Sesenta años después, jugando con la amenaza de la invasión que nunca llegó, los hermanos Raúl y Fidel (+) han logrado controlar el poder en Cuba, han vivido con el apoyo de la extinta Unión Soviética, China y ahora Venezuela. Su posición estratégica, a pocas millas de Estados Unidos de América (EUA) la convierten en un aliado importante para los enemigos del centro geoestratégico del capitalismo y la democracia mundial.
Eso lo saben los servicios de inteligencia de EUA y con eso justifican los inmensos presupuestos de seguridad y defensa. Dice el precepto de guerra que “para vivir en paz, hay que prepararse para la guerra” y ese es el objetivo Washington. Igualmente, con su “realpolitik” hace pactos y negocios con cualquiera y a cualquier precio, evidencia eso los actos de gobierno de varios de sus presidentes, incluyendo el de Joe Biden con el régimen chavista de Nicolás Maduro. “No es nada personal, son asuntos de negocios”, diría Vito Corleone en la famosa película, El Padrino, de Mario Mario Puzo.
Vistas las cosas que están sucediendo con Edmundo González, con los mercenarios de Erick Prince, con el supuesto plan desestabilizador de España y EUA, contradictorio porque Pedro Sánchez es aliado del régimen y para muestra fue la trampa montada con el presidente electo bajo la mirada sospechosa de su embajador en Caracas, Ramón Santos, la situación Venezuela sigue “viento en popa” para Maduro y su nomenclatura.
Uno de los errores más letales para la oposición venezolana es creer que “estás negociando con demócratas”. No, la realidad es evidente, son autócratas que utilizan los instrumentos de la democracia para mantener el control del poder, un objetivo que les impide aceptar, por ejemplo, la derrota en una contienda electoral, porque sus oscuros negocios y relaciones con grupos nacionales e internacionales, le impiden ceder o compartirlo.
Por eso arman periódicamente espectáculos para desviar la atención, tener las excusas suficientes, ajenas a la verdad y controlar el poder, mediante la imposición de una estructura formal del Estado venezolano con la que aplican la ley a una sociedad controlada a la que le violan sus derechos humanos . Con el agravante que la población “normalizó la situación”, con el impacto de millones de dólares lavados, y remesas que ayudan a paliar la precaria situación que viven.
En las elecciones del 28 de julio de 2024, el triunfalismo desbordante hizo alucinar a la oposición, impidió dimensionar al enemigo a vencer, se destaparon luchas internas y varios grupos políticos sucumbieron ante la tentación de los dólares del régimen, creando zozobra y desconfianza entre el electorado, sin embargo, este sector logró superar los obstáculos y se volcó a votar para otorgarle la diferencia abismal que ha prolongado la angustia al régimen y, por primera vez, permitió, junto con la previa publicación de las actas de escrutinio, desnudar “la manipulación del sistema electoral” que instrumentó el Consejo Nacional Electoral para favorecer a Nicolás Maduro.
Para enfrentar al enemigo debe observarse sus debilidades y fortalezas, saber de lo que son o no capaces. Maduro y su nomenclatura han afinado su sistema de terror durante 25 años, les importa poco si los cuestionan en materia de derechos humanos, corrupción, crímenes de lesa humanidad. Mienten con frialdad, la historia del complot de España es increíble, evidencia de lo que son capaces de hacer. Toman dos rehenes españoles para armar un “plan de magnicidio contra Maduro”, un suceso directamente relacionado con la trampa que le montaron al electo presidente, Edmundo González, en la casa de su embajador, no es casual que fotografiaran y grabaran el momento de la firma de la polémica carta en la que se reconocía el triunfo de Nicolás.
Con el decomiso de 400 armas, la narrativa de Erik Prince para justificar que al “pobre y pequeño régimen”, Goliat quiere destruirlo, el complot España-EUA, el régimen arma su “triquiñuela” para diluir el cuestionamiento a la reelección de Maduro y contar con el factor tiempo que diluya el dudoso resultado electoral. Trabajan a largo plazo, por algo se han mantenido 25 años controlando al país, contando para ello con la experiencia cubana y los métodos de corrupción y de terror han facilitado su permanencia.
Interpretar el momento de Venezuela no es fácil. Interrogantes de fondo, sobre cómo la sociedad en su búsqueda de solventar sus problemas, escogió a Hugo Chávez como la opción que supuestamente le permitiría superar los daños causados por los partidos gobernantes Copei y Acción Democrática. Materializando así lo que muchos sectores de la sociedad decían: “aquí hace falta una bota”. Un fantasma militarista que acompaña trágicamente la historia nacional.
Al analizar el momento surge una gran interrogante, porqué los hijos de Venezuela que gobiernan hace 25 años muestran insensibilidad ante los problemas humanitarios, la destrucción de los sistemas de educación, salud y servicios públicos; asesinan y mienten sin inmutarse, sabiendo que el saqueo del país lo condujo hacia su destrucción, causando muertes y una diáspora de millones de conciudadanos.
Del otro lado hay una sociedad ahora dócil que vive una “situación normal”, que espera las míseras pensiones, los bonos ordenados por Maduro y que en muchos episodios fue cómplice de sus desmanes, mientras sobreviven en un contexto inflacionario (dolarizado), de atropello constante a sus derechos humanos, corrupto y un Estado fragmentado por grupos de poder y negocios propios (narcotráfico, terrorismo, extorsión, contrabando, explotación ilegal de oro, etc),
En medio del desespero y la desesperanza, los venezolano siembran sus ilusiones en cualquier opción, en salidas de fuerza como la operación Blackwater o democráticas como la del 28 de julio de 2023. Han delegado irresponsable mente las soluciones de sus asuntos a terceros como los gobiernos de EUA, y más reciente con la intermediación de Ignacio Lula de Silva, Gustavo Petro y Andrés López Obrador, sabiendo que estos últimos son aliados de Nicolás Maduro.
Venezuela tiene el reto de asumir sus compromisos de cambio profundo, entender que es necesario construir un país que supere el modelo petrolero, creando las condiciones de un país acoplado a la dinámica y exigencias del mundo de hoy. Una tarea nada fácil porque debe trabajarse con aspectos humanos y materiales, e implica trabajo, creatividad y respeto a la norma. Sin duda, la sociedad futura tendrá que trabajar su dolor para sanear sus heridas y debilidades.
VUSA