VenezuelaUSA: El daño invisible

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Camina sin rumbo, su mente divaga en su mundo, no le importa su vestimenta, tampoco su apariencia física. Era un padre y esposo ejemplar, un profesional honesto y responsable. Crítico del régimen hasta que se perdió en su mundo. Su esposa e hijas lo abandonaron porque se marcharon al exterior, como lo han hecho millones de venezolanos y era un estorbo. Son las secuelas de la Venezuela chavista que ha provocado daños económicos, políticos y sociales, que no solo se expresan en los factores materiales sino en la parte invisible de los seres humanos.

El daño humano ocasionado por la revolución chavista, ha llevado al país a una destrucción compleja de difícil entendimiento, en la que se ha creado un extraño mundo de burbujas que comienzan a darle forma. Unas llenas de ilusiones y esperanzas; otras con una realidad estimulada por las remesas  de los millones de familiares solidarios que ayudan a quienes no pudieron huir de la miseria o simplemente se resignaron a vivir en su amado país; otra la de los enchufados que navegan en  sus privilegios, dineros y lujos mal habidos; otros son los que se acostumbraron a explotar las necesidades humanas, especulando; otros viven con la ilusión de la mísera pensión social, el bono de guerra o cuanta migaja crea el régimen para mantenerlos al borde de la miseria.

Esa complejidad ya le da forma al nuevo modelo de país que se ha gestado en las últimas dos décadas. Una sociedad sin valores, ni principios, ni instituciones justas, impregnada de mentiras, corrupta, cómoda y facilista. En la que la viveza criolla y el ser conforme, muestran sus caretas en un contexto que aparenta una nación estable, en la que todo vale. Su dirigencia política no tienen escrúpulo alguno y sus ambiciones de poder son ilimitadas.

La sociedad venezolana financiada por la renta petrolera se hizo sumisa y permisiva, facilitó que la actual nomenclatura hiciera lo que le diera la gana en detrimento de las grandes mayorías empobrecidas que progresivamente mostraban sus problemas, y que en vez de solucionarlos los utilizaron para consolidar su poder, explotando esas necesidades.

A quienes dudaban del daño silencioso   que se gestaba en el interior de la Venezuela revolucionaria pueden observar y analizar la realidad del país de hoy. El saqueo de los recursos púbicos en nombre del pueblo, la usurpación del poder y los abusos, ya no sorprenden, tal como sucedió con la reciente decisión cantinflérica del Tribunal Supremo de Justicia, que ratificó la victoria de Nicolás Maduro, no era sorprendente que le dieran la razón y avalaran el fraude que ya se sabe sucedió.

Sorprendería que ganara el candidato de oposición y le reconocieran el triunfo, esa sí era la novedad porque el chavismo no tiene mañana.  La nomenclatura sabe que si pierde el poder la justicia caerá sobre ellos  y no pueden arriesgarse.  Uno de los méritos de Hugo Chávez fue insertar al país en el eje ruso-chino-cubano-iraní, mientras, las naciones de occidente, como Estados Unidos de América, miraban para “otro lado”. Esa estrategia generó secuelas que ahora hacen compleja las solución en Venezuela.

Ahora cuando el problema se volvió incontrolable, el juego es complejo. La oposición venezolana tiene que entender que no tienen participación alguna en la estructura formal del Estado, tampoco posee ninguna influencia en las instituciones y su lucha, a pesar de los apoyos internacionales y de la mayoría nacional, carece de fuerza real para verdaderamente ser una amenaza a la nomenclatura encabezada por Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez. 

A esta realidad se le agrega la complicidad silenciosa que ya asumió la sociedad venezolana favorecida por el “efecto remesa”, la desesperanza de las mayorías cuando ven que la nomenclatura se burla de las “decisiones del soberano”, las elecciones solo sirven para justificar el control del poder por parte del chavismo, y las instituciones políticas solo avalan sus decisiones. Esa lección importada de Cuba ha sido efectiva durante 24 años y Fidel y Raúl Castro lo han demostrado durante 60 años, mamándole gallo a Estados Unidos de América y sus aliados.

Visto el contexto de hoy puede deducirse que el chavismo apuesta al tiempo para diluir la escandalosa trampa que se montó en las elecciones para desconocer los resultados. Lo que se salió del guion y complico sus planes fue la divulgación de las actas de votación antes que el Consejo Nacional Electoral emitiera sus “dudosos resultados”. Esa jugada complicó las cosas pero ellos siguieron con su plan de reelegir a Maduro.

¿Qué puede pasar? La oposición debe entender que el grupo de México, Brasil y Colombia es aliado de Maduro en el Foro de Sao Pablo, es decir, no van hacer nada que afecte sus intereses. La segunda opción puede resultar de un bloque muy sólido que negocie con el régimen y le garantice la vida a la nomenclatura y el disfrute de sus malvadas fortunas. La opción de fuerza es difícil que se de por la complejidad del mundo de hoy con la guerra en Ucrania,  la tensión con China y el conflicto Israel-Palestina. Lo militares hay que descartarlos porque están involucrados, en todos los niveles, en la piñata de la corrupción.

La decisión del TSJ era evidente, no debía sorprender, y el efecto de las actas verdaderas sigue sembrando dudas y polémica sobre la legitimidad de la reelección de Nicolás Maduro.  Las opciones para solucionar la crisis política en Venezuela no son claras, quedan en un  limbo de posibles negociaciones, es decir, el tiempo se encargará de enterrar en el olvido la apabullante derrota que no será reconocida.

Mientras tanto el daño invisible sigue haciendo estragos mentales  en una sociedad que no  se preparó, durante los 40 años de democracia, para defenderla y blindarla de las amenazas de los autócratas y del fantasma del fatídico “gendarme necesario”.  Las familias continúan destruyéndose, la normalidad aparente ya crea la conformidad social, las remesas empujan una demanda que se vende como un progreso y mejora económica, el régimen sigue haciendo de las suyas y ciudades como Maracaibo muestran una relativa mejora física sin espíritu.

VUSA