Ender Arenas: El “cuentazo” del año, la represión y el miedo.

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El cuentazo del año lo narró, inaugurando la madrugada del 29 de julio, Elvis Amoroso, imitando a Tibisay Lucena se dirige al país, con cara de militante del PSUV y subalterno de Nicolás Maduro e “informa” que: “Con cifras irreversibles, del 51 % a favor del presidente Nicolás Maduro contra el 43% de los votos  a favor del candidato Edmundo Gonzales Urrutia, las elecciones las ha ganado siendo reelecto el presidente Nicolás Maduro Moros” y a partir de entonces, el país, entero, incluyendo a los chavistas, no encuentra una razón lógica de cómo es que ganó Maduro, si la realidad dice otras cosas, las actas dicen, abiertamente, otra cosa, la alegría de la gente, en los centros de votación, felices electores por la oposición, decía otra cosa y el agobio de los chavistas, que todavía quedan, decía ,y todavía, dice otra cosa.

Entonces se inventó el cuento,” el cuentazo del año”, no escrito la noche, del 28 de julio, sino antes. Un cuento de aparente autoría colectiva: la Contraloría General de la República, en manos de Amoroso, que inhabilitó a MCM, el TSJ, devenida en el escritorio “jurídico” de Nicolas maduro y el régimen, que confirmó la inhabilitación de MCM, el CNE, en manos, también de Amoroso, de Padrino López y la cúpula militar, como los guardianes armados del régimen, etc. todos bajo la dirección de narradores omniscientes: Los hermanos Rodríguez y del mismo Nicolás Maduro, este último, con el talento necesario para decir y repetir el guion prescrito.

El problema es que es una ficción y nadie lo cree. Lo siguen intentando, no faltaba más, no solo por aquella sentencia fascista de que “ Una mentira dicha mil veces se convierte en una verdad”, sino porque con el advenimiento del chavismo en el poder, en Venezuela, es difícil distinguir entre la realidad y la ficción y porque con el mismo Chávez la “verdad llegó a importar poco o nada ” (Aunque no se le reconociera, y aún no se le reconoce, Chávez tenía la enorme capacidad y competencia comunicativa de convertir las palabras en cosas, recuerdan, aquel cuento de que los venezolanos comían comida para perros, marca “Perrarina”, era una enorme mentira, tomado de un anuncio de publicidad redaccional de la revista “Producto”, pues, la gente lo asumió como verdad y algunos decían: “yo la comí y me parecía bastante pasable”.)

Pero, Maduro, carece de esa competencia y entonces acudió al desarrollo de una represión desnuda que superó ampliamente a la de Marcos Pérez, Jiménez, homologándose a la de Gómez, y convirtió al Helicoide en una nueva “La Rotunda”, la terrible cárcel gomecista, o peor que esta, pues, incorporó las nuevas técnicas de tortura aprendida de los cubanos.

Hace días, alguien que de verdad no conozco, colocó un viejo video de una telenovela venezolana: “Estefanía”, en el que se presentaba el dialogo entre un personaje vestido de oficial de la Marina, presumo que Wolfgang Larrazábal, conminando al dictador Pérez Jiménez a abandonar al país y garantizándole una salida, sin problemas y sin trampas, a él y a su familia. Al final el dictador solo atina a decir: “Me voy”.

Pues, bien hace bastante tiempo, que los dictadores no dejan el poder de esa forma, es decir, una salida provocada por una ruptura de la unidad interna de la estructura del Estado, especialmente de las Fuerzas Armadas. Moisés Naim, lo explica, acertadamente: “…cuando eso pasaba, salían huyendo y encontraban cobijo en sitios como Mónaco y otros lugares de éxito y dinero del Mediterráneo. Ahora no es así, porque nadie democrático recibe a la chatarra política de estos tiempos. Por esto, y por el temor a las acciones que puedan encabezar instituciones que persiguen a violadores de derechos humanos como la Corte Penal Internacional, los autócratas de hoy se atrincheran y hacen lo que sea necesario para no soltar el poder”. 

Así que el régimen ha desatado “la furia madurista” y ha encarcelado a niños, jóvenes, mujeres, discapacitados, ancianos, etc. gente común solo por publicar un mensaje en contra de los resultados dado por el CNE o haberse tomado un “selfi” en una manifestación de protesta, se persigue de manera intensa y brutal a periodistas y dirigentes políticos secuestrándolos y depositarlos bien sea en el Helicoide o en las llamadas casas de tortura, se ha asesinado a más de veinte personas, según Provea, especialmente, a jóvenes, en las protestas que siguieron al anuncio del mayor fraude electoral en la historia de las elecciones a nivel mundial. Se amenaza al ganador de las elecciones Edmundo Gonzales Urrutia y a MCM. Y ha convertido a vecinos y antiguos “amigos” en delatores que marcan las casas con una X de aquellos que han participado en las protestas contra el régimen o son afectos a partidos de la oposición, emulando a la Stasi, la policía de los países de la órbita soviética.

Y como corolario de todas sus infamias, se hecha de mano del miedo. Un recurso que paraliza a la gente. De hecho, desde ahora no será posible analizar las acciones de régimen sin considerar esta variable, que el régimen pretende incorporar en el mundo de vida de los venezolanos.

Esta semana, MCM fue entrevistada por Idania Chirinos para un canal  de noticias de la televisión de Colombia y al final de la entrevista, realmente, afectada por el secuestro de Perkins Rochas, su asesor legal y amigo, le dijo a la periodista: “Idania reza por mí”. Me dije para mis adentro, por primera vez la percibo con miedo, pero ella que es, verdaderamente, valiente, lo administra, lo supera y vuelve a estar a la cabeza de la gente, pidiendo que el miedo no los paralice, como no lo hace con ella.

No sé si ella lograra ese objetivo, pues aquí se enfrenta a un enorme problema: al objetivo del régimen es crear, precisamente, como elemento desmovilizador, una cultura del miedo.

Ese es el objetivo de la arremetida represora del régimen: “sembrar en la gente la percepción de que se encuentre enfrentando peligros mortales”, especialmente, la de su integridad física (asesinatos, tortura, secuestro por parte de los cuerpos de seguridad del Estado, asalto a los hogares, etc.) y, sobre todo, un “miedo difuso” con el que se pretende “desvanecer las emociones y apagar la vitalidad” de la gente y sus deseos y anhelos de cambio.

Esto es convertir, la amenaza en una experiencia masiva, diaria y “normal”, pues como muy bien señala, N Lechner, cuyas ideas sobre el miedo las he retomado aquí: “La gente también…. muere de miedo”.

Y, sin embargo, para terminar esta nota, tomo la misma cita con la que termina el artículo de Elías Pino Iturrieta, “El regreso del miedo”, en La Gran Aldea: “En la república siempre hay cosas extraordinarias después del miedo, escribió Tito Livio”. 

@enderarenas