Hace años, un hombre de profesión biólogo y de ocupación agricultor, que había comprado 290 hectáreas al gobierno que fueron sembradas y cosechadas con una significativa productividad, fue despojado de esas tierras por el gobierno chavista, fue despedido de la escuela donde trabajaba sin justificación alguna y frente a los reclamos hechos una y mil veces, fue hostigado, y amenazado de muerte.
Este hombre protestó mediante una huelga de hambre que finalmente causó su muerte. Días antes de su deceso, el ministro de Comunicación de entonces, Andrés Izarra, soltó una de las frases por la que habló, y sigue hablando, la naturaleza criminal, despótica y deshumana del régimen: “Franklin Brito huele a formol”.
Ya Chávez había aportado las frases más celebres de la falta de escrúpulos y de humanidad de su régimen, que paradójicamente decía ser un gobierno profundamente humanista, por ejemplo, ante el asesinato de los niños Fadul, le dijo a la madre de estos que dejara de lloriquear.
Son las expresiones de un régimen que tiene poco aprecio por la vida de los otros, y podemos hacer todo un inventario de las formas en la que el régimen relaciona su manera de hacer política con la vida y la muerte de los otros.
Lo del agricultor Brito fue un verdadero asesinato de Estado, realizado por un régimen que, muy temprano de su llegada al poder, concibió la política, la hizo y, obviamente, hoy la hace, mas que nunca, como “guerra”, en la que la vecindad de la política con la tortura, la desaparición, el encarcelamiento y la muerte son demasiado cercanas hasta llegar a confundirse, pues para el “ser sujeto (chavista) depende de que el otro sujeto (opositores, disidentes e indignados) no sea.
En este contexto político el exilio de Edmundo Gonzales Urrutia se justifica humana y políticamente.
En la lógica política del régimen como guerra, tanto MCM como Edmundo Gonzales Urrutia son los enemigos que hay que eliminar, que hay que suprimir porque ellos son los artífices de la tarea fundamental que hoy encara la oposición, esto es: “no solo resistir a la dictadura, sino también derrocarla”.
Es posible que la salida al exilio de Edmundo Gonzales Urrutia a España y la persecución brutal que el régimen hace a MCM haya podido producir un cambio en el “estado de ánimo” de la mayoría de la población. Esto es obvio, pues la experiencia fundamental que ha vivido el venezolano en los últimos cuarenta días que han seguido al 28 de julio, está marcada por el miedo. El miedo a la persecución, a la prisión, a la tortura y la muerte, pero también, “se teme a la vida” ofrecida por el régimen: “una vida vivida sin lazos de continuidad”, donde ésta se interrumpe, produciendo el peor de los miedos que solo la presencia del liderazgo compartido de MCM y Edmundo Gonzales Urrutia ha impedido: el miedo a la discontinuidad, a la discontinuidad de una vida de anhelos, esperanzas y certezas básicas.
De tal manera que, dentro de la lógica desarrollada por el régimen, de concebir la política solo en términos de la relación amigo vs enemigo la vida de Edmundo Gonzales Urrutia corría peligro (la de él y su familia). De allí la necesidad de blindar su seguridad.
Tanto él como MCM garantizan la capacidad de dirección política de la lucha por la Democracia y con el triunfo aplastante de Edmundo Gonzales Urrutia, el 28 de julio, han producido una recomposición al interior del bloque en el poder dominante, puesto que al quedar en evidencia la carencia de liderazgo del, hasta ahora, el principal líder del régimen, Nicolás Maduro, quien no tiene reconocimiento de sus gobernados y por tanto carece totalmente de legitimidad.
La vulnerabilidad o la carencia de liderazgo por parte de Maduro evidenciado en su nula interpelación de los sectores que habían sido la base de apoyo del chavismo, ha dado lugar a la exacerbación de la lucha interna por el control del poder al interior de dicha coalición y comienza a perfilarse un desplazamiento del poder al interior del régimen, dejando como elementos dominantes, por un lado a Vladimir Padrino López, quien tiene en sus manos, la prueba fáctica de la derrota de Maduro: el llamado sobre número 1 que contiene el resultado oficial de las elecciones del 28 de julio, donde se revela que la derrota de Maduro fue humillante y que socava definitivamente su liderazgo y, por otro lado, Diosdado Cabello, el jefe de la policía y que tiene a su cargo ejecutar la represión de los sectores opositores.
Estas fisuras marcan la profunda crisis que la dictadura sufre y, el régimen, ha optado por una huida hacia adelante y comienza a expresarse con la única arma que todavía le queda: la violencia y la fuerza que acercan, mucho más, la política a la práctica de aniquilamiento de “los otros”. Así, que hay razones de vida que justifican el exilio de Edmundo Gonzales Urrutia. Adelanto, como hipótesis, que la crisis de la dictadura, se tornará terminal al no poder ser administrada con eficiencia y producirá una ruptura interna del aparato chavista y para ello, no solo es vital la conjugación de fuerzas internas sino que también es necesario el apoyo de la comunidad internacional y el papel que jugará Edmundo Gonzales Urrutia, en este frente justifican, también, en el ámbito de la política el exilio de Edmundo Gonzales Urrutia.
Solo esperamos que la vocación de “trapiche” que tienen sectores políticos, sociales y económicos venezolanos muy significativos que han demolido todo el liderazgo surgido en estos veinte y tantos años de lucha contra la dictadura, no se dediquen a destruir el liderazgo que tanto ha costado construir.
@enderarenas