Oscar Arnal: Derecho a la rebelión

124
Opponents of Venezuelan President Nicolas Maduro's government protest in Caracas on July 29, 2024, a day after the Venezuelan presidential election. Protests erupted in parts of Caracas Monday against the re-election victory claimed by Venezuelan President Nicolas Maduro but disputed by the opposition and questioned internationally, AFP journalists observed. (Photo by RAUL ARBOLEDA / AFP) (Photo by RAUL ARBOLEDA/AFP via Getty Images)

Han robado al pueblo de Venezuela. De manera muy torpe y descarada. Hay una diferencia de más de 4 millones de votos a favor de la alternativa democrática. El finado, carismático y ex golpista Chávez cuando ganó las elecciones llegando al poder obtuvo un 57%, ahora Edmundo González Urrutia obtiene un 67%. Algo sin precedentes desde la etapa que se inicia a la caída de Marcos Pérez Jimenez, excepción de la campaña de los felones cuando Chávez se enfrentó a su propio compañero Arias Cárdenas.

 A partir de la llegada de Chávez al poder, se produjo el desastre más grande ocurrido en la historia nacional. De la tesis del “accidente histórico” hemos pasado al choque histórico.

 Los que habíamos nacido en democracia, después de varios lustros de paz y estabilidad institucional, entre gallos y media noche, amanecimos consternados ante la noticia de que violando el juramento a la Constitución los llamados “comacates” se habían alzado para derrocar al gobierno electo por el pueblo. La anti política manifestada por ejemplo en la novela televisiva “Por estas calles”, con altos índices de audiencia, hizo que el pueblo en vez de salir a defender su democracia, viera con simpatías a quienes se alzaban contra el régimen de libertades. Con el propio Carlos Andrés Pérez comenzaron los sobreseimientos, seguidos por los de Ramón J. Velásquez y Rafael Caldera. Con buena parte de las Fuerzas Armadas en manos de los golpistas, los sobreseimientos ponían a esos militares fuera de la institución, dándoles de baja. En periodos de transición como el que ahora empezamos a vivir de nuevo, los sobreseimientos, los indultos y las amnistías han servido para tranquilizar las aguas no solo en Venezuela sino en el mundo. Bolívar ya en épocas independentistas había dicho que nuestra historia era la del “perdón tras perdón”. La pacificación de la izquierda pushista, iniciada por Leoni y culminada magistralmente por Caldera, metió a los guerrilleros en cintura, quienes se incorporaron a la lucha parlamentaria, donde desahogaron sus pasiones. El MAS que surgió como el partido más emblemático y que recordó al eurocomunismo europeo nunca obtuvo más del 10% de los votos. 

El Boves de estos tiempos, el capitán Diosdado Cabello, liberado por el presidente Velásquez, por “las buenas o por las malas” como siempre dice, iba a dar al traste junto con sus secuaces, con el experimento democrático. 

 Nadie imaginó que un ex militar para el momento como Chávez, sin conexiones con los grandes medios de comunicación, que formaban las matrices de opinión que decidían las contiendas electorales, pudiera ganarle a los políticos que habían estado en elecciones por décadas. Chávez al tiempo de salir de la cárcel visitó a Fidel Castro, quien vio en el milico criollo su gran oportunidad, recibiéndolo con alfombra roja entre bombos y platillos. Lo inexplicable es que las elites, especialmente las mediáticas, no cerraran filas contra Chávez ante lo que se venía, sino todo lo contrario. Durante su larga campaña Chávez demostró que sería la quintaesencia de la izquierda radical. Los marxistas con Chávez habían logrado su objetivo de infiltrar a las fuerzas armadas. A los comunistas los enseñan a no creer en lo que ellos llaman las “elecciones burguesas o liberales”, donde las oligarquías (sus máximos enemigos) dueñas de los medios de comunicación social imponen a los ganadores.

 Al poco tiempo de llegar Chávez al poder, se dispararon los precios del petróleo. Castro, que en Cuba ante la desaparición de la URSS se había quedado sin una vital fuente de ingresos y había tenido que declarar “el periodo especial”, anilló a Chávez y provocó el hurto histórico más grande que se ha hecho contra Venezuela. Fidel Castro mandó a miles de médicos cubanos que no necesitaba allá, a funcionarios de inteligencia (G3 cubano) y a los más diversos técnicos para apoyar a Chávez. A cambio Chávez les regaló como si PDVSA fuera su propia hacienda, ingentes cantidades de recursos petroleros en proporciones inimaginables. Se perpetuó entonces uno de los “chuleos” o saqueos más grandes que conozca la historia de la humanidad. Sin violencia el tirano de Cuba, logró hacerse con Venezuela, a tal punto que ante la inminente muerte de Chávez, se produjo la designación de Maduro, quien se había formado con profundidad en la isla y aseguraba sus intereses. Ahora, con un descaro que tampoco tiene precedentes por el gigantesco margen con el que ha sido derrotado por el pueblo, su tiempo está contado. La propia Constitución establece los mecanismos para su restitución, en los artículos 350 y 333, donde se consagra el Derecho a la Rebelión, que tiene sus antecedentes entre otras fuentes en “La Summa Teológica” de Santo Tomás. Nuestra Constitución nos obliga a todos a luchar por su restitución, y la teología nos lo impone como un fin o “telos” moral.

 Las actas publicadas en distintos portales por la oposición son prueba inequívoca del atraco perpetrado, pero no son la prueba única. También están los votos físicos que cada quien introdujo en las urnas o cajas de votación. El mundo se les viene encima. El régimen se tambalea y es ahora o nunca. Estamos ante el drama shakesperiano del “Ser o no Ser”. El “imperativo categórico” de hoy es como decía una canción colegial “A vencer o morir”. En caso contrario vendrá la imposición en proceso del “Estado Comunal” y una segunda Cuba se impondrá en nuestro territorio. Hay que ponerse en marcha, con la legitimidad que nos da saber que ganamos y que ahora si podemos terminar con esta pesadilla que ya dura 25 años. Avancemos que ya sale el sol.

@OscarArnal

[email protected]