La cuenta regresiva está en marcha. En pocos días Venezuela “se juega a Rosalinda”. Una oportunidad histórica que aparece cada seis años. Es la encrucijada en la toma definitiva de dos caminos: continuismo o cambio. Seguir la ruta de la destrucción nacional o tomar la senda de la reconstrucción democrática y económica.
Estoy convencido que sólo existen tres escenarios. Primero: las elecciones las gana la alternativa democrática con Edmundo González y María Corina como lo señalan todos los sondeos serios de opinión. El madurismo en los más de 5 meses que faltarían para la toma del poder, lo inhabilita después como lo hizo con Freddy Superlano en Barinas, quien les ganó las elecciones, haciéndolo luego con su mujer y otros dos candidatos opositores. En esta ocasión a sabiendas de lo que sucedió en Barinas, cuando repitieron las elecciones donde volvieron a caer derrotados ampliándose en mucho las diferencias, le dan la victoria a Maduro alegando que sí Edmundo como primero no puede ser presidente, el turno es de Maduro que lo sigue en sufragios.
Segundo: Maduro recibe una avalancha de votos en contra como va a suceder. Edmundo González como señalan las encuestas obtiene alrededor del 65% de los votos y Maduro alrededor del 30%. El presidente del CNE, el verdugo Elvis Amoroso, cambia los resultados y los lee al revés proclamando en los días siguientes a la elección a Maduro.
Tercero: ante la evidencia que lo que viene es un tsunami electoral que barrera a Maduro, suspenden las elecciones hasta nuevo aviso. La excusa puede ser cualquiera. Ya tienen un recurso en el TSJ que exige la cancelación de las elecciones hasta que no cesen las sanciones. Falta que la Corte lo sentencie.
En los tres escenarios queda clara la ilegitimidad de Maduro. Arrecia la presión nacional e internacional. Vuelven y con más fuerza que nunca las sanciones. Se desacredita Maduro todavía más y nada lo sostiene.
Venezuela un país con las reservas petroleras más grandes del planeta, que producía unos 3.500.000 barriles de crudo, ahora debido a la destrucción de PDVSA y de un saqueo de proporciones iniciales promedia cerca de 800.000 b/d. Al unísono tenemos los índices de inflación y alto costo de la vida más altos del mundo y unos salarios entre los más paupérrimos. Una salvaje brecha, a la que se suman las crisis de los servicios públicos, las carencias de agua, electricidad, salud y educación.
En los dos primeros escenarios los militares desplegados por todo el país en el “Plan República” son testigos del inmenso fraude y de la burla al pueblo y a la soberanía popular. Los escrutinios tal y como lo señala la ley son públicos y todos vamos a saber de la apabullante derrota de Maduro.
En Venezuela tenemos más de 2 mil generales. Más de los que hay en toda la OTAN, incluyendo a los EEUU. Es evidente que no hay coimas para todos y muchos de los llamados comandantes están también en la misma situación.
En el siglo XX cayeron de la presidencia siendo militares: Cipriano Castro, Medina Angarita, Delgado Chalbau y Marcos Pérez Jiménez. Maduro no lo es. Hasta al general Pinochet en Chile, que tenía una gestión económica impecable, al perder las elecciones se le volteó en buena parte el alto mando, comenzado con el comandante Mateus de la aviación.
El día electoral, el 28 de julio, es ahora sí, “el principio del fin”. El mundo se les viene encima. Hay que salvar a Venezuela. Todos a votar. Ahora o nunca…
@OscarArnal
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