Según Octavio Paz los Estados Unidos son una “Democracia Imperial”. Defensores de la libertad y la democracia y de un imperio ultramarino, el más poderoso, luego del que representó Inglaterra entre los siglos XIX y XX.
Sus intereses imperiales, están resguardados, por los momentos, por el ejército más poderoso de todos. La crisis de Occidente no es tal. El reto de China es aún blandengue. Y los rusos viven su propio Vietnam en Ucrania. Los israelíes controlan el Medio Oriente y saben que Estados Unidos es un aliado confiable. No hay amenazas reales al predominio del país de la Estatua de la Libertad.
Sus elecciones cada vez son más crispadas. Y algunos analistas ya hablan de una guerra civil latente que puede escalar a mayores. Su institucionalidad es sólida y vigila los potenciales desórdenes que pudieran desequilibrar al sistema. Trump, incluido.
Trump, luego de la declinación de Biden y un atentado, era ya para muchos, el candidato ganador. Su populismo en base a la ignorancia y mentiras ya no es tan efectivo como en las campañas pasadas. El electorado ya duda sobre su propia cordura.
Inesperadamente, la vice-presidente Kamala Harris le ha sabido antagonizar y poner al desnudo sus muchos trucos y manipulaciones. Su populismo es más light y hasta simpático por ser de índole progresista. Además, es afrodescendiente y de ascendencia india, lo cual representa siempre una novedad. Aunque lo más importante y que consideramos decisivo: su condición de mujer podría catapultarla a ser la primera mujer en conquistar la presidencia en toda la ya muy larga historia machista de los Estados Unidos.
Kamala es el factor de la continuidad sin sobresaltos. Garantiza los logros tranquilos pero tangibles de la gestión de Biden, sobretodo, en la política internacional y la economía doméstica. Trump en cambio representa un mesianismo peligroso. Su admiración a Hitler se ha filtrado hasta la misma opinión pública. Y sus más cercanos colaboradores que tuvo en su primera presidencia ponen en duda su apego a la Constitución. El asalto al Capitolio es una sombra que siempre le acompañará.
No es difícil desenmascarar a un narcisista que nunca tiene la culpa de sus actos y que es irresponsable por naturaleza. Aun así, los estadounidenses más pobres y sin estudios universitarios, lo prefieren. Es una especie de Síndrome de Estocolmo a la máxima escala.
Ya sabemos que en la política la racionalidad cede a los impulsos irracionales. Y el populista Trump es un experto en explotar emociones y sentimientos.
Grandeza y miseria de la Democracia más poderosa del planeta.
DR. ANGEL RAFAEL LOMBARDI BOSCAN
@LOMBARDIBOSCAN
Director del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del Zulia