Antonio de la Cruz: Unidos por la democracia

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En una pequeña ciudad de Venezuela, la tensión se palpa en el aire. Es un día crucial, un punto de inflexión en la historia del país. En una modesta casa, tres generaciones de una familia se reúnen para esperar el resultado de las elecciones de ese domingo que están seguros cambiarán el futuro. Doña Carmen, la abuela, mira con ojos llenos de experiencia y sabiduría a sus nietos, Carlos y Sofía. Su hija, Laura, está sentada a su lado, escuchando con atención.

«Nuestra familia siempre ha estado comprometida con la democracia», afirma doña Carmen mientras se acerca y toma de la sala una foto en blanco y negro de su difunto esposo, quien luchó por la libertad en la dictadura de Pérez Jiménez, en los años cincuenta del siglo pasado. «Hemos visto días oscuros y mantenido la esperanza viva, incluso cuando parece imposible. Y esta no tiene por qué ser la excepción».

Carlos, de 25 años, es un estudiante universitario con un corazón lleno de ideales y deseos de cambio. Sofía acaba de cumplir 18 años y es la primera vez que votó. Está nerviosa, pero también emocionada por ser parte de algo más grande.

Laura toma una respiración profunda y les lee un mensaje que ha recibido de un amigo que forma parte de la diáspora. Las palabras resuenan con una mezcla de esperanza y desafío:

«En estos tiempos, Venezuela se encuentra en una encrucijada histórica. No puedo pedir que asistan a manifestaciones o se involucren en activismo en contra de la tiranía. Sería hipócrita de mi parte, como diáspora llevo años fuera del país. No he experimentado las mismas dificultades y retos que ustedes están enfrentando diariamente por la defensa de la democracia y la libertad. Sin embargo, quiero expresar mi profunda admiración y esperanza en la nueva oportunidad que tenemos ante nosotros».

Todos callan por un momento. Entienden el sentimiento de quien escribe y que identifica a millones de personas fuera de Venezuela. Saben que habla de la situación actual del país y de la líder en la que se convirtió el último año María Corina Machado. Carlos rompe el silencio: «Ella ha logrado unir a tantas personas. Es como si finalmente estuviéramos despertando de una pesadilla».

Doña Carmen asiente. «Es verdad. Su liderazgo ha expuesto la debilidad del régimen. Ahora más que nunca necesitamos coraje y determinación», dice.

Laura continúa leyendo: «María Corina ha logrado algo que ningún dirigente político había conseguido en los últimos 25 años: unir a una abrumadora mayoría de venezolanos de manera cívica, pacífica e inclusiva. Su liderazgo ha derribado el mito de que el socialismo del siglo XXI vela por los intereses del pueblo. Están acorralados y se han visto reducidos a utilizar las armas del miedo y la violencia. Están heridos de muerte, mientras que nosotros somos mayoría. Contamos con el apoyo de siete de cada diez venezolanos y una líder que demuestra más valentía que cualquier grupo de poder o coalición política del pasado».

Sofía, con el ímpetu de la adolescencia, dice: «No podemos dejar que el miedo nos paralice. Tenemos que hacer nuestra parte».

La madre estira el brazo y toma el control remoto del televisor. Lo enciende y comienza a cambiar los canales para ver si alguno informa algo. Son las 10:00 de la noche y todavía no se sabe nada. Con la mirada fija en la pantalla del aparato dice: «El sacrificio de María Corina por el país es innegable y ahora nos toca a nosotros atender el llamado de luchar de forma no violenta. No nos pide que nos inmolemos. Nos pide que participemos de manera consciente y decidida. En este momento, cada uno de nosotros debe decidir su papel en esta coyuntura histórica y entender las repercusiones de nuestras acciones o inacciones».

Carlos se levanta y remata la idea: «Debemos elegir entre dos futuros: uno de continuidad con el régimen actual, lleno de corrupción y opresión, o una Venezuela de gracia, una nación democrática, renovada y próspera para todos sus ciudadanos».

“¿Quieren que termine el mensaje?”, pregunta Laura. Todos asienten. La mujer suspira y continúa: «Los invito a reflexionar profundamente sobre estos dos caminos. No se trata solo de elegir un lado, sino de decidir el tipo de país que queremos construir. Es una elección entre seguir en la oscuridad o buscar la luz de un nuevo amanecer para Venezuela».

La familia se queda en silencio, sumida en sus pensamientos. Doña Carmen, con una sonrisa suave, dice: «Este es el momento de actuar con determinación y convicción. Podemos transformar nuestra nación, pero solo si nos unimos y actuamos con el coraje que nuestra líder ha demostrado. Es hora de decidir y actuar, por nosotros, por nuestros hijos y por el futuro de Venezuela».

Carlos alza la taza de café que la abuela acaba de servir y propone un brindis: “¡Por la recuperación de nuestro país!”. “Que así sea, ¡unidos todos lo vamos a lograr!”, remata Laura sintiendo una renovada esperanza y una determinación firme.

Todos saben que el camino será difícil, pero están dispuestos a seguir adelante, hay miedo porque el rival es de temer, pero el compromiso con la democracia, la libertad, la reunificación familiar y la prosperidad de Venezuela es mayor.

@antdelacruz_ / Director Ejecutivo de Inter América Trends