Es historia conocida que el capitán Diosdado Cabello, oficial de baja calificación en la academia militar venezolana, protagonizó un acto de, llamémosla timidez, cuando la insurgencia militar que lideró Hugo Chávez Frías, el 4 de febrero de 1992, fracasó por inferioridad en las armas y combatientes. Los hechos que registran militares que participaron en aquella asonada militar aseguran que la mancha en el pantalón de Diosdado era el testimonio húmedo de la incontinencia asustada
Por ello no fue extraña su actitud escurridiza durante la intentona golpista contra Chávez, los días 11, 12 y 13 de abril de 2002. Siendo en aquel entonces el vicepresidente de la República, en conocimiento del derrumbe del gobierno, acudió veloz a buen recaudo dejando sólo a Hugo Chávez en el palacio de Miraflores. Tan manifiesto fue el episodio que la TV oficial mostró escenas del 13 de abril en la noche, donde se escuchaba a oficiales impartir la orden de » buscar a Diosdado que está muy escondido». Cuatro días después del regreso triunfante de Hugo Chávez a la presidencia, lo destituyó del cargo. Su marcado espíritu de supervivencia le pasó la cuenta.
La historia de Diosdado Cabello da un giro con la muerte de Chávez. El débil y poco carismático liderazgo de Nicolás Maduro le obligó a compartir desde entonces espacios de poder político y económico con el dictador.
Un reconocido terapeuta asegura que “los pusilánimes son peligrosos, porque pueden herir fácilmente. Reaccionan de inmediato. Lastiman, desdeñan y castigan a la menor provocación. Difícilmente aceptan sus errores y creen que siempre tienen la razón”. Por eso seguramente, en estos últimos diez años la tendencia a lo policíaco se hizo evidente en Cabello. Progresivamente ha adquirido un grado de influencia mayor en las instituciones encargadas de la represión política y de inteligencia. El SEBIN y el DGCIM, ambos de triste fama, bajo su influencia a través de militares amigos, se ha convertido en su brazo ejecutor para perseguir, amenazar, intimidar, secuestrar, torturar y extorsionar a políticos opositores, militares «sospechosos» de deslealtad y a empresarios adinerados.
Venezuela es mudo testigo, cada miércoles en la noche, del programa televisivo en donde Diosdado Cabello, con impunidad y un lenguaje nacido del odio, el rencor y la falsedad ordena a la policía política investigar o detener, sin fórmula de juicio, violando el debido proceso, a los «enemigos» de la revolución. No sólo se conforma con someter al escarnio y la muerte pública a las víctimas, va más allá: el secuestro, la tortura, el trato cruel y la muerte. El temeroso de 1992 y 2002 busca reivindicarse mediante el abuso al indemne, que es otra cara de la cobardía. Diosdado es el flamante matón de turno.
Hay encuestas que establecen que Cabello Rondón es el político más despreciado por la sociedad venezolana. Es un título que se lo ha ganado junto al grupo selecto de los servicios de inteligencia, que como en toda dictadura que se precie de tal, son los verdugos de los inocentes.
Nicolás Maduro y la cúpula militar y política que le sirve acaban de perpetrar un fraude electoral y han decidido permanecer en el poder robándose las elecciones. Para acallar al pueblo, para infundir el miedo y herir la esperanza libertaria necesitan más violencia, más crueldad.
Aislados y sin respaldo del pueblo venezolano ni el de la comunidad internacional la opción que le queda es sostenerse en el terrorismo de estado, como lo acaba de denunciar la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Mas de 2000 presos acusados de «terrorismo» sin derecho a la defensa, entre ellos 102 menores de edad, 27 personas asesinadas por la GNB y los colectivos civiles armados por el gobierno, el secuestro a diario de dirigentes opositores y periodistas es el balance de la dictadura venezolana desde las elecciones presidenciales del 28 de julio.
La lógica parece conducir a la dictadura dura y “maduro”. Diosdado Cabello es designado ministro del interior, léase policía, no por sus dotes de estadista para impartir justicia, si no para que en propiedad disponga de los brazos de la represión y el terror, y lleve a cabo sus amenazas proclamadas desde la tribuna, como aquella de detener a todos los opositores y terminar con ellos.
Venezuela tiene en sus historia republicana noches oscuras de violación de derechos humanos. La Seguridad Nacional de la dictadura de Pérez Jiménez, posteriormente la DIGEPOL (1958) reemplazada por la DISIP en 1969, fueron instancias responsables de las peores arbitrariedades.
El SEBIN y el DGECIN las han superado con creces. El venezolano está convencido que Diosdado se sonríe por la tarea asignada por el dictador.
Todo está por verse porque Venezuela tiene también una Historia de libertad y democracia. Simón Bolívar junto a varios miles de patriotas los liberó en el siglo XIX; la dictadura de Pérez Jiménez fue derrocada por una alianza cívico-militar en 1958.
Hoy los venezolanos resisten y luchan por una nueva alborada. Siguen adelante como todos lo que se guían por aquello de Martin Luther King: “Un día el miedo llamó a la puerta. El coraje fue a abrir y no encontró a nadie.”
José Zepeda/ Media Naranja Radio