«Lo que está haciendo [Trump] es darle a la gente una excusa para señalar con el dedo a alguien más, a los inmigrantes mexicanos, al comercio con China, a las élites demócratas o a cualquier otra cosa».
«Voy y vengo entre pensar que Trump es un imbécil cínico… o que es el Hitler de Estados Unidos«.
Ambas expresiones las citó la BBC, el pasado 14 de julio de 2024, cuando analizaba el perfil del ahora candidato a la vicepresidencia del expresidente republicano, Donald Trump, James David Vance en 2016, entonces convertido en una estrella por su obra Hillbilly Elegy. Las expresiones fueron anteriores a su arrepentimiento en 2022 antes de convertirse en el aliado de Trump en el Congreso de la República.
La primera frase, dicha por Vance en 2016, encierra lo que está haciendo el líder presidencial republicano, siempre buscando “chivos expiatorios”, para endosar los males que están ocurriendo en la democracia americana, pero es incapaz de reconocer los verdaderos males que afectan a la nación.
Recientemente, el propio Vance dijo que los inmigrantes haitianos estaban “comiéndose los gatos y los perros de la localidad de Ohio, lo grave del asunto fue luego cuando aceptó que era un falso rumor, en una entrevista hecha por CNN dijo: “Los medios de comunicación estadounidenses ignoraron totalmente estas cosas hasta que Donald Trump y yo empezamos a hablar de memes de gatos. Si tengo que crear historias para que los medios de comunicación estadounidenses realmente presten atención al sufrimiento del pueblo estadounidense, eso es lo que voy a hacer”, dijo el senador de Ohio.
Lo dicho por Vance es un reflejo de la descomposición que expresa la sociedad americana. Se rompe con el precepto de “verdad” expuesto en su Constitución Nacional. Si se vulnera ese fundamento pasa lo que sucede hoy, el candidato presidencial Donald Trump miente, acusa y condena sin escrúpulo alguno, lo peor del asunto es que hay millones de norteamericanos blancos, negros y de la comunidad latina (una de las mal golpeadas en sus discursos) que caerá en su embrujo emocional.
Más allá de buscar “chivos expiatorios”, los políticos norteamericanos no entienden el desfase que tienen las instituciones, sus representantes y las necesidades de la población en el campo de la salud, la educación, la vivienda, tecnología, los valores, los principios, las leyes y su “Realpolitik”.
El modelo se agotó, no se entiende, por ejemplo, que las oficinas de cabildeo de Washington no son más que centros de corrupción que infectan a la sociedad y distorsionan la toma de decisión pública. Nada dice de la descomposición familiar, los efectos tecnológicos y de las redes sociales, el aceptar el consumo normal de las drogas o de ser el centro de lavado de dinero más grande del mundo, desconocen que su historia es multicultural y racial, porque las emigraciones fueron las que construyeron su grandeza y lo siguen haciendo.
Hacer como el avestruz de meter la cabeza en la tierra sin ver la realidad, acusando de los males nacionales a factores externos, es prolongar la miopía. Lo dicho por Vance en 2016 y los discursos del aspirante a la presidencia lo evidencian. En las elecciones de mitad de período, los candidatos extremistas demócratas y republicanos perdieron, ganaron los aspirantes moderados, los apegados a los principios democráticos.
Durante ocho años, Trump ha manejado un discurso de culpar de los problemas de seguridad y de pérdida de puestos de trabajo a un puñado de delincuentes del llamado “Tren de Aragua”, cuya cifra es insignificante, o a los mexicanos de traer su costumbres delictivas. Acusa al régimen de Nicolás Maduro de orquestar una estrategia invasora ridícula para ¡desestabilizar a un país de 346 millones de habitantes! desconociendo que gracias a esa mano de obra se mueve la producción agropecuaria en los estados fronterizos y de muchos oficios en el sistema hotelero, en los restaurantes, mantenimientos, en fábricas o centros de distribución estratégicos que no son atractivos para sus ciudadanos.
Ha sido un discurso tóxico en el que nada es bueno y él es el que puede salvar a la nación y llevarla a la grandeza. Desprecia el trabajo y el esfuerzo de la población por mantener a EUA como primera potencia y que aspira a recibir mensajes que alimenten el lado positivo del país. Es lógico que hay un agotamiento que parece no inmutar a Trump, incluso su artillería descalificadora del otro o mentir, no se modificó ante el cambio de candidato demócrata.
La ventaja de Trump sobre el actual presidente, Joe Biden se revirtió con la entrada de Kamala Harris. Su discurso contra la comunidad latina y en especial la venezolana es contraproducente, solo impulsa la visión negativa de un puñado de delincuentes que gozaron de impunidad en su país y ahora pretenden “colarse” dentro de la población inmigrante, justificando una información manipulada que “corre sin ninguna veracidad por las redes sociales”, mal poniendo a la mayoría buena y trabajadora que huye del desastre nacional.
Pedro Hernández