emprender con un régimen corrupto e inepto, que dilapidó la mayor bonanza petrolera de la historia de Venezuela y solo profundizó sus problemas de pobreza, des-inversión, desigualdad, mala calidad de los servicios de salud, educativo, agua y electricidad.
Para el régimen son buenas las noticias proporcionadas por el efecto remesa, la reducción de la presión social producto del éxodo de millones de venezolanos y el lavado de capitales. Esas consecuencias le han resuelto los problemas causados por su incapacidad demostrada durante 25 años de mala gestión.
La gente se acostumbró a vivir en las condiciones actuales, con una sociedad que recibe míseros sueldos y pensiones, de los vaivenes en el suministro de combustibles, energía eléctrica y agua, dependiente casi en su totalidad de las migajas que le tira el régimen en bolívares, de pedir por las redes cuando necesita cubrir alguna necesidad extra (salud), parrandera y con vivos que aprovechan la situación.
Ante la situación, todavía existen promotores de la buena información, como es el caso del profesor y psicólogo, Ángel Orpeza, que tratan de orientar a una población ávida de faros que orienten sus barcos hacia puertos seguros.
VUSA